Día 75: Perfecto

282 34 43
                                    

-Tú madre me adora... Logré mi meta, ahora te toca cumplir tu promesa- le dije a Pablo.

Luego de lo ocurrido en la casa de La Papucha, lo cité en un parque. El día estaba esplendoroso, los árboles se mecían verdes y su fragancia se esparcía por todos lados. Estaba feliz porque todo me estaba saliendo bien.

-Lo sé, eres la primera persona que se gana el cariño de ella... Si mi mamá te quiere como mi pareja, entonces le haré caso... Siempre tiene la razón...- ¿qué onda? ¿Si la vieja le dice que se ponga tetas lo haría?

A estas alturas del partido ya da igual, lo que importa es que por fin lograré lo que tanto he deseado.

-Pídeme lo que quieras... Tu novio lo cumplirá...- me encantan los entregados. Adivinen qué le pedí.

A la noche siguiente estábamos los dos en un motel, de esos con espejos en el techo y jacuzzi para hacerlo en el agua.

¡Ésta es mi oportunidad! Ahora sí que me quitaría todo este tiempo sin sexo. Estaba necesitado de nepe, estaba muy desesperado.

Pablo se sentó en la cama y comenzó a besar mi cuello, mientras acariciaba mi mano. ¿Qué mierda es esa? No quería a un gatito, sino que a un tigre. ¿Por qué siempre tengo que hacer el trabajo sucio?

Dejé de besarle y me dediqué a sacarle la ropa, a mostrar su piel clara y en especial sacarle el calzoncillo, quería dejar libre la bestia que habita allí.

-Trátame como una perra... Di cosas sucias, cumple tus fantasías conmigo...- le ordené.

-Es que mi mamá me dijo que eso era malo....- quedé congelado cuando escuché eso.

¿Su mamá? ¿Le da consejos de sexo? Con razón es tan lento, no puedo creer que haya podido metérmelo la otra vez, dudo que la vieja le haya enseñado cómo hacerlo por el culo.

-Olvídate de ella... Haz lo que aprendiste en las películas porno- un buen consejo no se le niega a nadie.

- Nunca he visto una de esas cosas, mi mamá me dijo que era pecado...- ¡Por Buda! Tiene que ser una broma.

No tuve otra opción más que tentarlo a caer en la tentación. De un sólo golpe le bajé la prenda interior, me agaché y quedé frente a su polla. Lamí la glande, bajando poco a poco por el tronco hirviente de su falo.

Podía sentir sus gemidos, cómo intentaba reprimirlos. Sucumbió cuando pasé mi lengua por sus testículos. Fue la llave que abrió su calentura reprimida.

Luego de ello metía su pene a la fuerza en mi boca, obligándome a retenerlo en mi garganta. Su carne se llenó de saliva, todo estaba mojado y listo para el siguiente paso.

No dije nada, sólo me coloqué en cuatro patas y le mostré mi trasero fácil, le tenté para que introdujera su verga caliente en mis entrañas deseosas.

Como lo pedí ocurrió y pronto tenía esa dureza entrando y saliendo de mi cuerpo. Puso sus manos en mi cintura para hacer más fuerte el agarre y así entró más.

-Quiero más...- dijo gimiendo a más no poder, apenas respirando.

Había eyaculado, su semen salía de mi trasero como un río blanco y aún así se excitó nuevamente. Su pene estaba duro y grande. Tomó mis piernas y me dio vuelta. Me aprisionó todo el momento, mientras me penetraba con  vigor.

Una tercera vez me pudo sobre su torso y tuve que saltar como conejo. La cuarta fue de pie y a la quinta ya estaba muerto, era demasiado sexo, mi trasero estaba repleto de semen y abierto como puerta de burdel.

Por fin logré la sesión de mi vida, ocho horas de penetración salvaje. Creo que esto es a lo que llaman felicidad... O desgarro anal, cómo quieran decirle.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora