Capítulo 47

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La fría e imponente estructura de Homeworld se alzaba en el vacío del espacio, brillante y alienígena, una joya de ingeniería y tiranía que, durante eones, había gobernado con puño de hierro sobre las Gemas. En el corazón de esta vasta y solitaria fortaleza se encontraba el trono de las Diamantes, un lugar que había visto los momentos más oscuros y brillantes de la historia de las Gemas. Ahora, ese trono estaba vacío, pero su majestuosa presencia seguía impregnando la sala con un aura de poder y desolación.

Frente al trono, una figura solitaria se encontraba rodeada de tecnología alienígena y pantallas holográficas que proyectaban imágenes de diferentes rincones del universo. Spinel, la gema que alguna vez fue la compañera alegre y juguetona de Pink Diamond, observaba en silencio las pantallas que mostraban todo lo que sucedía en la Tierra. Sus ojos, alguna vez llenos de vida y energía, ahora brillaban con una mezcla de desesperación y determinación.

El rostro de Spinel, tenso y sombrío, reflejaba el conflicto interno que la había atormentado durante tanto tiempo. Las líneas de su sonrisa perpetua parecían más pronunciadas, casi forzadas, como si estuviera usando esa expresión para ocultar la verdadera tormenta de emociones que rugía dentro de ella. Había pasado tanto tiempo desde que había sentido verdadera alegría, desde que había sido la juguetona y despreocupada gema que Steven y sus amigos conocieron alguna vez.

Con un movimiento lento y calculado, Spinel extendió su mano hacia una de las pantallas más grandes, activando un canal de comunicación encriptado que la conectaba directamente con la Tierra, más específicamente, con el hombre que había cambiado el curso de su vida y la había obligado a tomar decisiones que jamás hubiera imaginado. La pantalla brilló al recibir la señal, y la figura de Maximiliano apareció frente a ella.

El rostro de Maximiliano, severo y calculador, llenó la pantalla. Sus ojos penetrantes parecían examinar cada rincón de la sala en Homeworld, como si pudiera percibir la presencia de Spinel a través de la distancia. Su expresión era la de un hombre acostumbrado a tener el control, a manipular las piezas del tablero de ajedrez en su favor sin que nadie pudiera detenerlo. Había algo imponente en su mirada, una frialdad que solo los que han jugado con la vida y la muerte pueden poseer.

—Maximiliano —comenzó Spinel, su voz fría y calculadora, un eco de lo que alguna vez fue. Las palabras se sentían pesadas en su boca, como si cada sílaba la condenara más a lo que estaba a punto de hacer—. Las niñas lo lograron. Han liberado a Peridot.

Maximiliano no mostró ninguna sorpresa. Para él, esto era solo un pequeño revés, algo que ya había anticipado. —Lo sé, Spinel. Sabía que encontrarían la manera de hacerlo. Son más inteligentes de lo que parecen —respondió, su tono frío y distante, casi como si estuviera hablando de piezas de un juego y no de personas reales.

Spinel bajó la mirada, incapaz de soportar la intensidad de sus propios pensamientos. Había sido ella quien alertó a los soldados. Había sido ella quien traicionó a esas niñas, a Ashley, Jasmin, Nagisa y las demás. Todo para seguir un plan que ni siquiera sabía si funcionaría, un plan que la alejaba cada vez más de lo que alguna vez fue.

—Maximiliano —continuó, intentando que su voz no traicionara la culpa que sentía—. Ya están en camino. Si logran reunir a todas las Crystal Gems y arreglar las gemas de las Diamantes... —Hizo una pausa, sintiendo el peso de sus palabras—. Sabes lo que eso significará.

Maximiliano asintió, su expresión no mostraba ninguna compasión o arrepentimiento. —Lo sé. Pero ahí es donde entras tú, Spinel. Si logran arreglar las gemas, las atraerás de vuelta a Homeworld. Y entonces, yo las capturaré. Es la única manera de asegurarnos de que esto termine de una vez por todas.

El silencio se extendió entre ellos, una pausa cargada de tensión y de las emociones no expresadas de Spinel. Ella había aceptado este acuerdo con la esperanza de recuperar a las Diamantes, sus únicas amigas, pero ahora, mientras el plan avanzaba, se daba cuenta de lo que realmente significaba.

—Maximiliano... —La voz de Spinel tembló ligeramente, un atisbo de la Spinel que alguna vez fue asomando por un instante—. ¿Y si... y si no hay otra manera? ¿Y si todo esto es en vano?

Maximiliano la miró fijamente, su voz cortante y firme. —No hay otra manera, Spinel. Esto es lo que debes hacer si quieres volver a ver a las Diamantes. No puedes echarte atrás ahora. Todo está en tus manos.

Spinel asintió lentamente, su mirada volviendo a endurecerse mientras reprimía las emociones que la invadían. Sabía que tenía razón. Este era el único camino que había elegido, y no podía detenerse ahora, no podía permitirse tener dudas.

—Muy bien. —Finalmente, su voz recuperó su fría determinación—. Lo haré. Atraeré a las Crystal Gems a Homeworld, y entonces podrás capturarlas.

Maximiliano asintió con satisfacción. —Sabía que podía contar contigo, Spinel. No olvides lo que está en juego.

Con esas palabras, la pantalla se apagó, dejando a Spinel sola una vez más en la vasta sala del trono. El eco de las últimas palabras de Maximiliano resonó en su mente, un recordatorio de lo que había aceptado hacer. Sabía que estaba traicionando a las niñas, a las Crystal Gems, y a su propia historia. Pero también sabía que, para ella, no había vuelta atrás.

Spinel se quedó allí, inmóvil, sus ojos clavados en el vacío. Recordó los momentos felices con Steven, aquellos días en que había sido rescatada de la oscuridad por la bondad de un niño que nunca la había abandonado, incluso cuando ella lo había hecho. Un suspiro escapó de sus labios, un susurro casi inaudible que se perdió en la inmensidad de la sala.

—Lo siento, Steven —murmuró finalmente, su voz quebrada por la culpa y la desesperación—. Lo siento mucho... No puedo hacerlo... No puedo ser como tú...

Sus palabras se desvanecieron en el aire, y con ellas, un pedazo de su alma se rompió aún más. Sabía que Steven no habría aprobado lo que estaba haciendo, sabía que él nunca habría traicionado a sus amigas de esta manera. Pero Spinel no era Steven. Ella no era la heroína de esta historia. Era solo una gema rota, atrapada en una red de desesperación y decisiones imposibles.

Lentamente, se dio la vuelta y se alejó del trono vacío. La vasta sala la envolvió en su fría soledad mientras se dirigía hacia las sombras, sintiendo que cada paso que daba la alejaba más y más de la luz que Steven alguna vez le había mostrado. Pero aunque la culpa la consumía, sabía que no tenía otra opción. Había hecho una promesa, y ahora debía cumplirla, sin importar el costo.

El trono de las Diamantes permaneció vacío, silencioso, testigo de la traición que estaba por venir. Y en ese silencio, el espíritu de Steven pareció murmurar desde algún rincón lejano del universo, un recordatorio de que, aunque las cosas se veían oscuras, siempre había una chispa de esperanza. Pero esa chispa, para Spinel, se estaba apagando lentamente, dejándola en una oscuridad cada vez más profunda.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora