Día 58: Verdadera identidad

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Pruebas, necesitaba pruebas para poder sacar una conclusión. Se me acercó un desconocido, uno de los tantos internos de este manicomio y me dijo que él era realmente Pablo, el psiquiatra nuevo que llegó a la institución. ¿Cómo creerle? Más que mal está igual de loco que yo y bueno, creo que yo podría inventar algo parecido, he hecho cosas peores para ser sincero.

-¿En serio te dijeron eso? Pues parece sacado de una telenovela para ser sincera... De todos modos, ¿tú crees que alguien adicto al sexo y que le gusta que le electrocuten por el culo puede ser doctor de salud mental? Yo lo veo bastante raro ¿no?- Obviamente tenía que pedir consejo y qué mejor que mi amiga Cata, quien me viene a visitar regularmente. 

Prostituta será, pero creo que es bastante inteligente. ¿Quién mierda podría darle un título a ese demente? Pensé en esa posibilidad durante toda una tarde, había muchas pruebas en su contra, y como no quería dormirme nuevamente con tantas dudas en mi cabecita, decidí ir a su oficina para preguntarle directamente. ¿Oye? ¿Eres o no eres tú? Preguntaría.

¿Y con qué me encontré? Con lo de siempre, parece que tengo un radar para llegar a ese despacho justo cuando el muy maraco está follando con la Laurita esa. Aunque esta vez era distinto, porque... a ver como lo explico, el del pene no era precisamente Pablo, o como sea que se llame si no es él. 

Sí, como me leen, así tal cual. Abrí la puerta y vi como la pelona con tetas de vaca estaba penetrando al rubio mientras éste gemía como prostituta. ¡Santa Cachucha! No podía creer que nuevamente me encontraría con mujeres con polla, ya era demasiada coincidencia. 

-A ver, deja verte bien...-Me acerqué a Laura y le saqué su pene del trasero del psiquiatra. -Que alivio, es de plástico. Por un momento pensé que venías con sorpresa eh...- Respiré aliviado al percatarme que tenía amarrado en la cintura un dildo. Las cosas que crean ahora, ¿pueden creer que hay hombres heterosexuales que quieren ser follados? ¡Por Dios! A lo que hemos caído, esta sociedad está cada vez peor. O eres marica o eres machito, pero ambas... Eso ya es vicio. ¡Guácala, guácala!

Qué iba a seguir ahí, ya había visto demasiado, por lo que decidí no preguntarle nada. Además, si estaba mintiendo era obvio que no lo admitiría.

Pasaron dos días enteros en los que no pensaba en nada más que no sea en la veracidad de su identidad, incluso cuando me electrocutaban tenía en mente aquel asunto. Por una parte, en este país de mierda, no es necesario ser capaz para tener un título. Digo, si hay doctores como diputados, modelos como animadoras, diseñadores gráficos como vendedores en McDonalds, no veo nada malo que haya un loco como psiquiatra.

¡A la mierda! No me quedaría con la duda, así que hice guardia afuera de la oficina del rubio. Espere a que saliera a almorzar para ingresar sigilosamente. Quebré una figurita de un elefante, pero no creo que se de cuenta, son cosas menores. 

Busqué papeles, documentos enteros con tal de encontrar algo que me comprobara que Pablo era Pablo y no otro que no es Pablo, porque eso significaría que el Pablo que yo conozco no es Pablo, entonces ¿de qué Pablo me prendé? 

Me estaba dando por vencido, cuando encontré el maletín del doctor, ansioso lo abrí y busqué sus documentos de identidad. En su billetera estaba su Cédula con nombre Pablo del Río, vi la fotografía y me encontré con el rostro de...



Pd: O sí, soy la marica más mala del mundo. Pues se me quedan con la duda.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora