Día 88: Como un perro fiel

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No podía creer que Ernesto estuviera enfermo, pensaba que era una mentira más de Laura y por eso tenía que preguntarle a él mismo si era verdad.

Fui muy temprano un día viernes,  o jueves, tal vez fue un miércoles porque estaba el doctor en el matinal.  En fin, la cosa es que toqué  a su puerta.  El muy cabrón al abrirla y verme, la cerró de inmediato.

Toqué y toqué la madera que nos separaba con mi puño, casi como el lobo al soplar la casa de los cerditos.  ¿Por qué de los tres hermanos me tocó el que construyó con ladrillos? 

Así estuve toda la mañana, como testigo de Jehová intentando convertir a los incautos en fieles.  A veces me pregunto, ¿y los que son gay en esa religión? ¿Les harán algún exorcismo?  Además ¿testigos de qué? Suena como si Dios hubiera cometido un asesinato y ellos son quienes vieron. Si fuera así, yo en lugar del todopoderoso, estaría enojado. Mira que me vienen a delatar, los creo y ahora se chivan, así no se puede.

En algún momento tendrá que salir, por lo menos a comprar pan.

Pensé en ello y me quedé como perro fiel a su entrada. Ya a las cuatro de la tarde tenía mucha hambre y el supuesto enfermo no aparecía.

¿Se habían dado cuenta que tengo mala suerte? Pues adivinen: comenzó a llover.

Me empapé por completo, tenía mucho frío y aun así, no me moví de su puerta. Si está  a punto de morir, estaré a su lado, aunque eso signifique vivir en la calle y esperarlo en su puerta. 

Mi mamá siempre me dijo que terminaría en la calle, como un mendigo, si no estudiaba y me convertía en un hombre de bien. Yo, muy estúpido, le hice caso y fui hasta la universidad para ser contador público. ¿Qué sucedió? La vieja tenía razón, terminé como mendigo, aunque no por burro, sino que por enamorarme. ¡Puto mundo! Al final haga lo que haga, termino en la calle. O es eso, o termino preso, o en un manicomio, o en una casa de una anciana decrépita. 

No me va a dejar fuera de su vida.

Debo estar muy enamorado, porque nunca había hecho algo así por nadie. Si él  llegara a morir, yo perecería al segundo después.

¿Por qué fui tan estúpido? Lo rechacé mil veces, siendo que ha sido el único que me ha amado de verdad. Incluso mis padres me dieron la espalda desde mi niñez y solo Ernesto se ha quedado a mi lado, hasta fingió demencia para estar conmigo. ¿Cómo le pagué? Estando con otros.

No, ahora seré yo quien como una garrapata, se aferre a él  a como dé lugar.

Hoy ya se cumplen dos días desde que estoy afuera de su casa y aunque ha salido un par de veces para comprar en el almacén, ni siquiera me ha dirigido la palabra.

Está bien amor mío, si quieres desahogarte conmigo de esta manera, lo acepto... Me lo merezco, pero por favor... Déjame acompañarte en tus últimos días...

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora