Capítulo 132

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El grupo avanzaba lentamente a través del espeso bosque, sus pasos resonaban con un eco sordo entre los árboles. El aire estaba pesado, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración, expectante de lo que vendría. Nagisa, caminando al frente, no podía dejar de lanzar miradas preocupadas a su alrededor. Cada crujido, cada sombra entre los árboles la hacía temblar de miedo. Karla, su hermana de 10 años, caminaba a su lado, demasiado callada para su carácter, lo que solo aumentaba la angustia de Nagisa.

—¿Crees que Sarah y Mary estarán bien? —preguntó Karla en un tono apenas audible.

Nagisa tragó saliva, forzándose a mantener la calma por el bien de su hermana.

—No lo sé, Karla —respondió honestamente, su voz temblando. —Pero vamos a encontrarlas. Aria está haciendo un buen trabajo guiándonos, y no vamos a rendirnos.

Aria, la pequeña perrita, avanzaba con decisión, olfateando el suelo y las hojas caídas. Sus ladridos suaves y ocasionales eran lo único que rompía el inquietante silencio.

Ashley, un poco más atrás, caminaba con la mirada clavada en el cuerpo inconsciente de Peridot, que descansaba en los brazos de Esmeralda, quien cargaba a la gema con la misma facilidad con la que se cargaría a un niño dormido. Pero para Ashley, cada segundo que pasaba veía cómo la vida de Peridot se desvanecía más y más. No podía quitarse de la cabeza la imagen de Peridot desplomándose en el suelo, herida, y la impotencia de no haber podido hacer nada para evitarlo.

—No debí dejar que te lastimaras —murmuró para sí misma, los ojos llenándose de lágrimas de nuevo. —Tenías que estar bien... tenías que estar bien para poder salvarnos a todas... y ahora eres tú la que está sufriendo.

Esmeralda, cargando el peso de Peridot, observaba a Ashley de reojo. No podía hablar, pero con solo una mirada entendía lo que la chica sentía. Le lanzó una suave sonrisa cargada de comprensión y cariño, sabiendo lo difícil que era para Ashley lidiar con esa situación. Al ver que la mirada de Ashley no se apartaba de Peridot, Esmeralda hizo un gesto con la cabeza, como si le indicara que todo estaría bien. Sabía lo que Ashley sentía por Peridot, y con ese simple gesto, trataba de calmar su angustia.

Mientras avanzaban, Karla comenzó a caminar junto a Lapis, buscando algo que la distrajera de la preocupación por sus hermanas menores.

—¿Cómo haces para no estar siempre asustada? —le preguntó de pronto Karla. Su pregunta era honesta y directa, como solo un niño de su edad podría preguntar.

Lapis, que caminaba en silencio con su mirada fija en el horizonte, volvió su rostro hacia Karla. No podía responder con palabras, pero hizo un gesto con sus manos, dibujando en el aire un movimiento fluido y sereno. Era como si le dijera que el miedo siempre está ahí, pero que lo importante era saber cómo fluir con él, como el agua que sigue su curso a pesar de los obstáculos.

Karla, aunque no lo entendió por completo, sonrió. Sentía una conexión especial con Lapis. Aunque la gema no podía hablar, sus gestos y expresiones siempre la hacían sentir comprendida, como si estuvieran compartiendo algo más allá de las palabras.

—Quizás algún día pueda ser tan fuerte como tú —dijo Karla, mirando hacia adelante. Lapis respondió con una leve sonrisa, y le revolvió el cabello suavemente con una mano.

El grupo continuaba avanzando, pero cada paso que daban hacía que el aire se volviera más denso, como si el bosque mismo se estuviera cerrando sobre ellas. Nagisa sentía un nudo en el estómago, su preocupación por Sarah y Mary se hacía cada vez más insoportable. La pequeña Sarah solo tenía 4 años, y pensar en ella perdida, sola y vulnerable en un lugar tan peligroso, la aterraba. Las lágrimas comenzaron a arremolinarse en sus ojos, pero Nagisa las mantuvo a raya. No podía permitirse colapsar ahora; sus hermanas dependían de ella.

—Sarah... Mary... —susurró en voz baja, sus manos temblando. —Por favor, que estén bien.

Ashley también estaba al límite. Cada paso que daba con Peridot inconsciente en brazos de Esmeralda la hacía sentir como si estuviera caminando sobre un abismo. El miedo de perderla la mantenía en una constante tormenta interna, y no podía evitar preguntarse si había hecho lo suficiente para salvar a sus amigas, a las gemas, a todos. No podía dejar de apretar los puños, como si al hacerlo pudiera mantener a Peridot anclada a este mundo.

Lapis y Karla, caminando juntas, intercambiaban pequeños gestos de amistad. Aunque el peligro acechaba en cada rincón del bosque, su conexión crecía. Lapis señalaba cosas con la mano, pequeños signos de la naturaleza, como una forma de mostrarle a Karla que incluso en medio del caos, había belleza a su alrededor. Karla, curiosa y con su mente siempre inquieta, seguía cada señal con atención, como si estuviera aprendiendo a ver el mundo a través de los ojos tranquilos de Lapis.

El grupo avanzaba con determinación, pero el bosque se hacía más oscuro a medida que se adentraban en él. La preocupación pesaba sobre sus hombros como una sombra que no podían sacudir. Aria, la perrita, seguía olfateando el camino, sus pequeños ladridos guiando al grupo por senderos que parecían inexplorados.

De repente, Aria comenzó a ladrar con más intensidad, como si hubiera encontrado algo.

—¡Aria, qué pasa! —exclamó Nagisa, corriendo hacia la perrita. Su corazón latía con fuerza en su pecho, esperando que esos ladridos significaran buenas noticias.

Ashley, Karla, Lapis, y Esmeralda se detuvieron, sus corazones acelerándose. Aria corría más rápido, y el grupo la siguió de cerca, sus pasos apresurados resonando en el suelo húmedo del bosque.

Los ladridos de Aria las condujeron a una pequeña colina, y cuando alcanzaron la cima, se detuvieron en seco. A lo lejos, entre los árboles quemados y el humo que aún se levantaba de los escombros, se veían las ruinas de un edificio.

Nagisa sintió cómo su corazón se aceleraba aún más. Ashley entrecerró los ojos, tratando de enfocar mejor la vista. Esmeralda y Lapis intercambiaron una mirada cargada de tensión.

—Es... el laboratorio —murmuró Ashley, con la voz entrecortada.

A lo lejos, entre las sombras y la destrucción, vieron figuras moviéndose, y Nagisa supo en ese instante que eran ellas. Sus amigas estaban ahí.

Pero aún no podían respirar con alivio. El peligro seguía acechando. Nagisa, Ashley, Karla, Lapis y Esmeralda se miraron mutuamente, sabiendo que lo más difícil aún estaba por venir.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora