Capítulo 169

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El aire en Green City se volvía más pesado con cada paso que el grupo daba hacia el corazón de la ciudad abandonada. Las calles estaban vacías, los edificios en ruinas y las sombras parecían alargarse de manera antinatural, como si estuvieran envolviendo a las chicas y a las gemas. La sensación de desasosiego crecía, y para Ray, la presión en su pecho se hacía insoportable.

Mientras caminaban, sus recuerdos comenzaron a fluir como un torrente descontrolado. Las imágenes de cuando tenía seis años, de sus padres alejándose y dejándola en esas mismas calles, comenzaron a arremolinarse en su mente. Recordaba la oscuridad, el frío y el hambre, la desesperación de estar sola en un lugar que no entendía. Y sobre todo, recordaba los lobos. Aquella manada que la había acechado durante lo que parecieron horas, sus ojos brillando en la penumbra, sus dientes relucientes, listos para devorarla. El pánico se apoderó de ella entonces, como lo hacía ahora.

Ray apretó los puños, intentando controlar su respiración, pero su pecho se agitaba violentamente. Sentía el sudor frío recorriéndole la frente y las manos le temblaban sin control. Intentaba mantener el ritmo del grupo, pero cada vez le costaba más seguir adelante. La ciudad, que ya de por sí era sombría, parecía distorsionarse ante sus ojos, como si se cerrara sobre ella. El sonido de los pasos del grupo y susurros de las gemas se desvanecía lentamente, siendo reemplazado por el rugido ensordecedor de su propio corazón latiendo en sus oídos.

—Ray, ¿estás bien? —preguntó Nagisa, quien la miraba de reojo, notando cómo la chica respiraba con dificultad.

Ray no respondió. Sus pensamientos estaban atrapados en el pasado. La ciudad que la rodeaba comenzaba a desmoronarse en su mente, convirtiéndose en una prisión de memorias, una pesadilla de la que no podía escapar. Cada calle que doblaban le recordaba las interminables horas de soledad, los callejones oscuros por los que había corrido intentando huir de los lobos. Su respiración se volvió más agitada, hasta que finalmente, se detuvo en seco.

Jasmin fue la primera en notarlo. Observó cómo Ray se detenía, su cuerpo tembloroso y su mirada perdida en algún punto lejano, más allá de la realidad presente.

—Ray, ¿qué sucede? —preguntó con voz suave, acercándose a ella, pero Ray no parecía escucharla.

—No puedo... no puedo... —comenzó a susurrar Ray, sus ojos abiertos de par en par, con el terror pintado en ellos—. ¡No puedo hacerlo! No quiero estar aquí, no otra vez...

Nagisa se giró completamente hacia ella, con una expresión de preocupación profunda.

—Ray, respira. Estamos contigo —intentó calmarla, pero Ray estaba demasiado atrapada en su propio pánico.

Las gemas, aunque no podían hablar, comenzaron a moverse inquietas. Perla se inclinó hacia Jasmin, transmitiéndole un mensaje silencioso que solo la chica pudo entender.

—Perla dice que debemos detenernos, que Ray está teniendo una crisis —explicó Jasmin.

Pero ya era demasiado tarde. El ataque de ansiedad de Ray estaba en su punto más alto. Su respiración era rápida y superficial, como si el aire se le escapara entre los dedos. Sus ojos escaneaban el entorno frenéticamente, buscando una salida que no existía. Estaba de vuelta en aquel callejón de Green City, sola y perdida, a merced de los lobos que la habían acechado cuando era una niña.

—¡No! —gritó de repente, asustando al resto del grupo—. ¡No puedo estar aquí! ¡No puedo quedarme aquí!

Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, Ray dio un paso hacia atrás, y luego otro, y de pronto, salió corriendo. Sus piernas la impulsaron hacia adelante, como si intentara escapar de un peligro invisible. Nagisa gritó su nombre, pero Ray no escuchaba. Estaba corriendo, huyendo de sus propios demonios, del miedo que había guardado durante tanto tiempo.

Karla, siempre la más impaciente, se llevó las manos a la cabeza.

—¡Genial! ¡Es la cuarta vez que nos emboscan o que alguien huye! ¡Esto no puede ser real! —protestó, aunque su voz también denotaba preocupación.

Nagisa intentó ir tras Ray, pero Jasmin la detuvo, mirándola a los ojos.

—Déjala —dijo suavemente—. Necesita espacio. Si vamos tras ella ahora, podríamos empeorar las cosas.

Perla, aunque débil, asintió al escuchar las palabras de Jasmin. Rubí y Zafiro también parecían nerviosas, pero sabían que Jasmin tenía razón.

Mientras el grupo permanecía en el lugar, intentando decidir qué hacer, una figura en las sombras observaba todo desde la distancia. Amatista, oculta detrás de los restos de un edificio, miraba a las chicas y a las gemas con una expresión indescifrable. No hizo ningún movimiento para acercarse o intervenir. Simplemente observó, en silencio, con una mirada que parecía más vacía de lo normal, como si la situación no le importara en absoluto.

Ray seguía corriendo, su mente llena de imágenes del pasado, mientras el resto del grupo intentaba reponerse de la inesperada situación. Pero cada paso que daba la alejaba más de sus amigas, adentrándose en las entrañas de una ciudad que, para ella, siempre sería sinónimo de miedo y abandono.

**Continuará...**

Guerra de Cristal - Steven Universe AU Volúmen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora