Día 1: Este soy yo

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¡Oh por Buda! Debo estar loco al comenzar con esto, aunque supongo que si mi psicólogo me lo recomendó, pues entonces debo obedecerle. Ayer el sujeto de grandes anteojos redondos, bigote cano y profunda calva de anciano decrépito, me recomendó que escribiera todo lo que me sucediera, y es que si no era capaz de confiar en mis propios amigos, pues entonces que lo hiciera por lo menos con desconocidos vía internet. Salí de la consulta creyendo que era buena idea, que sus razones eran válidas, solo que al rato me percaté que era la forma apropiada de decirme que fuera menos seguido a sus sesiones. ¿Será que le habré cansado? Se supone que es su trabajo, ¿por qué le molesta que vaya todos los días? Una vez en la mañana y otra en la tarde, no mata a ningún psicólogo, ¿verdad?

En fin, supongo que me tendré que presentar primeramente. Mi nombre, bueno mantengamos eso en intriga. Y mi edad, digamos que no soy el más pequeño en el autobús, pero tampoco tan viejo como para que me den el asiento, dejémoslo en el umbral que hay entre los veinte y los treinta. ¿En qué trabajo? Pues pertenezco a la carrera más peligrosa que pueda existir, esa por la cual arriesgas tu vida cada nueva jornada. Soy contador, ¿qué? ¿Son de esos que creen que es aburrido? Pues no saben lo que tengo que vivir, que cada vez que se me pierde uno o dos cheques con los cuales pagar los sueldos de toda la empresa, quieren matarme con lo primero que encuentran a mano, computadores, celulares, engrapadoras, hasta han querido estrangularme con sus calzones. ¿Para qué me pasan esos documentos si saben que los voy a perder? Y es que tengo problemas más importantes por los cuales preocuparme. Y si me quieren despedir, háganlo entonces, no les tengo miedo. Quiero ver cómo van a encontrar a otro imbécil que prepare mejor café, o que esté atento a los chismes más diligentemente que yo. Si no fuera por mí, nadie se hubiera enterado que Roxana saltaba como coneja en la oficina del jefe. Mira que se le había caído un pinche en el pantalón del viejo ese. ¿Qué? ¿Buscaba tomarlo con sus piernas? ¿Y sin calzones?

Bueno, ustedes se preguntarán porqué alguien tan cuerdo como yo asiste a terapia con un psicólogo. Pues resulta ser que tengo muchos traumas, generados principalmente en mis tiempos de escuela. Digamos que cuando era un adolescente, mientras a mis amiguitos les gustaba andar detrás de una pelota en el fútbol, yo prefería mirarles las pelotas en el camarín luego del partido de fútbol. Y que mientras ellos ayudaban a sus papás a revisar su automóvil, yo prefería cocinar con mi mamá o jugar con las muñecas de mi hermana. Pero no soy afeminado, es que la señora no sabía preparar el arroz como yo, siempre le quedaba aguado y a mí me gusta más tostadito. Y la chica esa, no tenía ni idea que a la Barbie los vestidos azules no le van, es mejor con uno rosado y tacones rojos. Y lo que sucedía en el camarín... ¿y si tenían un tumor en un testículo? Eran mis amigos, no quería que se enfermaran, así es que los observaba desde lejos para corroborar su buen estado de salud.

Y esa vez en que mi tía me encontró viendo videos pornográficos homosexuales, fue un malentendido, yo estaba buscando la biblia online, cuando de repente apareció una ventana como spam y surgió aquella aberración. Juro que no busqué negro pollón en Google, eso jamás. Ni tampoco oso dotado. ¿Cómo se me iba a ocurrir hacer eso? Si a mí me gustan las mujeres.

Mi psicólogo asegura que soy gay, he estado en terapia por dos años y desde que entré a su consulta, me aseguró que si no me aceptaba tal cual era, nunca podría ser realmente feliz. Pero no porque me depile las cejas significa que salí marica, ni porque escuche a Madonna y Britney Spears, tampoco por usar pantalones ajustados y buscar que se me vea gordito el trasero. Eso son netamente prejuicios de esta sociedad contaminada. ¿Verdad que no soy homosexual? ¿Ustedes me apoyan? Si a mí los hombres con grandes espaldas, manos fuertes, piernas de ensueño, barbudos, con voz gruesa... no me gustan tanto... No, en realidad no me atraen para nada. ¿Cierto?

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora