Día 107: De regreso

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Podrán creer que soy la marica más marica de toda Maricalandia, pero no, no señores, no soy lo que imaginan. O por lo menos, no todo el tiempo. 

Claro, alguien en mi lugar, con tanto atractivo físico, podría estar con dos hombres a la vez. Se me ha declarado Fernando y Jaime, ambos quieren estar con este cuerpazo hecho a mano. Y no son cualquier cosa, no señora, sino que están forrados en billetes, lo que es rico rico. Me he sacado la lotería, y cualquier putisuelta estaría saltando en una pata por tamaña suerte.

En cambio, yo estoy muy distante de aquella alegría. Muy adinerados serán, sin embargo, ninguno de los dos son la persona a quien quisiera como mi compañero, incluso como amantes distan de aquel concepto. No quiero seguir así, siendo hostigado a hacer algo que no quiero, por lo que tomé una decisión.

-No, por favor... no me saques de mi casa...-chillaba como marrano Joaquín.

Mi hijo no deseaba por ningún motivo abandonar la mansión donde se ha criado, no tanto por los recuerdos. Lo conozco muy bien, no desea abandonar las regalías que tiene vivir allí, poder compartir con hijos  de familias ilustres, presumir la mansión donde vive ante sus compañeros de colegio. Que a mi no me engaña, por lo que lo tomé de las dos patas, lo zamarreé con fuerza y me lo llevé al hombro.

-A mi me hace caso mijito, que o sino, me voy a enojar y le voy a dar sus buenos correctivos...-Madre mía, si en ese momento soné como vieja con rulos y uslero en la mano.  

Doña María no quería por ningún motivo que me fuera, no quería separarse de su nieto, mucho menos ahora que se estaba recuperando de su enfermedad.

-Lo siento mucho, pero no puedo seguir aquí... Espero pueda comprenderme. Siempre podrá ver a Joaquín, le diré mi nueva dirección cuánto antes...- fue lo último que le dije, antes de partir.

Tomé un taxi, donde metí mis maletas y las de mi hijo. Me subí al carro y miré por última vez aquella mansión. Fue un buen momento, tan solo que ya no tengo nada que hacer allí y quiero volver a comenzar desde cero. 

Pude ver detrás de una ventana del segundo piso a Gracia, quien se trataba de esconder en las cortinas, aunque no era muy buena su estrategia y terminé viéndola de todos modos. He vivido durante muchos años con la vieja esa, y creo que me dio un poco de pena abandonarla. Aunque seamos sinceros, ella ya no me quiere mucho, el último tiempo me ha tratado muy mal porque Fernando me eligió a mí y no a ella. 

-¿Por qué haces esto? ¿Te volviste loco?- me preguntó un montón de veces Joaquín durante el trayecto. 

Quise explicarle la razón, tan solo que no podía, no es algo que se pueda compartir. 

No, no puedo... Simplemente no puedo estar con nadie más. El amor de mi vida fue Ernesto y no voy a estar con otro hombre, no puedo hacerle eso a mi amado. No es tan fácil, no puedo olvidarle, le sigo amando y estar con otra persona, me hace sentir sucio, como si le fuera infiel. 

No voy a defraudarle, eso lo prometo.

Se preguntarán dónde me fui a vivir, pues... es difícil de explicar, porque... porque...

-Hola ustedes dos, bueno... no nos vemos hace mucho... Éste es mi hijo, o sea... hijo del amor de mi vida y una maraca desaparecida... Yo lo crío y es mi hijo... Ya, y para qué van a hacer escándalo, si sabían que un día volvería... Ok, ¿en qué pieza nos podemos quedar?- les dije a mis padres, esos viejos que hace tanto no veía.

Es lo único que se me ocurrió, lo otro sería ir al manicomio, pero no es un buen lugar para criar a Joaquín. 

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora