Día 61: Noche de Bodas

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Me llevé al verdadero Pablo hasta mi habitación, donde le daría mi regalo de bodas. Lo había preparado durante toda la mañana. Cata me había ayudado también, además de traerme el vestido de novia, me obsequió unas velas aromáticas, inciensos y sábanas limpias, y  es que es este cuchitril no limpian nunca.

Grité de dolor cuando mi amiga arrancó de un sólo tirón la cera. Obviamente debía estar impecable, sin ningún pelo en mi cuerpo. Y cuando digo sin ningún pelo, me i a peladito peladito, como Dios me trajo al mundo.

-Nunca había depilado testículos tan peludos... ¿qué te dieron de chico? Pareces un mono más que un humano...- claro, mi amiga se burló de mi, pero no es mi culpa ser hijo de mi mamá.

Un día cuando niño entré al baño y sin querer vi a mi mamá desnuda.

-Lo siento papá, no quería ver nada.- respondí en esa ocasión.

Nunca imaginé lo que se desataría con esa leve confusión. A los segundos se abalanzó la pelota de pelos para golpearme en la cabeza.

-Que soy tu mamá, ¿acaso no ves que tengo tetas?- enfurecida me preguntó.

¿Qué culpa tenía yo? Si lo primero que veo al entrar son un par de piernas negras por los pelos, obviamente iba a creer que se trataba de papá. Y eso que no menciono los vellos que le vi en la espalda. ¡Santa Cachucha! Si no somos descendientes del chupacabras, no tengo otra forma de explicar nuestro problema con los pelos.

En fin, volviendo al tema. Esa noche estaba completamente depilado y preparado con un jugo especial. Se lo di a beber casi a la fuerza, y es que su color azul le daba mala espina.

Nuevamente utilicé la infalible técnica del agua con seis pastillas de viagra. Estaba seguro que querría follar a todo lo que encontrara en pie. O se convierte en Papá Pitufo, una de dos.

Cuando vi su polla dura me saqué toda la ropa y le mostré mi cuerpo divino, con un poco de grasa, pero celestial.

-Hoy sabrás lo que es el sadomasoquismo... Y te encantará...- le dije antes de esposarlo a la fuerza a la cama.

Madre mía, fue tan excitante quitarle la ropa y encontrar aquella piel de varón, ese olor a sudor de macho. Cuando vi todo el fulgor de aquel falo erecto, decidí sacar el látigo.

-¡Lame mi trasero! ¡Muérdeme!- le grité mientras le golpeaba con las lianas de cuero.

Vi un poco se sangre, pero no me preocupé, esa era la única forma en que se enamorara de mi. Mi mamá siempre me dijo que quien te quiere te aporrea, pues qué mejor que dar de latigazos al hombre para demostrar lo mucho que me interesa.

Hice que dilatara mi zona de placer, que me lamiera con pasión y todo eso me dio mucha sed, así que tomé un poco de juguito.

¡Puta madre! Fue la peor equivocación y es que no me acordé que tenía viagra. Al resto nunca le ha pasado nada, pero yo tengo la mala suerte de sufrir un preinfarto. Justo cuando me tocaba polla, en mi noche de bodas, va y me da esa mierda.

Ahora me encuentro en el hospital, rodeado de viejos arrugados que se tiran pedos toda la noche. Me siento como jalea, no puedo hacer fuerzas, es como si hubiera perdido toda mi fuerza. ¿Por qué será que tengo tan mala suerte?

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora