Día 12: El mejor prostituto

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Mis manos se movieron ansiosas toda la jornada, incluso en el trabajo no podía esperar a que llegara la hora de salida, todo mi plan sería desplegado en aquel momento. ¿Ernesto se le ocurrió inventar ante mis padres que era mi pareja? Pues vería lo que soy capaz de hacer. Gordo de mierda, nunca olvidará la humillación que le hice pasar. ¿Habré sido muy malo? Bah, se lo merece.

-Hoy saldré con una chica, así es que no esperes que intimemos esta noche... ¿ok?- Me dijo el tarado de Marcos cuando se fue de la oficina, como si fuese su mascota molestosa. ¿Será normal el querer vengarme de todo el mundo? Y es que últimamente creo haberme convertido en el malo de la historia, en la bruja solterona con verrugas en el rostro, en el Mr. Burns de esta ciudad, solo que pobre y arrendando una pieza en el departamento de Loreto. Aunque claro, no es mi culpa, es de todos quienes me rodean, porque siempre han querido verme destruido, sin embargo, no soy tan débil como ellos creen. Sé defenderme y por eso actúo cada vez que me dañan.

¿Qué es eso de salir con una mujer? ¿Acaso tiene novia y no me había dicho? Si es así, puede ser que esté interfirieron en una relación. En este momento recuerdo lo que siempre me recalcó mi padre: cuando hagas algo, siempre tienes que hacerlo bien. Eso quiere decir que si me he metido en medio de un romance, debo dar mi mejor esfuerzo y hacer que terminen para siempre. Claro, ¿qué diversión tiene extorsionar a alguien felizmente comprometido? No, tiene que sufrir como Magdalena. De ese asunto me encargaré más adelante, porque el día de hoy fue para poner en su lugar a Ernesto.

Luego de expeler bilis por mis poros debido a las palabras venenosas del larguirucho, me dirigí hasta los baños del centro comercial, esos donde conocí los placeres del micropene del hermano de Roxana. En aquel lugar apartado, saqué toda la ropa y utensilios que compré el fin de semana, esos que guardé cuidadosamente en un maletín. Lo que más me costó fue introducir calcetines en el sostén, corpiño, sujetador o como mierda se llame esa prenda que utilizan las que no son hombres. Luego de ello me coloqué una minifalda, una blusa ajustada y una peluca de cabellos dorados, tan larga y falsa que parezco toda una prostituta, de esas con sorpresa entre sus piernas, porque no me depilé y muestro todas mis peludas extremidades. Como jugaba con maquillajes en mi infancia, me fue fácil ruborizar mis mejillas, darle sombra a mis párpados y colorear mis labios. Parecía todo un espécimen de otro mundo.

Así, con la figura de un hombre y los vellos que le caracterizan, pero con las ropas de una mujer, me fui directamente a la mansión donde vive Ernesto, esa donde su madre trabaja como sirvienta. ¿Acaso la pobre anciana sufriría las consecuencias de mis actos? Pensé mientras me subía al autobús, solo que preferí creer en que todas las represalias recaerían en su hijo y es que ya es todo un hombre como para refugiarse en las polleras de su mamá.

-¿Qué me mira? ¿Acaso nunca se le ha olvidado depilarse?- Dije con la voz más grave que pude hacer, mientras abría aún más mis piernas, dejando entrever todo lo que hay debajo de la poco recatada minifalda. Resulta que una vieja pasa me fue mirando todo el recorrido en autobús como si fuese la peor de las abominaciones, a lo que respondí lo más vulgarmente posible, como toda una dama. –El mundo está de mal en peor... ¿no has pensado en los niños? Quizás qué traumas le producirás al vestir de esa manera.- Terminó por dirigirme la palabra, justo después que me rasqué mi entrepierna todavía con la minifalda subida, sentado en mi puesto como cualquier otro pasajero. –Solo tengo sexo de noche en los parques y creo que no hay infantes a esa hora por allí... Aunque por usted podría hacer una excepción... Pero que viejita más sensual, si me encantan tus tetas arrugadas... También le hago de activo, así que no hay problemas... te gusta en cuatro patas ¿verdad?- Me acerqué a la temerosa anciana, quien no podía creer que le estaba manoseando uno de sus senos. ¿Qué? En todo el día no fui a terapia con mi psicólogo, estoy completamente desorientado. ¿Será normal que haya cambiado tan sorpresivamente la dirección de su consulta? ¿El hombre estará escapando de mí?

Finalmente, cuando llegué a la mansión, toqué incesantemente el timbre, hasta que me salió a atender una sirvienta joven. Al ver la puerta abierta, simplemente ingresé y comencé a deambular por las habitaciones, escuchando los gritos desesperados de todos quienes allí trabajan. Cuando encontré a quienes por sus atuendos, parecían ser los dueños de casa, di inicio a mi obra teatral de venganza. -¿Quién ha pedido mis servicios de prostituto cachondo? Estoy ardiendo en pasión, así es que necesito que me follen salvajemente... ¿Algunos de ustedes es Ernesto? ¿O prefieren que hagamos una orgía?- Dije sin ningún pudor. ¿Tendría que medicarme?

La señora con enormes alhajas y peinado perfecto, fue la primera que se impresionó ante mis palabras e hizo llamar a seguridad. -¿Quién es Ernesto? Vengo a que me folle y me pague con lo que le alcanza a robar a los jefes de su madre...- Grito mientras los guardias me sacan a la fuerza. La idea es que todos crean que quien ha tenido la culpa, es el ñoño de mi compañero de trabajo. Lo último que alcancé a ver es que todos quedaban mirando a un sorprendido Ernesto, quien apenas había llegado. Mi venganza está hecha, ahora espero que no se le ocurra volver a molestarme nunca más.

¿Lo peor? Es que mientras me iba a casa, un sujeto realmente creyó que era prostituto y me ofreció dinero. Estaba cansado y no acepté, aunque ahora que pienso, no me hubiera hecho mal un poco de dinero extra. 


Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora