Día 110: Desnudo y tras las rejas

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Obviamente me llamaron del colegio de Joaquín.

-Nosotros apoyamos la diversidad, pero... - Comenzó la profesora.

Siempre es lo mismo, nadie discrimina a nadie, sin embargo, dicen y hacen todo lo contrario y lo peor es que creen que están en su derecho de decidir por el resto, tomando su  moral como si fuera la verdad absoluta.

-Creemos que puede ser difícil de comprender para los demás alumnos, podrían desorientarse y eso es algo que varios padres ya me han reclamado... - Fue la explicación que me dio la de tetas paradas.

-¿Quiere decirme que prefiere no hacerle daño a las frágiles mentes de los otros pendejos y sus padres, en vez de apoyar a alguien que quiere vestirse como se siente? - pregunté ofuscado.

Claro, siempre prefieren apoyar al resto, porque son tan débiles que cualquier expresión diferente los puede desorientar, como si fueran ovejas a la deriva.

-Quiero que me muestre una ley o que me haga hablar con alguna autoridad que me obligue a vestir de otra manera a mi hijo... Hasta que no lo haga, yo no cambiaré a mi hijo... Buenas tardes... - sentencié en lo perra.

Ay no, con mi cachorro no se meten, voy a defenderlo con uñas y muelas si es necesario, pero Joaquín va a vivir como se sienta mejor y si eso significa colocarle silicona a las catorce, entonces lo haré.

Seguí enviando a mi hijo con falda y el pelo largo, de vez en cuando él llegaba con un poco se sangre, tan solo que no era de él, sino que de alguno de sus compañeros que intentaron burlarse, así que no me preocupé.

Todo iba bien, hasta que me llegó una notificación del colegio, me decían que por mala disciplina Joaquín era expulsado. Grupo de mentirosos, no querían tener a una niña trans, y por eso la echaron.

Yo no me iba a quedar con los brazos cruzados, por lo que hice lo que todo padre hubiera hecho en mi lugar: Hice una protesta desnudo afuera de la escuela.

-¡El cuerpo es libre! ¡Los prejuicios oprimen! - grité una y otra vez con mis pancartas afuera del establecimiento.

Todos me miraban raro, como si fuera un bicho. Yo seguí por largos minutos así, mostrando mi cosita a todo el mundo y gritando para defender a mi cachorro.

-Señor,le voy a pedir que se retire o tendré que llamar a la policía... - Me amenazó el director.

-Las fuerzas opresoras buscan callarme, pero yo seguiré defendiendo a los desvalidos... - le comuniqué a mis seguidores allí reunidos.

Y era verdad, al rato llegó un carro de la policía para llevarme. Los muy desgraciados no dijeron nada, solo me tomaron por la fuerza y me metieron al furgón.

-Claro, se hacen los valientes, pero desnudos y con el pito al aire les apuesto que no se defenderían... - grité histérico mientras me arrastraban.

En la comisaría me metieron a una celda y me dejaron ahí, completamente desnudo.

-Podrían darme un poco de ropa.. - alegué, aunque nadie me hizo caso.

Pasaron las horas y nadie me fue a buscar. Yo pensaba en mi hijo, hasta que un recuerdo pasó por mi cabeza: Santa Cachucha, se me había olvidado que era prófugo de la justicia y que todavía tenía que cumplir sentencia en el manicomio.

Ahí si que me cagué de miedo, me separarían de mi hijito y me encerrarían de por vida.

Tiritaba de miedo, y se frío porque estaba en bolas. De pronto veo una verga frente a mí.

-¿Así que desnudo no podría defenderme? - dijo uno de los policías.

Mierda, me estaba ofreciendo polla y yo no la iba a desaprovechar, porque podría ayudarme a salir. Lo malo es que me gustaba el otro uniformado, pero peor es nada.

Tomé su polla y la llevé a mi boca, la succioné lo más que pude. Ay diosito, hace rato que no probaba una, así que me volví loca y la lamí por todos lados, hasta las bolas las dejé llenas de saliva.

-Ay que rico... - Dije de pronto.

Se me ocurrió mirar la cara del oficial y me percaté que estaba espantado, ni que le estuviera mordiendo, o comiéndole el pene.

-Siéntate ahí, quiero que me folles... - le exijí.

El muy tarado no quería, así que lo obligué a sentarse, le paré la polla y comencé a saltar sin parar, estaba vuelto loco, solo había picos en mi cabeza.

Ambos terminamos al rato y fue ese momento el que aproveché para dejar al policía en la celda, tomar su ropa e irme de la cárcel.

-Estuvo rico y todo, pero tengo que irme... Chaito... - Me despedí educadamente.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora