Capítulo 137

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Nagisa y Esmeralda comenzaron a caminar en silencio de regreso hacia las ruinas del laboratorio. El ambiente estaba cargado de tensión, pero también de una comprensión silenciosa. La figura alta de Esmeralda caminaba con pasos firmes a su lado, y aunque no podía hablar, su presencia sola le daba a Nagisa la sensación de no estar completamente sola en su dolor.

Mientras caminaban, la mente de Nagisa se sumergió en los recuerdos oscuros de su infancia, recuerdos que prefería mantener enterrados, pero que ahora emergían con fuerza, arrastrándola a un abismo emocional que había evitado por mucho tiempo.

Primero, recordó el día en que nació Karla. Era una niña pequeña, apenas entendiendo el caos que vivía en su casa, pero sabía lo suficiente para reconocer el peligro. Sus padres siempre habían sido erráticos, impulsivos y violentos, pero después de que nació Karla, las cosas empeoraron. El llanto de un bebé era una constante fuente de irritación para ellos, y Nagisa pronto entendió que si no intervenía, Karla estaría en peligro.

"Recuerdo... cómo la tomé en brazos por primera vez..." pensaba Nagisa, su mente transportándose a aquella pequeña casa oscura, con los gritos de sus padres resonando desde otra habitación. "Era tan pequeña... tan frágil. Mi madre estaba gritando porque Karla no paraba de llorar, y yo... yo supe que tenía que hacer algo."

Con solo cinco años, había tomado a Karla en brazos y la había acunado en un rincón oscuro de la casa, donde los gritos no pudieran alcanzarlas. Recordaba el calor del cuerpo de Karla, su respiración agitada mientras lloraba, y el miedo aplastante que sentía en su pecho. "No te preocupes, Karla. Yo te protegeré..." había susurrado en aquel momento, sin saber si podría cumplir con esa promesa, pero determinada a intentarlo.

A medida que Karla creció, los maltratos de sus padres no cesaron. Nagisa había sido testigo de cosas que ninguna niña debería ver. Sus padres lanzando cosas, insultándose, y cuando no había nadie más a quien golpear, ellos descargaban su frustración sobre sus hijas. Karla era la más inquieta de todas, y eso no ayudaba. Pero Nagisa siempre estaba allí, siempre interponiéndose entre sus padres y sus hermanas, tomando los golpes, los insultos y el dolor para que ellas no tuvieran que hacerlo.

Cuando nació Mary, la situación empeoró aún más. Nagisa, con apenas ocho años, se encontró a cargo de otra vida más. "Mamá y papá estaban demasiado ocupados destruyéndose a sí mismos como para cuidar de Mary," recordó con amargura.

Una noche en particular se le quedó grabada en la memoria. Tenía nueve años, y Karla, Mary y ella estaban acurrucadas en la pequeña habitación que compartían. Afuera, sus padres gritaban furiosos el uno al otro, los ruidos de vidrios rotos y muebles golpeando las paredes llenaban la casa. Nagisa sabía que, eventualmente, vendrían por ellas.

"No podía permitir que las tocaran... no podía dejar que las lastimaran." Había recogido a Mary, que apenas era una bebé en ese momento, y había ordenado a Karla que se escondiera debajo de la cama. Los ruidos se hacían más fuertes, y Nagisa recordó el miedo absoluto que la había paralizado en aquel instante, pero había logrado controlar sus emociones. "Las protegeré. Como siempre lo hago."

El recuerdo más vívido y desgarrador llegó cuando pensó en Sarah. Había sido el momento más difícil de su vida: la llegada de su hermana pequeña al mundo. Para entonces, sus padres estaban en el punto más bajo de su espiral de autodestrucción. Ninguno de los dos estaba realmente interesado en criar a otra hija, y todo el peso había recaído sobre Nagisa.

"Recuerdo el día en que la trajeron a casa. Sarah... era tan pequeña, y mamá apenas la miraba." La bebé lloraba constantemente, y Nagisa sabía que cada vez que eso sucedía, el peligro se cernía sobre ellas. Era su deber calmarla, cuidarla, alimentarla, porque si no lo hacía, algo terrible sucedería.

"Te protegeré, Sarah. A ti también," había prometido una vez más, sabiendo que esa carga que llevaba sobre sus hombros se hacía más pesada cada día.

Esmeralda caminaba en silencio a su lado, pero de vez en cuando lanzaba miradas preocupadas a Nagisa. Sabía que algo estaba sucediendo dentro de la joven, que los recuerdos estaban consumiéndola, y que el dolor que llevaba era más profundo de lo que cualquiera podía imaginar.

El recuerdo más doloroso de todos, sin embargo, llegó con la imagen del accidente con las gemas Rubí. Fue un día que cambiaría su vida para siempre, un día que la había dejado marcada no solo físicamente, sino también emocionalmente.

Había estado caminando con sus hermanas por un callejón, cuando de repente, todo sucedió tan rápido. Una serie de Rubíes enloquecidas habían comenzado a pelear entre sí, destruyendo todo a su alrededor. Nagisa, instintivamente, había empujado a Karla, Mary y Sarah fuera del camino, asegurándose de que no las golpearan. "Tenía que protegerlas. Tenía que salvarlas, no importaba lo que sucediera."

Pero esa decisión le costó caro. Una de las Rubíes, en un momento de furia, había lanzado una enorme roca que Nagisa no pudo esquivar por completo. La piedra la golpeó directamente en el rostro, hiriéndola gravemente y dejándola sin el uso de su ojo derecho para siempre. Aun así, había logrado salvar a sus hermanas, y eso era lo único que importaba.

El dolor de ese día seguía presente en su cuerpo, pero más aún en su corazón. Había fallado en protegerse a sí misma, pero nunca había permitido que ninguna de sus hermanas sufriera. Esa era la única forma en la que podía justificar el sacrificio que había hecho.

A medida que Nagisa y Esmeralda se acercaban a las ruinas del laboratorio, las lágrimas silenciosas comenzaban a correr por su rostro. Esmeralda, percibiendo la angustia de la joven, se inclinó ligeramente y le ofreció una mirada reconfortante. Aunque no podía hablar, sus gestos eran más que suficientes para expresar lo que sentía: que Nagisa no estaba sola, que siempre habría alguien allí para ayudarla a llevar esa carga.

Cuando Nagisa se detuvo, respirando profundamente, supo que tenía que disculparse. No solo con sus hermanas, sino con todo el grupo. Había permitido que su miedo y su rabia la controlaran, y eso la había llevado a lastimar a las personas que más amaba. Pero aún había tiempo para corregirlo, aún podía enmendar sus errores.

"He cometido tantos errores," pensó mientras observaba el horizonte. "Pero no puedo rendirme. No ahora."

Esmeralda, como si entendiera sus pensamientos, le dio un suave empujón en el hombro, alentándola a seguir adelante. Y juntas, continuaron su camino hacia las ruinas del laboratorio, sabiendo que el viaje que las esperaba aún estaba lleno de obstáculos, pero también de esperanza.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora