Día 6: Mi nuevo hogar

449 49 4
                                    


Hice lo que toda persona desesperada haría en mi lugar. Como mis padres me echaron de casa, tuve que aprovecharme de la generosidad de Ernesto y le pedí poder alojarme en el penthouse que su familia le regaló. –No, es que... no puedo...- Me respondió a través del celular, sonando notoriamente nervioso. ¿Por qué de la nada se comportaba tan distante? No me iba a quedar con los brazos cruzados, así es que fui a la oficina de noche. Resulta que un día me encontré con las llaves de los despachos y bueno, no iba a perder la oportunidad, por lo que les saqué duplicado. Ahora tengo libre acceso a las dependencias y utilicé ello para ingresar a eso de la media noche, a los archivos de Recursos Humanos. No me fue difícil encontrar la carpeta del regordete y con ello, saber su dirección.

Efectivamente reside en un barrio lujoso. Decidido a obligarle a darme alojamiento, tomé un taxi hasta aquel lugar. –Buenas noches, ¿se encontrará Ernesto?- Es lo que le dije a una ofuscada sirvienta, la que no podía creer que estuviera incomodando a la una de la madrugada. Quedé sorprendido al ver una mansión tan grande, repleta de lujos por donde la mires. Supuse que era el hogar familiar y que el penthouse solo lo utilizaba de vez en cuando. La asistenta me llevó hasta donde se encontraba el hombre. Pasamos por amplios pasillos, hasta que comenzamos a transitar por un lugar más estrecho. –Aquí está ese vago... Le habla y se va, ¿entendió?- Fue lo último que le escuché a la mujer, tras dejarme frente a una de las tanta habitaciones del servicio.

¿Qué significaba eso? Pues que el muy mentiroso realmente no tiene dinero, sino que es el hijo de una empleada doméstica y por eso le dejan vivir en aquella mansión tan lujosa. –Lo siento, es que era la única forma de atraerte... El velero en que estuvimos es en realidad de los jefes de mi mamá y el penthouse es mentira... Lo hice porque siempre me has gustado y quería acercarme a ti. Míralo como una anécdota, ahora tenemos una bonita historia de romance para contar... ¿Quieres dormir en mi...?- Intentó explicarme lo sucedido, solo que yo no aguanté más y le di un golpe con toda la ira contenida. ¡Es un puto estafador! Le vi en el suelo, con la nariz sangrando. Quería asesinarle, solo que me aguanté. –Nunca me gustaste, solo quería aprovecharme de tu dinero... Ahora piérdete, feo de mierda.- Fue la forma más gentil que encontré para despedirme. ¿Y por esa cosa iba a fingir ser gay? No puedo creer que haya caído en las trampas de ese ñoño.

Finalmente tuve que irme a dormir a la oficina, a un sofá duro y helado. La parte buena es que llegué temprano, como nunca antes, lo malo... que estuve toda la jornada oliendo a rayos. –Huele asqueroso... parece que alguien no conoce el jabón.- Dijo una de mis compañeras de trabajo mientras pasaba detrás de mi cubículo, como si no supiera que se refería a mí. –Y hay mujeres que no conocen la cera depilatoria... ¡Anda a arrancarte ese bigote, fea asquerosa!- Me salí de mi casillas y es que nada puede ir peor en mi vida. Mis padres me echaron de casa, mi prometido adinerado era una farsa y además tengo que soportar las burlas de esa peluda. Realmente deben agradecer que no le pegara, porque ganas no me faltaron.

-Parece que estás en un mal momento... si necesitas un lugar donde vivir, puedes ir a mi departamento... como vivo sola, me queda un cuarto libre, ¿te interesa?- Es lo que la gordita de Loreto me comentó en el almuerzo, tras darse cuenta de mis problemas. La mujer que siempre anda comiendo un chocolate, la que suele usar chalecos de lana incluso en verano, que posee una voz tranquila y delicada, resultó ser la única persona en este mundo que me tendió una mano. Feliz por haber encontrado una solución, la abracé fuertemente. O eso intenté y es que mis brazos no lograron rodearla por completo.

Al finalizar la jornada tomé mis maletas y me fui con mi nueva mejor amiga, la tierna de Loreto. No es por hablar mal de ella, solo que no entiendo cómo puede tener un vehículo tan pequeño para su trasero tan grande y es que tuve que irme pegado a la ventana del copiloto debido a que ella ocupada casi todo el espacio disponible. En fin, llegamos a su departamento y me encontré con un lugar acogedor, repleto de plantas, tantas que parece una selva. Todas las paredes huelen a incienso y humos extraños. En ese momento entendí por qué siempre anda tan tranquila, y es que es una hippie total. –Esta es tu pieza, espero que te guste...- Me dijo mientras me abría la puerta del lugar. El cuarto es pequeño, solo tiene una cama, un ropero y un escritorio. No me importa en absoluto, por fin tengo un espacio donde dormir como ser humano.

Dejé mis pertenencias en los cajones correspondientes y salí para ayudar a Loreto a preparar la cena. Nunca hice eso en casa, solo que ahora debo ser un ángel delante de quien me ha acogido tan desinteresadamente. ¡Y no se creerán lo primero que vi tras llegar a la cocina! -¿No te lo había dicho? Pensaba que sí, pues cuanto lo siento... resulta que Marcos también me arrienda un cuarto.- Fue la forma en que la regordeta reveló el secreto, mientras miraba impactado al larguirucho de cabello rizado. ¡No puedo creer que tenga tan mala suerte! Ahora tendré que compartir morada con aquel imbécil, el que me engañó para vengar la moral de su hermana. Aunque lo que más me dolió, es que la mujer dijera que eso era un arriendo y es que imaginé que sería todo por caridad humana. ¡Ahora sí que no me alcanzará el sueldo ni siquiera para dulces! 

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora