Capítulo 94

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El aire se llenó de una tensión palpable cuando Esmeralda fijó su mirada en el cuerpo herido de Lapis, que descansaba en los brazos de Bismuto. El dolor y la tristeza que habían dominado su semblante hasta ese momento se transformaron instantáneamente en una furia desbordante. Su amor, su Lapis, estaba lastimada y debilitada. La idea de que alguien pudiera haberle hecho daño la llenó de una rabia que amenazaba con consumirla. Sus ojos se volvieron como dos pozos oscuros de furia contenida, y sin pensarlo dos veces, ordenó a las esmeraldas bajo su mando que atacaran sin piedad.

El grupo de Esmeraldas respondió de inmediato, avanzando hacia las chicas y las gemas con una violencia y agresividad que raramente se veía en su especie. Sus movimientos eran rápidos, coordinados, pero sobre todo, implacables. Cada una de ellas estaba dispuesta a cumplir las órdenes de su líder, moviéndose con una ferocidad casi animal.

Perla fue la primera en reaccionar, lanzándose hacia las Esmeraldas en un intento desesperado de proteger a sus amigas. Aunque no podía hablar, su determinación era clara. Con gracia y precisión, utilizó su cuerpo como un escudo, bloqueando los ataques que iban dirigidos hacia las chicas y las gemas más débiles. A su lado, Peridot se unió a la batalla, su rostro mostrando una mezcla de coraje y desesperación. Ambas lucharon con todo lo que tenían, pero las Esmeraldas, impulsadas por la furia de su líder, parecían inagotables.

Mientras tanto, Bismuto permaneció inmóvil, paralizada por el miedo que la había estado acechando desde que entraron en la cueva de los horrores. Lapis seguía en sus brazos, inconsciente y vulnerable, pero Bismuto no podía hacer nada más que sostenerla con fuerza. Su cuerpo grande y fuerte, que en otro momento habría sido un baluarte impenetrable, ahora temblaba de terror. Cada golpe, cada choque de armas resonaba en su mente, recordándole las batallas pasadas, los traumas no resueltos. El miedo la dominaba por completo, impidiéndole moverse, impidiéndole defender a sus amigas.

Perla y Peridot, aunque valientes, estaban siendo rápidamente superadas. Las Esmeraldas atacaban con una precisión brutal, cortando y golpeando sin misericordia. Las dos gemas estaban cubiertas de heridas, su luz se desvanecía lentamente a medida que el agotamiento y el dolor tomaban el control. Las Esmeraldas no se detenían, no mostraban piedad. Eran una fuerza destructiva, impulsada por la ira de su líder, y estaban decididas a acabar con todas ellas.

Esmeralda observaba todo esto con una frialdad aterradora. No hizo ningún esfuerzo por detener a sus compañeras, no intentó ayudar a las gemas que estaban siendo brutalmente atacadas. Su mirada se mantuvo fija en Lapis, pero no había ternura en sus ojos, solo un profundo resentimiento hacia aquellos que habían causado el dolor de su amada. Para Esmeralda, cualquier costo era aceptable si con ello podía proteger a Lapis y vengar las heridas que le habían infligido.

La situación se estaba volviendo desesperada. Las chicas, aunque asustadas, intentaban ayudar como podían, pero estaban claramente fuera de su liga contra las Esmeraldas entrenadas para la batalla. El caos reinaba, y la desesperación se apoderaba de todas ellas.

En medio de ese pandemonio, Nagisa dio un paso al frente. Su cuerpo aún estaba dolorido por la herida que había recibido anteriormente, pero sus ojos brillaban con una determinación feroz. Sabía que no podían seguir así, que si no hacían algo, todas acabarían destruidas. Con un grito que resonó por encima del estruendo de la batalla, tomó una decisión. -¡Llévense a mis hermanas y a las gemas! ¡Yo me encargaré de las Esmeraldas!

Las palabras de Nagisa cayeron como una bomba entre el grupo. Las chicas y las gemas giraron para mirarla, sus rostros llenos de incredulidad. Pero Nagisa no mostró ninguna duda. Ella sabía lo que estaba haciendo, y sabía que era la única manera de salvar a las personas que amaba. Con una fuerza que nadie hubiera imaginado que tuviera, se preparó para enfrentarse sola a la horda de Esmeraldas que las rodeaba.

-¡No hay tiempo! ¡Llévenselas fuera de aquí, ahora!- Nagisa ordenó con voz firme, mientras mantenía su postura de combate.

Jasmin, Ray, y las demás, aunque asustadas y dudosas, finalmente comprendieron la gravedad de la situación. Con los corazones pesados, comenzaron a retroceder, llevando consigo a las gemas heridas y a las hermanas de Nagisa. Aria, la perrita, se mantuvo cerca, ladrando con valentía a las Esmeraldas, pero siguiendo la retirada.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora