Día 25: Grité la verdad

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Esperé en la biblioteca durante todo el día, estaba convencido que El Papucho iría a follar con alguno de sus tantos amantes. Estuve ahí, sentado en el suelo junto a una olla que alcancé a robar de la cocina. ¿Qué? En la cárcel se aprenden muchos malos hábitos.

Estaba en eso, cuando escucho que la puerta se abre. Y para mi fortuna, se trataba efectivamente del líder de los presos, junto a un rubio tatuado con cara de ruso.

Se supone que yo había quedado satisfecho con el regalo que me había dado, con aquel momento íntimo con el pene chico de ayer, y es por ello que el sujeto se sentía seguro de ir hasta aquella sala de libros.

Lo que no podía imaginar, es que yo era mucho más rencoroso de lo que aparento. Esperé a escuchar que ambos comenzaban con el acto amatorio, para salir gateando de allí. Aunque debo reconocer que no pude evitar ver lo que estaban haciendo. ¡Santa Cachucha! ¿Qué tiene ese Rubio entre las piernas? ¿Una anaconda?

Vengan a la biblioteca!- Es lo que gritaba por todos los pasillos de la cárcel, mientras hacia sonar la olla con una cuchara. Hice el mayor de los escándalos para que así todos se reunieran y me siguieran hasta donde encontrarían a su líder siendo penetrado por otro hombre.

Los curiosos fueron muchos, y así nos dirigimos hasta el lugar de la verdad. Abrí dichoso la puerta para dejarles a entrever lo que allí ocurría. Los gemidos se detuvieron, al mismo tiempo que las embestidas y es que los amantes estaban sorprendidos al ser escudriñados por tantos ojos pasmados.

-Pero si ya se lo metí-
-Eso ya todo el mundo lo sabía...-
-A mi me lo contó el otro día cuando estaba borracho...-
-¿Y para esto hacen un escándalo?-

Fueron algunas de las cosas que decían los rehos tras ver a El Papucho en cuatro patas. ¿Qué? ¿Ya todos lo sabían? Que mierda, pensé que con eso iba a vengarme de aquel estúpido y al final resulta que es tan suelta que ya se ha garchado a la mitad del recinto penal.

-¿En serio ya todos los sabían chicos?- Es lo que preguntó apenado el líder de los presos, sonrojado mientras se vestía lentamente. Al enterarse que su "secreto" no era tal, e incluso ya era una verdad conocida, el sujeto se sintió aliviado, se había sacado un gran peso de encima.

¡A la mierda! Ni siendo malo me resultan las cosas... Ahora quizás qué cosas hará El Papucho para vengarse. ¡Soy hombre muerto!

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora