Día 69: El mejor número

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¿Cómo les cuento esto? Es que no tengo palabras para describir lo que me ha sucedido. Siempre he creído que cuando chico una bruja me hechizó y me hizo tener la peor de todas las suertes. Nunca nada me ha resultado, bueno, hasta ahora.

Logré, con la ayuda de La Papucha, que el verdadero Pablo volviera a su antigua vida. Como ven, no siempre hago cosas malas, también puedo ser una paloma blanca y bondadosa, pura no, porque estoy más abierto que calzón de gorda. 

Como se supone que nos hemos casado, en una ceremonia simbólica, porque todavía no nos podemos casar en esta porquería de país, debíamos tener una luna de miel. 

-Está bien, yo siempre cumplo lo que prometo... Por una noche serás el hombre más feliz de este mundo...-Dijo finalmente el pelirrojo, luego de quedar impresionado al recordar su promesa. 

Esperé impaciente el viernes, ¿qué sorpresa me daría? ¿Acaso nos grabaríamos intimando y lo subiría a internet? Ay no, verdad que eso ya lo hice y no resultó para nada bueno. ¿Entonces qué? ¿Un trío con un negro pollón? ¿Hacerlo drogados? ¿Se había alargado la verga como trompa de elefante? Estaba realmente impaciente por aquel sueño que me juró cumplir. 

Cuando llegó el momento, Pablo me fue a buscar a la casa de mi amiga marica. Salí a la calle para encontrarme con su automóvil. ¡Por Bush! En realidad tiene bastante plata, porque estaba montado en un deportivo Porsche. ¡Ay Mami! Yo no busco fortuna, pero si me la encuentro follando, claro que la acepto. 

El muy galante me abrió la puerta para que me sentara. Jamás me habían tratado tan bien. Bueno... excepto esa vez en que una enfermera me dijo "mi niño, tranquilice las nalgas". Nunca nadie me había tratado tan bien, estaba a punto de responderle amablemente, como nunca, cuando sentí la aguja entrando en mi culo. ¡Jue horrible! Estuve cojeando toda una semana.

Nos fuimos por la carretera con el techo abajo, el viento nos llegaba en el rostro y me fue imposible controlar el río de mocos que salieron de mi nariz. Traté que mi marido no se diera cuenta, pero ya fue muy evidente cuando uno de mis líquidos cayó sobre su rostro. ¡Trágame tierra!

Llegamos hasta la costa, a una casa que él tiene en la playa. El mar se vía majestuoso desde su terraza y el sol se posaba elegantemente en su regazo. Todo era como en una película romántica, solo que no buscaba eso, sino que una porno de estudio gringo, con dildos y toneladas de viagra. 

-Ven, ahora te haré mi esposo...-Susurró en mi oído antes de tomarme de la mano y llevarme hasta el cuarto.

Estaba feliz, por fin me tocaría follar. Pablo muy galante me sentó en la cama y con una delicadeza que ni siquiera tenía mi madre al meterme los supositorios (Maldita vieja, por su culpa salí maricón), besó mi cuello. Poco a poco me despojó de mi camisa y con su lengua masajeó mis tetillas. ¡Ay neño! Si parecía vaca con su ternero. 

Con aquella paciencia romántica, culminó quitándome el pantalón y succionándome lo que me hace hombre. Fue totalmente placentero y acabé en su boca, extasiado a más no poder con aquel espécimen tan sensual. 

Lo bueno vino cuando sacó su paquetón y vi la polla descomunal que tenía. ¡Por Juesú! Qué negro, qué dildo, ahí mismo tenía a todo lo que siempre quise, un buen pedazo de más de veinte centímetros.

Me volteó para luego introducirlo lentamente. Lloré al principio, y es que era muy grande, además no me preparó lo suficiente. Eso daba igual en realidad, porque solo quería que comenzara a menearse como toro en celo. Cuando lo hizo, llegué al mismo paraíso, y es que sentía como si su pene me entrara hasta el corazón. 

Y qué hablar del semen, me inundó con su esencia, me sentí húmedo incluso al otro día. ¡No puedo creer que haya tenido tan buen sexo con el pelirrojo! Estoy muy sorprendido, y más aún cuando después del acto, él me abrazó como si en realidad me quisiera, como si yo fuera alguien a quien puedas amar. Nunca nadie hizo eso conmigo, mucho menos dormir a mi lado, juntos toda la noche. 

Al otro día tomamos desayuno, platicamos de la vida y nos fuimos al rato. No puedo creer que exista alguien en el mundo que pueda tratarme tan bien, me sentí como si fuera un rey, o mejor aún, un scort de lujo. ¡Está decidido! El pelirrojo será mío, cueste lo que me cueste. Es vergón y romántico, además tiene dinero, ¡es el hombre perfecto!

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora