Día 78: ¿Qué he hecho?

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Como ahora duermo en la misma habitación con Gracia, fue inevitable que se diera cuenta de mi tristeza. Al final no tuve de otra y le conté toda mi historia con Ernesto.

-Lo conocí en el trabajo, cuando yo solía ser contador. En ese momento me interesé por un asistente nuevo y lo obligué a que estuviera conmigo, sólo que se burló de mí y en vez de acostarme con él, terminé intimando con Ernesto... Desde ahí que lo utilicé para no estar solo, siempre lo he considerado como un pelele, alguien sin importancia. Por mi culpa lo echaron de la casa dónde vivía, se distanció de su mamá y se fue a vivir a una pieza horrible... Estuvo conmigo después de todo lo que le hice. Caí en la cárcel y nos distanciamos. No me dolió su ausencia, nunca había sido relevante. Salí y en vez de recapacitar, entré en el manicomio... Él fingió enloquecer para ingresar allí y estar a mi lado. Sacrificó su libertad sólo porque me amaba. No quise estar únicamente con Ernesto, así que lo insté a entrar a un trío con Omar. Luego me interesó el verdadero Pablo, por lo que nuevamente lo dejé de lado... Lo intoxiqué hasta que llegó al hospital. Ahí se rindió y decidió dejarme para siempre... Ahora me odia, me lo dijo en mi cara... ¿Y sabes lo peor? Es que me dolió, cómo si sus sentimientos me importaran...- creo que ni respiré mientras le contaba a la anciana lo que he vivido.

Doña Gracia me miró detenidamente, muy pendiente de la historia. Pude ver que se emocionó, no se de qué, pero terminó llorando a moco tendido. La abracé porque no soporto verla triste, aunque quien debería haber tenido pena era yo.

-Busqué toda mi vida el amor y nunca lo encontré... En cambio tú, lo recibiste desde el cielo, a ese ángel, y lo rechazaste porque era feo.... Eres un maricón estúpido...- dijo la vieja mientras la consolaba.

Yo la abrazo y ella me ofende, a veces recuerdo cómo era antes, esa anciana loca que llegaba a asustar.

A todo esto, desde un tiempo hasta acá me he percatado que las plantas están desordenadas, con ramas rotas y hojas en el suelo... Sólo ahora me percato que debe ser Doña Gracia, porque me había dicho que tenía un fetiche con el mundo vegetal. Ni siquiera quiero saber qué hace con ellas. ¡Juchi!

-Él te ama, o sino no estaría tan sentido... Ahora el problema eres tú, porque si al sentir su rechazo te sentiste tan mal, eso significa que...- no la dejé terminar, sabía lo que diría y ni siquiera deseaba pensar en esa posibilidad.

Me aparté de ella y comencé a andar de un lado a otro de la habitación, como león enjaulado. La idea era muy fuerte, demasiado profunda como para querer aceptarla.

Me rehuso a aceptar que yo, que yo... Bueno, eso... Ya saben...

-Te enamoraste de Ernesto...- sentenció la anciana sin compasión y yo me detuve en seco, abrí los ojos a más no poder y respiré profundo.

¡Mierda! Tiene razón...

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora