-Quiero alguien que me quiera...- es todo lo que pronunció luego de enfrentarla.
La anciana que se escapó del manicomio junto a nosotros, estaba frente a mi, seria y con una mirada que jamás le había visto. Debajo de todas esas arrugas y palabras horrendas, se encuentra alguien frágil, un alma dañada.
¿Qué me ha estado pasando últimamente? ¿Por qué me conmuevo con esa vieja? Si al final sólo es una molestia.
-Desde pequeña esperé a mi príncipe azul, al hombre que me diera felicidad... Los años pasaron y él nunca apareció. Ayudé a criar a mis sobrinos, vi en ellos los hijos que no tuve y me aferré a sus manitos, a sus sonrisas inocentes... Amé tanto a esos pequeños, pero claro, no eran míos... Es increíble cómo pasa el tiempo, no te das ni cuenta y te conviertes en una vieja inútil, en un estorbo. Esos niños que crié me mandaron primero a un asilo y como comencé a llorar todas las noches, prefirieron meterme a un manicomio mejor... Ahí quedé, relegada al olvido, como una loca y me fue imposible no darme cuenta que he sido amada tan poco, casi nada... Quiero que alguien me quiera, quiero saber por primera vez en mi vida, qué se siente... Y no me refiero a un amor de pareja, ya me rendí con eso...sólo quiero alguien que me quiera, no importa quién sea...- habló sentada en una banca, debajo del sauce del patio.
Las hojas sobre nosotros se mecían con calma, el viento era tierno y el aroma a primavera impregnaba mis sentidos.
Por primera vez vi a esa señora como alguien normal, incluso más que cuerda que yo. Fue imposible no percatarme de las lágrimas que caían por sus mejillas gastadas.
De pronto sus manos buscaron las mías, su piel helada tocó mi dedos cálidos. Volteó su mirada a mis ojos, el brillo de sus orbes se fijaron sólo en mí. Por un momento sentí que había tocado algo en mi interior, mucho más allá del corazón, había penetrado mi alma.
-Debe ser humillante pedir cariño, pero estoy desesperada... ¿podrías quererme aunque sea un poco?- habló mientras seguía en aquel transe.
Estaba perplejo, una imagen vino a mi mente... Mi abuela, aquella que abusó de mi cuerpo, que robó mi infancia y que murió sin pedir disculpas. Esa que estaba frente a mi, era idéntica a ella, me la recordó sin remedio. Mi primer instinto fue huir, escapar de esa pesadilla, pero... No era ella. Yo mismo fui a su funeral, aquella mujer ya no existe.
Me aferré a ese recuerdo y me perdí en las lágrimas de la anciana, porque aunque me recordara a mi abuela, también podía reconocer una tristeza conocida. Recordé la inmensa pena de sentirse solo, de desfallecer al imaginar que aún gritando, nadie vendría en mi auxilio. Aquella anciana no era mi abusadora, sino que el vivo reflejo de mi infancia.
No sé cómo, pero sin pensarlo me encontré abrazándola. Sus lágrimas murieron en mi hombro, cada vez más profundas, como si la tristeza de años se estuviera derritiendo con el escaso calor de mi alma.
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Diario de un Soltero GAY
HumorMi psicólogo me recomendó que debía hablar sobre mis vivencias con alguien, y es que según él soy homosexual. ¡Pamplinas! No porque cuando pequeño jugaba con muñecas, ayudaba a mi madre a cocinar e inspeccionaba los cuerpos desnudos de mis amigos, s...