Capítulo 32

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Pasaron varias horas desde que Nagisa y sus hermanas fueron teletransportadas al salón del trono de las Diamantes. Las niñas se quedaron cerca de Spinel, quien había optado por sentarse en el suelo junto al imponente trono. El lugar, a pesar de su grandeza, estaba impregnado de un silencio inquietante. Las luces que una vez iluminaban con esplendor el palacio ahora eran tenues, casi apagadas, como si reflejaran el vacío emocional que sentía la gema rosa.

Spinel, con la mirada perdida en algún punto distante, finalmente rompió el silencio. —Han pasado veinte años desde que este lugar cayó en el olvido,— comenzó, su voz resonando con una tristeza que solo podía nacer de la soledad y el arrepentimiento. Nagisa y sus hermanas la miraron con atención, intrigadas por la historia que la gema tenía para contar.

—Cuando Steven y sus amigos se marcharon,— continuó Spinel, —las cosas comenzaron a cambiar rápidamente. Las Diamantes, mis amigas, intentaron hacer de la Tierra un lugar mejor para todas las gemas. Pero… todo fue en vano.— Spinel hizo una pausa, tragando con dificultad. Sus brazos elásticos se enrollaron alrededor de su cuerpo como si intentara protegerse de los recuerdos dolorosos que estaban surgiendo.

Karla, a pesar de su corta edad, era lo suficientemente perspicaz como para captar el peso de las palabras de Spinel. —¿Qué pasó, Spinel?— preguntó suavemente, acercándose un poco más a la gema. —¿Por qué todo terminó así?—

Spinel soltó un largo suspiro antes de continuar. —La humanidad… no todos, pero muchos… comenzaron a temernos. Después de la desaparición de Steven, creyeron que sin él para protegernos, las gemas éramos una amenaza. Empezaron a atacarnos, capturarnos y, finalmente, a destruirnos. Las Diamantes intentaron razonar con ellos, pero… todo se salió de control.—

Nagisa sintió un nudo en el estómago al escuchar esto. Ya había visto con sus propios ojos la crueldad de los humanos hacia las gemas, pero nunca había imaginado que la destrucción se hubiera extendido tan profundamente.

—¿Y tú? ¿Qué hiciste durante todo este tiempo?— preguntó Nagisa, incapaz de imaginar la soledad que Spinel debía haber soportado durante esos largos años.

Spinel bajó la cabeza, su voz quebrándose al hablar. —Me quedé aquí, esperando que alguien viniera… esperando que las cosas volvieran a ser como antes. Pero nunca lo hicieron. Vi cómo la ciudad caía en ruinas, cómo las gemas que quedaban eran destrozadas en pedazos y esparcidas por todo el mundo. Vi cómo mis amigas, las Diamantes, eran capturadas… y luego… ya no vi más.—

Las palabras de Spinel cayeron pesadamente en el aire, dejando a las niñas en silencio. Mary, siempre la más ingeniosa de las hermanas, pensó en algo que había estado trabajando en su laboratorio improvisado en casa. Con una expresión de determinación, se acercó a Spinel.

—Tengo un gadget,— dijo Mary, levantando su brazo robótico y mostrando un pequeño dispositivo que había diseñado. —Puede reconstruir cosas, piezas rotas, objetos destruidos… Tal vez… tal vez podríamos usarlo para ayudar a traer de vuelta a las gemas de las Diamantes.—

Spinel la miró con una mezcla de esperanza y escepticismo. —¿Crees que eso funcionará?— preguntó, su tono lleno de una cautelosa esperanza.

Nagisa miró a su hermana menor y luego a Spinel. Sabía que era un riesgo, pero también sabía que no podían dejar a las gemas en su estado actual. —Podríamos intentarlo. Pero necesitaríamos encontrar todos los fragmentos de las gemas de las Diamantes primero, ¿verdad?—

Spinel asintió lentamente. —Sí, necesitaríamos encontrar cada fragmento. No será fácil… Los humanos se aseguraron de dispersarlos por todo el mundo para que nadie pudiera reconstruirlas.—

Karla, que había estado escuchando atentamente, dio un paso adelante con una idea. —Podemos buscar. Juntas. No podemos hacerlo solas, pero si trabajamos con otros… tal vez podamos reunir todos los fragmentos.—

Nagisa miró a sus hermanas, sintiendo una determinación renovada. —Spinel, si nos ayudas a encontrar los fragmentos, nosotras te ayudaremos a reconstruir a las Diamantes. Tal vez… solo tal vez… podríamos traerlas de vuelta. Y si lo logramos, podríamos ayudarlas a huir de vuelta a Homeworld, lejos de los humanos.—

Spinel se quedó en silencio por un momento, procesando la propuesta. Finalmente, una pequeña sonrisa se formó en su rostro, aunque todavía había un atisbo de tristeza en sus ojos. —Es un trato. Haré todo lo que pueda para ayudarlas.—

Las niñas se sintieron aliviadas al ver a Spinel unirse a su causa. Aunque el camino por delante sería largo y lleno de peligros, sabían que era lo correcto. Nagisa extendió la mano, y Spinel la tomó, sellando su alianza con un apretón firme.

Antes de que pudieran discutir más sobre su plan, el teletransportador volvió a activarse. La luz comenzó a rodearlas una vez más, preparándolas para regresar a la Tierra.

—Recuerden,— dijo Spinel mientras la luz las envolvía, —el tiempo es crucial. Cuanto antes encontremos los fragmentos, mejor.—

Nagisa asintió, sus ojos llenos de determinación. —Lo haremos. No pararemos hasta que las hayamos reunido todas.—

Con esas palabras, la luz las transportó de vuelta al mundo que conocían. El trono de las Diamantes desapareció de su vista, pero el peso de su misión permaneció en sus corazones.

Cuando sus pies tocaron el suelo nuevamente, estaban de vuelta en las ruinas de Beach City. El aire fresco y el sonido del mar les dieron la bienvenida, pero las niñas sabían que su misión apenas comenzaba.

Nagisa miró a sus hermanas, todas listas para lo que viniera. —Volvamos a casa y preparemos todo. Esto va a ser difícil, pero juntas podemos lograrlo.—

Spinel, aunque se había quedado en el trono de las Diamantes, había dejado una parte de su esperanza con ellas. Sabía que si alguien podía salvar a las gemas, era este pequeño grupo de humanas valientes.

**Continuará…**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora