Capítulo 133

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Las ruinas del laboratorio aparecían cada vez más definidas a medida que el grupo avanzaba, sus corazones golpeando con fuerza contra sus pechos. Aria, la fiel perrita, se adelantó, corriendo hacia lo que quedaba del edificio, con ladridos cortos y agudos que indicaban que algo importante estaba por suceder.

Ashley, Nagisa, Karla, Lapis y Esmeralda, esta última llevando aún el cuerpo inerte de Peridot en brazos, avanzaban con cuidado, sus pasos cuidadosos, casi como si temieran que la simple presión de sus pisadas pudiera hacer colapsar lo poco que quedaba en pie. El silencio pesado que los envolvía estaba cargado de ansiedad y temor, pero también de una tenue esperanza.

Aria llegó primero, deteniéndose en seco y girando sobre sí misma, sus ladridos se hicieron más fuertes, atrayendo la atención del grupo. Al escucharla, Ashley sintió que algo en su interior se tensaba aún más, y apretó el paso, casi corriendo hacia adelante, con Karla justo detrás de ella. Al cruzar una esquina de lo que alguna vez fue el laboratorio, se encontraron de golpe con una escena que las hizo detenerse bruscamente.

Ahí, en medio de los escombros y polvo, se encontraban Jasmin, Ray, Mary y Bismuto, la última aún sosteniendo con fuerza el cuerpo de Perla, cuya apariencia grisácea continuaba siendo un recordatorio doloroso de lo que habían perdido. La imagen era agridulce, una mezcla de alivio al ver a las demás vivas, pero también de tristeza por las circunstancias que las rodeaban.

Jasmin fue la primera en levantar la vista y verlas, una mezcla de asombro y alivio cruzando su rostro. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ellas, sus ojos llenos de emoción. —¡Ashley! ¡Nagisa! —gritó con una voz que temblaba de emoción contenida.

Nagisa apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que sus ojos se posaran en Mary, que estaba junto a Jasmin. Una mezcla de alivio y desesperación la invadió, sus piernas temblando al ver a su hermana pequeña a salvo. Sin pensarlo, corrió hacia Mary, sus lágrimas cayendo libremente, sus sollozos entrecortados por la emoción. Al llegar a ella, Nagisa la envolvió en un abrazo desesperado, apretándola con fuerza contra su pecho como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento. Sus manos temblaban mientras acariciaba el cabello de Mary, sus lágrimas mojando la cabeza de su hermana.

—¡Mary! —sollozó Nagisa, su voz entrecortada—. ¡Estás bien! ¡Gracias al cielo, estás bien!

Mary, aunque sorprendida por la intensidad del abrazo, no tardó en corresponderlo. Su cuerpo pequeño temblaba un poco, pero al sentir la calidez y protección de su hermana mayor, comenzó a relajarse. —Estoy bien, Nagisa... Estoy bien —repitió, tratando de calmarla, aunque su propia voz temblaba por la emoción del reencuentro.

Mientras tanto, Esmeralda y Lapis, con una preocupación mutua reflejada en sus miradas, se acercaron a Bismuto, que seguía aferrada al cuerpo de Perla, como si temiera que pudiera desvanecerse en el aire si la soltaba. Jasmin, que había estado al lado de Bismuto, miró a Esmeralda y a Lapis con un gesto comprensivo, sabiendo que compartían el mismo dolor. Pero ahora, al ver a Bismuto de cerca, con sus ojos llenos de un dolor tan profundo que era casi tangible, Jasmin no pudo evitar sentir una punzada en el corazón. Podía escuchar las palabras de Bismuto, las disculpas murmuradas una y otra vez entre sollozos, palabras de arrepentimiento y amor hacia Perla.

"Lo siento tanto, Perla... Si tan solo hubiera sido más fuerte... Si tan solo hubiera podido protegerte..."

Cada palabra era como una daga en el corazón de Jasmin, que sentía el dolor de Bismuto como si fuera el suyo propio. Aunque sabía que Bismuto no podía escuchar sus propios pensamientos, deseaba poder decirle que había hecho todo lo posible, que Perla lo sabía, y que, de alguna manera, Perla la perdonaba. Pero las palabras se le atascaban en la garganta, y lo único que pudo hacer fue poner una mano en el hombro de Bismuto, como un gesto de consuelo, aunque sabía que sería insuficiente.

Ray, que había estado observando la escena en silencio, se acercó a Ashley, su mirada preocupada al ver las lágrimas en los ojos de su amiga. —Ashley... —comenzó, pero su voz se apagó cuando vio el cuerpo de Peridot en brazos de Esmeralda. La preocupación se transformó en un miedo palpable—. ¿Qué pasó?

Ashley levantó la vista, sus ojos hinchados por el llanto. —Peridot... ella... —La voz se le quebró, incapaz de continuar. Todo lo que podía hacer era mirarla, su dolor reflejado en cada fibra de su ser.

Esmeralda intercambió una mirada significativa con Lapis antes de posar suavemente una mano en el hombro de Ashley, como para asegurarle que entendía. Lapis, con un gesto silencioso, se agachó junto a Esmeralda, examinando a Peridot con cuidado. Aunque no podía hablar, el lenguaje corporal de Lapis dejaba claro su preocupación. Sus manos temblaban ligeramente mientras acariciaba la mejilla de Peridot, y una sombra de tristeza cruzó su rostro.

Nagisa, aún abrazando a Mary, comenzó a mirar frenéticamente a su alrededor, buscando algo o alguien más. Su mente estaba en estado de pánico, buscando a su hermana más pequeña. —¿Dónde está Sarah? —preguntó, su voz temblando de desesperación—. ¡Mary, ¿dónde está Sarah?!

Mary, sorprendida por la intensidad de la pregunta, negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas. —No lo sé, Nagisa... No la vi desde... desde que... —Su voz se quebró, incapaz de terminar la frase.

La respiración de Nagisa se volvió errática, y comenzó a hiperventilar, sus pensamientos en espiral fuera de control. El pánico la envolvía por completo, y todo lo que podía pensar era en su pequeña hermana, sola y asustada en algún lugar. Sentía que el mundo se cerraba sobre ella, la oscuridad llenando su visión mientras su respiración se aceleraba.

Esmeralda, viendo el estado de Nagisa, no dudó en acercarse rápidamente. Sin decir una palabra, la envolvió en un abrazo firme, envolviéndola con sus brazos fuertes. La mantuvo cerca, permitiéndole llorar en su pecho mientras su propia tristeza quedaba en segundo plano. Sabía que Nagisa necesitaba apoyo ahora más que nunca.

Nagisa se aferró a Esmeralda, sus sollozos desgarradores llenando el aire mientras toda la tensión y el miedo acumulados salían a la superficie. Lloró por lo que había perdido, por el miedo a lo que podría haberle pasado a Sarah, y por la sensación de impotencia que la abrumaba. Esmeralda permaneció en silencio, permitiéndole descargar su dolor sin interrupción, mientras le acariciaba suavemente la cabeza en un intento de consolarla.

Finalmente, cuando Nagisa comenzó a calmarse, Esmeralda la soltó con suavidad, permitiendo que Karla y Mary se acercaran para abrazarla también. Las dos niñas la envolvieron con sus pequeños brazos, tratando de transmitirle todo el consuelo y amor que podían. Nagisa, sintiendo el calor de sus hermanas, se aferró a ellas, respirando profundamente mientras intentaba recuperar la compostura.

Mary, sintiendo que ahora era su momento, miró a las demás, con una determinación renovada en sus ojos. —Tengo algo que decirles —anunció, su voz todavía un poco temblorosa, pero firme. Todos los ojos se volvieron hacia ella, la pequeña de apenas siete años, que parecía tener una resolución más allá de su edad.

El silencio se apoderó del grupo, todas esperando escuchar lo que Mary tenía que decir, mientras la pequeña comenzaba a explicar lo que había estado haciendo con una precisión casi científica, sus palabras tan claras y seguras que era difícil creer que solo tenía siete años.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora