Día 7: Malos días

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Pensé que soportar a mis padres era una odisea, solo que tener que compartir un departamento con una gordita adicta a los chocolates y con mi más acérrimo enemigo, es lejos la vivencia más espantosa que me ha tocado experimentar. Y es que tan solo en la mañana, tratar de bañarme ya es considerado una batalla. No permiten que me tome mi tiempo, y es que echarme el champú, el acondicionador, las crema para las puntas partidas y el óleo para darle brillo a mi cabello, no es para nada fácil y gracias a esas dos bestias, tengo que dejar de cuidarme. ¿Qué tiene? Soy un metrosexual, por eso es que me cuido tanto. ¡Que no soy gay!

Además la comida no me entra en provecho, tener que verle la cara a Marcos al otro lado de la mesa, hace que todo mi estómago se descomponga. –Como ahora mi hermana es mi jefa, no tenía que verte la cara... aunque claro, tenías que venir a instalarte justo aquí, ¿acaso me estás acosando? ¿Te quedaste obsesionado conmigo?- Es lo que me dijo el otro día el energúmeno del crespo. Realmente una de estas noches, voy a entrar a su cuarto para asfixiarle con su propia almohada. O mejor aún, colocaré dos frascos enteros de laxante para caballos en su comida, para que muera sentado en el escusado. Sí, eso haré. Tendré que anotarlo en mi agenda, es de suma importancia.

Y claro, estos últimos días no solo han sido malos por tener que vivir en aquel lugar, sino que también porque el amante de Roxana, es decir, mi jefe, me ha estado regañando por cada situación anómala que ocurra en la contabilidad. Al principio pensaba que era otra confabulación de la tetona hermana de Marcos, solo que luego de escuchar "casualmente" una conversación del señor Foster, entendí la verdadera motivación de su repentina animadversión. –No puedo concebir que dos homosexuales estén profanando nuestro sagrado espacio de trabajo... Por eso he pensado en despedir a ambos sujetos...- Debo suponer que se refería al bochorno que protagonicé en el armario junto a Ernesto. Y Así fue cómo me enteré que mi jefe quería despedirme.

Ahora ustedes se preguntarán si me quedé con los brazos cruzados. Pues no señores, este viejo calentón amante de la tetona, no me va a echar tan fácilmente de la empresa. Rápidamente pensé en la forma en que podía destruir al anciano. Imaginé que podría inventar un fraude y que él apareciera como el principal sospechoso, solo que luego recordé que solo soy un contador y no tengo acceso a información tan importante. Luego ideé una forma en la cual su esposa se enterara que le era infiel. Ya tenía escrito el anónimo, cuando recordé que la señora ya sabe de la infidelidad con Roxana, si lo perdonó esa vez, ¿qué podría ser diferente ahora? Tal vez cuantos idilios ya le había disculpado.

Estaba desmoralizado, con la cabeza en el escritorio sin ganas de nada, cuando a mi mente apareció una pregunta: ¿Y si en vez de Ernesto, me hubiesen descubierto con el señor Foster? ¿Su esposa lo perdonaría? Ahí estaba mi respuesta, si me quería despedir pensando que soy homosexual, pues le destruiría al hacer creer a todos en la oficina, que él también es gay.

Ayer fue el día de la venganza, estuve toda la noche anterior maquinando la forma en que descubrieran a mi jefe acosándome sexualmente. Primero iría a dejarle unos papeles como es costumbre, solo que uno de ellos se me caería al suelo y al tratar de recogerlo, terminaría refregando mi trasero en la tripa seca que debe tener por pene. Acto seguido, me enfadaría porque supuestamente me restregó su erección, me tiraría en la mesa, rasgaría mi camisa para luego comenzar a gritar por ayuda. Todos llegarían y creerían en mi historia de acoso. ¿A que era un buen plan?

¿Qué sucedió? Boté los papeles y cuando estaba a punto de recogerlos para dar inicio a mi estratagema, resulta que hace su ingreso Roxana para conversar con su amante. Los papeles quedaron regados en el suelo y tuve que marcharme del lugar. Me enfurecí debido a que esa tarada arruinó nuevamente mis planes. No podía contener la ira, por lo que esperé a que saliera de la oficina del señor Foster para encararla. –Tú no eres más que una víbora, que siempre ha querido sacarme del juego... pues ¿quieres saber algo? Yo sé tu mayor secreto.- Le dije sin pensar, y es que no tengo ni idea de algo oculto que posea la tetona, simplemente quería atacarla. Me miró extrañada, como si me creyera y quisiera que le dijera aquello que esconde. –Sí, porque... porque... tú hija menor es en realidad producto de tu romance con el jefe.- Sentencié decidido, aunque fuese mentira, solo quería crear un caos dentro de la oficina.

Lo que ocurrió después me dejó congelado, porque Roxana me llevó hasta una esquina para hablarme íntimamente. –Eso no puedes decírselo a nadie... ni siquiera el señor Foster se ha enterado...- Y me quedé perplejo al saber que sin querer, había encontrado el punto débil de mi enemiga. –Si no quieres que lo cuente, obliga al jefe a que no me despida... si llego a salir de la empresa, revelaré toda la verdad...- Y así fue como encontré mi protección. Ahora debo esperar a mañana, para saber si la mujer realmente cumplió con su palabra. 

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora