Día 50: Un loco conocido

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Lo que les voy a decir es lo más extraño que me ha sucedido en mucho tiempo. Resulta que estaba tomando sol en el patio del manicomio, tratando de beber un poco de agua de mi botellita rosa y es que últimamente he sudado como condenado. Bueno, la cosa es que estaba raramente tranquilo, sin molestar a nadie, cuando de pronto escucho un alboroto.

-¿Por qué me traen aquí? ¡Les he dicho que no estoy loco! Pero nadie me quiere creer!- Un hombre joven gritaba desesperado, mientras los asistentes del centro lo sostenían con determinación. Lo hacían caminar a la fuerza y es que tenían que encerrarlo en su cuarto de confinamiento. 

No me sorprendió que llegara un nuevo desquiciado, y es que en realidad siempre hay uno nuevo, solo que nunca imaginé que entraría alguien a quien conozco, y vaya que lo conozco. Resulta ser que la persona que gritaba como varraco es ni más ni menos que Ernesto, aquel feo y gordo sujeto que me engañó para poder conquistarme. ¿Qué mierda hace acá? Si está bien que no es el ser más cuerdo, pero no creo que esté tan mal como para ser derivado aquí. Digo, los internos de este manicomio son en realidad casos perdidos... Mírenme a mí simplemente. 

Tuve que esperar hasta el otro día para averiguar lo sucedido. Salí al patio normalmente, con mi camisa de fuerza en la cintura, los labios pintados de negro debido a las moras que me comí en el desayuno, el pelo bien peinado porque quiero parecer cuerdo delante de mi follador rubio. Caminé tranquilo hasta que vi al gordo en una banca. ¡Ahora no se me escapa! Me dije de inmediato.

-¿Ya te patina el coco?- Dije mientras me senté a su lado. El sujeto me miró extraño, como si yo fuera un fantasma y me presentara ante él como una aparición. 

-En realidad... no estoy loco. Hice todo un teatro para estar aquí contigo... lo único que deseo en este mundo es estar a tu lado, aunque sea de esta manera.- Y yo quedé como estatua ante tamaña confesión. 

En realidad aquel tipo está mal, ¿cómo se le ocurre hacer esa estupidez? La gente está muy desquiciada últimamente, ya se han perdido todos los valores. 

-Me arrepentí de no haberte apoyado cuando te fuiste a la cárcel. Por eso te busqué a tu salida, pero nadie sabía de tu paradero. Me costó mucho encontrar a tu amiga Cata, de hecho, fue ella quien me ayudó a ingresar. Hicimos un escándalo tremendo en el mismísimo metro.... Ahora lo importante es que por fin te he encontrado...- Su sonrisa de perrito faldero me descompuso el día. ¿Cómo puede ser tan imbécil? 

Tal como llegué, quería alejarme de aquel ser tan extraño, solo que fue él mismo quien me detuvo, me atrapó entre sus brazos y no me soltó por un buen tiempo, aún cuando forcejeé para lograrlo.

-Déjame sentir tu calor, hace mucho que deseaba estar así contigo...- Susurró en mi oreja, dejándome perplejo y produciendo una extraña sensación en mi estómago. 

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora