Capítulo 199

7 0 0
                                    

El aire en la sala era denso y pesado, lleno de la tensión y el miedo que colgaban en el ambiente. Los gritos y el llanto de las chicas aún resonaban en los oídos de todos, pero un sonido sobresalía sobre los demás: el de las lágrimas silenciosas de Karla, Mary y Sarah mientras miraban a su hermana mayor, Nagisa, tendida en el suelo, con el abdomen empapado de sangre.

Nagisa había tratado de levantarse momentos antes, de aferrarse a esa pequeña chispa de fuerza que aún quedaba en su agotado cuerpo, pero apenas lo intentó, sus piernas cedieron y cayó al suelo, su cuerpo convulsionando de dolor. La herida en su abdomen no dejaba de sangrar, un charco oscuro formándose bajo ella, empapando la tela de su ropa y el suelo a su alrededor.

Karla fue la primera en lanzarse hacia su hermana, con los ojos llenos de pánico, sus pequeñas manos temblando mientras intentaba inútilmente detener la sangre que brotaba de la herida. —¡Nagisa, por favor! ¡No te mueras, por favor! —gritaba Karla, su voz llena de desesperación mientras presionaba con fuerza la herida, pero no servía de nada. La sangre no dejaba de salir, y el color en el rostro de Nagisa empezaba a desvanecerse lentamente.

Mary, con su brazo robótico estirado, se acercó rápidamente, dejando caer de golpe su pequeño cuerpo al lado de Nagisa. A pesar de ser la más estoica de las hermanas, los sollozos empezaban a brotar de su pecho, y su única mano temblaba mientras intentaba hacer algo, cualquier cosa, para salvar a su hermana. —Nagisa... no... no puedes irte. Prometiste que siempre estarías con nosotras. No... ¡no nos puedes dejar! —dijo Mary, pero su voz se rompía a medida que las lágrimas caían de sus ojos.

Sarah, la más pequeña de todas, se quedó congelada por un momento, sus ojos grandes y llenos de miedo clavados en el rostro de su hermana mayor. No entendía del todo lo que estaba pasando, pero sabía que algo terrible estaba ocurriendo. Sus pies descalzos dieron pasos tambaleantes hacia Nagisa, y cuando finalmente llegó, cayó de rodillas junto a ella, sus manitas pequeñas agarrando la manga rasgada de la camisa de su hermana. —Nagi... no te vayas... no te vayas —suplicaba Sarah en un murmullo apenas audible, su rostro empapado en lágrimas, sin poder contener el miedo que sentía en su pequeño corazón.

Nagisa, con una sonrisa débil en los labios, apenas podía mantener los ojos abiertos. El dolor era insoportable, pero más que eso, lo que le dolía era ver el miedo en los ojos de sus hermanas. Quería abrazarlas, decirles que todo iba a estar bien, pero apenas podía moverse. Aun así, con el último esfuerzo que le quedaba, levantó una mano temblorosa y la pasó por el cabello de Karla, luego por el rostro de Mary, y finalmente tocó la mejilla de Sarah. —No... llores, Sarah... Mary... Karla... —susurró, su voz tan baja que apenas podía oírse, pero lo suficientemente fuerte como para que sus hermanas dejaran de llorar por un segundo y se inclinaran hacia ella para escuchar sus palabras.

—Yo... siempre voy a estar con ustedes. Siempre —dijo Nagisa con una sonrisa agotada, su mano ahora caída inerte al lado de su cuerpo. —Las protegeré... no importa dónde esté... no importa lo que pase. Siempre... —pero antes de que pudiera terminar, su voz se desvaneció. Sus párpados comenzaron a cerrarse, y aunque intentó resistir, el cansancio y el dolor la vencieron. Sus ojos se cerraron lentamente, y su respiración se hizo cada vez más débil hasta que, finalmente, cayó en un profundo y oscuro silencio.

—¡Nagisa! —gritó Karla, su voz desgarrada por el miedo y la angustia. Sacudió a su hermana, tratando de despertarla, pero Nagisa no respondía. —¡Nagisa, por favor, despierta! ¡No te vayas! —suplicaba mientras sus manos intentaban inútilmente detener el flujo de sangre que seguía brotando de la herida.

Mary, por su parte, se quedó en silencio, su única mano cubriendo su boca mientras las lágrimas rodaban sin control por sus mejillas. Su hermana, la persona que siempre había sido su pilar, ahora estaba al borde de la muerte, y ella no podía hacer nada. No podía arreglar lo que estaba roto, no podía curar lo que estaba herido. Se sentía impotente, pequeña y frágil, y esa sensación la aterrorizaba más que cualquier cosa.

Sarah, la pequeña Sarah, rompió a llorar con más fuerza al ver cómo Nagisa cerraba los ojos. —Nagi... por favor... no nos dejes... no nos dejes solas... —lloraba, abrazándose al pecho de su hermana mayor, buscando consuelo en el cuerpo frío y sin respuesta de Nagisa.

El tiempo parecía detenerse mientras las tres hermanas se aferraban a su hermana mayor, cada una de ellas suplicando de la única manera que sabía. El dolor, la desesperación y el miedo llenaban la sala, envolviendo a las tres niñas en una oscuridad sofocante. El mundo a su alrededor parecía desmoronarse mientras el peso de la realidad caía sobre ellas como una avalancha imparable.

Karla no podía soportarlo más. Con los puños apretados y las lágrimas fluyendo sin control, se levantó de golpe y gritó con todas sus fuerzas. —¡No puedes dejarnos! ¡No puedes! ¡Prometiste que siempre estarías aquí! ¡Nagisa! —Su voz resonó en la habitación, pero solo fue recibida por el silencio.

Mary, que siempre había sido la más fuerte, se desplomó al lado de su hermana mayor, abrazando su cuerpo mientras su respiración se convertía en sollozos irregulares. —No puedes irte, Nagisa... por favor... no nos dejes solas... —murmuró, su voz ahogada por el llanto, mientras enterraba su rostro en el pecho de su hermana.

Sarah, que apenas podía comprender lo que estaba sucediendo, simplemente se aferraba a la pierna de Nagisa, su pequeño cuerpo temblando de miedo. —No quiero estar sola... no sin ti, Nagi... —murmuró entre sollozos, su inocente corazón roto al ver a la persona que más amaba en el mundo caer en ese estado.

**Continuará...**

🎉 Has terminado de leer Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1 🎉
Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora