Día 59: Verdad o Mentira

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Ingresé al despacho de Pablo, revisé en su maletín y encontré su cédula de identidad. Leí su nombre, pero fue la imagen la que me sorprendió, porque efectivamente era la del rubio.

Que tonto soy, era obvio que el pelirrojo estaba mintiendo, si está internado por loco. Me resigné a haber sido engañado.

Guardé los papeles cuando una mano se posó sobre mi hombro. ¡Santísima señora de las putas! Me han descubierto con las manos en la masa. Tragué saliva y me giré para ver el rostro de quien me tenía aprisionado.

-No dejes de revisar, los verdaderos documentos deben estar ahí todavía....- dijo serio quien decía ser el verdadero Pablo.

¿Cómo lo hizo para saber que estaba ahí? Nunca imaginé que lo encontraría en ese lugar y es que en todo este tiempo no lo había vuelto a ver. ¿Será que me está vigilando?

Como al parecer estaba frente a un loco psicópata, peligroso posiblemente, decidí hacerle caso y seguir inspeccionando en el maletín. De pronto me encontré con una billetera de cuero, una distinta a la primera, muy escondida en el fondo. Al abrirla me encontré con una cédula de identidad. Otra vez Pablo del Río, sólo que la foto distaba de la anterior. El pelirrojo aparecía como dueño de aquel nombre.

-Sigue viendo... Esa es mi credencial de la Universidad, esa otra de la Escuela de Psiquiatría Nacional... Cómo verás son todas originales, mientras que en la otra cartera no encontraste nada de eso... Y eso es porque la cédula es falsa... Yo soy en realidad Pablo, ¿ahora si me crees?- me muestra los otros documentos, donde se aprecia su cabellera pelirroja en todas. Mierda, tiene razón... ¿con quien me he estado acostando? ¿Quien es en realidad la pasiva rubia?

Tuve que tomar un poco de aire para procesar la información. He sido engañado por un loco, uno más desquiciado que yo incluso.

-Tienes que ayudarme, eres el único que puede sacarme de este infierno...- sentenció sacándome de mi letargo.

¿Y cómo podría hacer eso? Nadie va a creer en mí, he hecho demasiadas estupideces como para tener credibilidad, o incluso dignidad.

-Voy a darte lo que me pidas a cambio...- volvió a interrumpir mis pensamientos.

Esa propuesta me pareció interesante. Lo más coherente es que le pida que cambie mi diagnóstico y declare que estoy cuerdo, así saldría del manicomio.

-Quiero que te cases conmigo- a la mierda la cordura, si ya todos saben que estoy cucú. No sé para qué pedí eso a cambio, si el matrimonio es entre hombres y mujeres, sólo pasó por mi mente y lo dije.

Vi su rostro compungido, no podía creer lo que estaba escuchando. Mientras lo observaba me percaté que era bien guapo, creo que mi futuro esposo es todo un manjar. Ay mamá, ahora si me verás entrando a la iglesia vestido de blanquito, para entregar la poca virginidad que me queda.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora