Estoy traumatizado, jamás pensé que viviría algo tan horrendo, y es que salvarse de la muerte debe ser un juego de niños en comparación.
-Te descubrí, sé que no eres el verdadero Pablo y que en realidad debías estar internado en el manicomio...-fueron las palabras que le dije al rubio farsante, dos cuadras después del centro de salud mental.
Me miró espantado como si fuera el mismo diablo. Claro, es que soy tan inteligente que lo descubrí yo sólo. Bueno, el pelirrojo me lo dijo, pero fui lo suficientemente sagaz para entenderlo.
- Yo puedo explicarte... No me delates por favor, he estado toda mi vida internado, no puedo soportarlo más...- suplicó al borde del llanto.
Reconozco que me conmovió un poco y es que sé lo horrendo que es vivir en lugares así. Al final fui directo al asunto y le dije que tenía una oferta que hacerle. Sería activo con él a cambio de devolverle su vida al verdadero Pablo.
-Eso es... Bueno... Tendría que sufrir en el manicomio... Dejar la buena vida de ahora... Y yo creo que... ¡Está bien! Cambio todo por saber qué se siente tener una polla por el culo- se me cayó la baba y es que no podía cerrar la boca. ¡ En realidad está loco! Y más que yo.
Llegamos a un acuerdo. Me introduciría en el manicomio durante la noche. Cómo todavía está derumbada la pared frontal del edificio, no se me haría difícil entrar y salir. Él me esperaría desnudo en su despacho, con la luz apagada. Yo sólo debía llegar y hacer el acto, sin miradas ni actos que me hicieran arrepentirme. ¡Santa Cachucha! En serio que eso va en contra de todos mis principios pasivísticos.
-Lo último, tienes que dilatarte tú mismo y comprar vaselina... Yo llego, introduzco mi pito y se acabó... Ni beso negro ni nada.... ¿ok?- dije antes de retirarme.
Al día siguiente era el momento. Temblaba al entrar al manicomio. Estaba más nervioso que monja con atraso, me tiritaban las patas tan sólo al pensar lo que tenía que hacer.
Tratando que los guardias no me vieran, llegué hasta el despacho del falso psiquiatra. Al ingresar era todo como habíamos planeado. Oscuro, no veía nada. De pronto tropecé con algo, al tocarlo me di cuenta que era un cuerpo desnudo. Respiré hondo y me saqué la ropa, ahí estaba el rubio, listo para el acto de terror.
Pensé en negros pollones, en sus glandes cabezonas y húmedas, en sus centímetros de carne caliente entre sus piernas. Poco a poco me excité, estaba listo para penetrar aquel ano. No lo pensé dos veces y de un sólo movimiento lo introduje.
¡Santa María de las Maracas! ¡Qué húmedo es esto! Fue lo primero que pensé, estoy seguro que este tonto se untó todo el frasco de vaselina. Mejor así pensé, no me costaría tanto.
Es algo asqueroso, el tipo comenzó a moverse como perrita en celito. Respiré hondo y seguí con los movimientos que mi cadera no conocían hasta ahora. Me terminé calentando con la idea de verme como un macho.
¿Lo peor? Es que debo reconocer que me gustó un poco. O sea, terminé eyaculando, supongo que es por algo.
¿Lo terrible? Lo terrible vino cuando de pronto se prendieron las luces y vi una cabellera rubia en el umbral de la puerta.
-¿Qué estás haciendo? Se supone que me tenías que follar a mí...- alegó el falso psiquiatra.
Lo miré atónito, él estaba vestido allá, entonces... ¿A quién mierda se lo metí? Pasmado volteé la cabeza para encontrarme con una cabeza rapada, bajé por el cuerpo y vi un par de tetas.
¡Mierda!
¡Conche@$#%€£!
¡Hija de la gran @%&£@!
¡Maraca cu@$&%€!
¡@&€£$%÷!Grité como travesti que se le cae la peluca. Maraca, mil veces maraca. ¿Como pudo pasar esto? Era horrible pensar en penetrar un culo y al final... Al final... Terminé follando una vagina... Una vagina... No veía una desde que nací. ¡Qué asco! Jue ollible... Porque la susodicha era la misma Laura, la Laurita me veía con cara de puta satisfecha, como si se riera de mi.
-Que rico papi.... Estuviste muy bueno...- dijo sonriendo la pelada.
No lo soporté más, estaba a punto de explotar, por lo que hice lo más cuerdo. Me golpeé contra la punta del escritorio, tan fuerte que me desmayé. ¡Puta vida! Nada me sale bien.
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Diario de un Soltero GAY
HumorMi psicólogo me recomendó que debía hablar sobre mis vivencias con alguien, y es que según él soy homosexual. ¡Pamplinas! No porque cuando pequeño jugaba con muñecas, ayudaba a mi madre a cocinar e inspeccionaba los cuerpos desnudos de mis amigos, s...