Capítulo 184

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La luz tenue que entraba por la pequeña ventana polvorienta apenas iluminaba la habitación donde Peridot se encontraba, sentada en el suelo con las piernas abrazadas contra su pecho. Su cuerpo temblaba, no de frío, sino por las emociones intensas que la atravesaban como un huracán. La rabia, el dolor y la culpa la consumían desde lo más profundo de su ser, y las lágrimas caían incesantemente por su rostro. Peridot, que siempre había sido una figura lógica y calculadora, ahora estaba sumida en un torbellino emocional que no podía controlar.

No podía entender cómo había llegado a ese punto. —"¿Cómo pude hacerle eso a Ashley?"— se repetía una y otra vez en su mente. Cada vez que cerraba los ojos, revivía el momento en que empujó a Ashley, sintiendo cómo su propia rabia había controlado su cuerpo y la había hecho actuar de una manera que nunca pensó posible. Ashley, la persona que más la había apoyado, la que siempre estaba a su lado... Y ahora la había lastimado. Peridot se había convertido en lo que más odiaba: alguien capaz de herir a los demás sin razón.

El sonido de sus sollozos llenaba la habitación, resonando en las paredes vacías. Quería gritar, golpear algo, cualquier cosa que pudiera ayudarla a liberar el nudo de culpa que se formaba en su pecho. Pero no podía. Estaba atrapada en su propio sufrimiento, incapaz de escapar.

Sus manos temblaban mientras trataba de retener las lágrimas, pero cada intento era inútil. Las lágrimas seguían cayendo, y con ellas, la realización de lo que sentía por Ashley se hacía cada vez más clara. —"La amo..."— El pensamiento, aunque devastador en ese momento, era cierto. Había estado ahí todo el tiempo, pero Peridot lo había ignorado, tal vez por miedo o por no entender completamente sus propios sentimientos.

"La amo,"— se repitió mentalmente, su cuerpo temblando con más fuerza. Pero ahora, después de lo que había hecho, ¿cómo podría mirarla a los ojos? ¿Cómo podría explicarle lo que había pasado? ¿Cómo podría siquiera pensar en acercarse a ella de nuevo sin recordar el momento en que la empujó?

Peridot se llevó las manos al rostro, tratando de sofocar los sollozos que escapaban de sus labios entrecortados. El dolor en su pecho era insoportable. No solo por lo que le había hecho a Ashley, sino porque ahora comprendía lo mucho que significaba para ella. Ashley había sido su ancla, su compañera, la única que parecía entenderla, y ahora todo eso estaba en peligro.

En su mente, las palabras seguían repitiéndose una y otra vez, como un mantra: —"La amo, pero la lastimé."

El dolor de esa realización la atravesaba como un cuchillo. Cada lágrima que caía de sus ojos llevaba consigo una parte de su culpa, pero también de su miedo. Miedo a que Ashley no la perdonara, miedo a haber arruinado lo que tenían.

Durante lo que parecieron horas, Peridot permaneció en esa habitación, consumida por sus propios pensamientos y emociones. El tiempo dejó de tener sentido mientras su mente seguía repitiendo la misma frase, como si al decirlo una y otra vez pudiera encontrar una solución. Pero no había solución fácil. Sabía que tenía que disculparse, pero no sabía cómo hacerlo. No sabía si Ashley la perdonaría. Y eso la aterrorizaba.

Finalmente, entre sus sollozos, un pensamiento diferente se abrió paso entre la oscuridad. Amatista. Su mejor amiga, la que había estado a su lado durante tantos años, ahora estaba atada en otra habitación, sola y llena de la misma rabia que Peridot había sentido. Pero, a diferencia de ella, Amatista no había tenido la oportunidad de reflexionar, de procesar lo que había hecho.

Peridot levantó la cabeza, todavía llorando, pero ahora con una determinación creciente. No podía dejar que Amatista sufriera sola. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero también sabía que no era un monstruo. Nadie debía ser tratado como un animal, como un ser peligroso que debía estar contenido. Amatista no era eso. Ella era parte de las Crystal Gems, una amiga, alguien que había luchado y sacrificado tanto por todas ellas. No podía quedarse ahí, llorando por sus propios errores, mientras su amiga estaba atrapada.

Con las piernas temblorosas, Peridot se levantó del suelo, sintiendo el peso de sus emociones en cada movimiento. Se secó las lágrimas con el dorso de la mano, aunque sus ojos aún estaban enrojecidos por el llanto. Sabía que no podía enfrentarse a Ashley en ese momento. No después de lo que había pasado. Pero Amatista... Amatista necesitaba de ella. No podía dejarla sola en esa habitación, atada y llena de tristeza.

El corazón de Peridot latía con fuerza mientras se dirigía hacia la puerta. Cada paso que daba era un recordatorio de lo que debía hacer, de lo que era correcto. Aunque su mente estaba todavía llena de confusión, había una cosa clara: no podía dejar que Amatista siguiera atada. No podía permitir que su amiga sufriera más de lo que ya había sufrido.

Abrió la puerta de la habitación donde se encontraba y salió al pasillo, sus pasos resonando en el suelo de madera crujiente. El camino hacia la habitación donde Amatista estaba confinada no era largo, pero para Peridot, cada paso se sentía eterno. Sabía que lo que iba a hacer no sería fácil. Sabía que las demás no estarían de acuerdo, pero también sabía que no podía seguir ignorando lo que sentía.

Cuando finalmente llegó a la puerta de la habitación de Amatista, Peridot se detuvo por un momento, su mano temblando en el picaporte. Podía sentir el peso de la decisión que estaba a punto de tomar, pero no podía retroceder ahora. Tenía que ver a Amatista, tenía que hablar con ella, aunque las palabras no pudieran ser escuchadas por las demás.

Tomó aire y abrió la puerta lentamente, el chirrido de las bisagras resonando en el aire denso. La habitación estaba oscura, y en el centro, Amatista estaba sentada en el suelo, con la cabeza gacha y las manos todavía atadas. La visión de su amiga, tan abatida y sola, hizo que el corazón de Peridot se encogiera aún más.

Amatista no levantó la vista cuando Peridot entró, pero Peridot sabía que ella podía sentir su presencia. La tristeza y la rabia en la habitación eran palpables, casi como una neblina que envolvía todo.

Peridot se acercó lentamente, sus pasos silenciosos en el suelo. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se arrodilló frente a Amatista, sus ojos aún llenos de lágrimas. Quería decir algo, quería hacerle saber que no estaba sola, pero las palabras no salían. Todo lo que podía hacer era estar ahí, con ella, esperando que su presencia fuera suficiente.

El silencio entre ellas era abrumador, pero Peridot sabía que, aunque no pudieran hablar, compartían un entendimiento mutuo. Ambas estaban rotas, ambas habían cometido errores, pero eso no las definía. No aún.

Finalmente, Peridot extendió su mano hacia Amatista. Era un gesto pequeño, pero lleno de significado. No estaba sola, y Peridot haría todo lo posible por ayudarla, aunque no supiera cómo.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora