Día 118: Arrepentimiento

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-Tú fuiste el culpable que mi esposo me dejara por esa maraca... si no la hubieras traído a la casa, todavía seguiría con el hombre a quien amo...- me alegó el otro día mi mamá.

Bueno, recordarán que Jaime me pidió matrimonio y que parece que le dije que sí ¿verdad? Pues esa era una noticia que le debía contar a la mujer que me parió, por lo que un día en la mañana, después de llegar de mi trabajo, le confesé que tenía pensado entablar una familia. Ahí comenzó la guerra, se sintió ofendida, porque yo quería rehacer mi vida mientras se suponía que le había destruido la suya.

-¿Y qué voy a hacer yo? ¿Me voy a tener que quedar sola el resto de mi vida? ¿Ustedes se van a ir a vivir a otro lugar y yo me quedaré abandonada?- la rabia de pronto se convirtió en pena.

-Claro que no... no te preocupes, nos quedaremos contigo....-quise apaciguar su pena.

No sé si mentí, porque en realidad no sabía si me iba a ir de la casa. Con la pobreza que tengo, lo más probable es que me quedaría solo para siempre. Además... ¿en realidad me iba a casar? Sentí la propuesta más como una invitación al cine o algo así. ¡Rayos! No es eso, que en realidad me iba a casar.

Me asusté un poco y por eso fui a hablar con Jaime.

-Mi mamá me preguntó si nos íbamos a ir de la casa cuando nos casáramos... Yo le dije que no...- comenté con la intención de saber lo que él quería. 

-No... de hecho quiero que nos vayamos a vivir al campo. Hablé con unos antiguos amigos y me ofrecieron trabajo de capataz en una hacienda. Es una buena forma de comenzar una nueva vida, alejados de esta ciudad de mierda llena de recuerdo para ambos...- y dijo un montón de cosas más que ni recuerdo, porque no le tomé más atención.

Creo que en ese momento me oriné del pánico. Y es que mis patitas no están acostumbradas al barro y a los insectos. Además... además....

-Entonces no...- dije sin siquiera pensarlo, estaba en medio de un trance profundo. 

-¿No qué? ¿No te quieres ir al campo?- Jaime se preocupó.

-No... no... eso no... o sea... tampoco... Ay, que no me quiero casar contigo... Eso...¿Por qué no te casas mejor con Pía?- estaba asustado, aterrado a tal punto que hablaba incoherencias.

-No se diga más... Nos casamos los dos... Eso sí querido prometido, te tengo que confesar que mi piel no ha conocido hombre alguno y que no sé si quiera intentar el sexo anal... - no sé de dónde apareció Pía, pero tomó a Jaime del brazo y comenzó a planear su propia boda.

-A ver... ya paren los dos. Estamos hablando de mis sentimientos, esto es importante....¿Estás seguro que no te quieres casar conmigo? ¿Acaso no me amas? ¿No sientes nada por mí?...- El hombre volvió a hablarme sólo a mí.

Me quedé mucho tiempo callado, mirándolo como perro arrepentido, sin saber qué hacer para congraciarse con su dueño. Algo en mi interior me decía que tenía que correr, que estaba en riesgo y que si no arrancaba moriría. Aunque ese lado de mi conciencia peleaba con la otra mitad, que me pedía que me quedara, que intentara formar una familia con quien... con quien... Y ese era problema, ¿qué siento por Jaime?

-No... no te amo...- respondí decidido, como si tuviera en frente a un enemigo y no a quien me ha confesado su amor.

Sus ojos se cristalizaron y mostraron la batalla que se estaba creando en su interior. Sin continuar con sus palabras entró a su habitación. Escuché estando en el pasillo aún, cómo armaba sus maletas, había decidido dejarme, abandonar a quien no le correspondía.

-Ahora si te pasaste, pero bien feo... ¿No ves que ya casi lo teníamos adentro del bote?...- y tal como llegó Pía, hizo su aparición Constanza.

Mi hija me regañó por rechazar a Jaime, de hecho estaba muy ofuscada, como una madre rabiosa retando a su retoño rebelde. Yo no pude soportar más presión y me encerré en mi cuarto, aun cuando las dos niñas golpeaban la puerta con insistencia, tratando de convencerme que saliera y me disculpara con el hombre quien estaba a punto de irse.

-¿Por qué haces eso?- escuché la voz de mi madre atrás de la puerta.

La mujer había llegado a averiguar sobre nuestra situación, habían muchos gritos en el segundo piso y quiso ir a poner orden. Supongo que las pequeñas le contaron lo sucedido y ella quiso inmiscuirse. Lo más probable es que me iba a apoyar, que lo mejor era dejar a ese vagabundo y quedarme con ella, haciéndole compañía porque fui yo el culpable de la ruptura de su relación. O eso era lo que creía que diría la anciana.

-Sal de ahí en este preciso momento y anda a buscar a ese hombre... ¿Acaso crees que el amor es tan fácil de encontrar? ¿Por qué le rechazas si a leguas se nota que te gusta?- me gritó mientras escuchaba de fondo cómo Jaime bajaba las escaleras con sus maletas.

-¡No entiendes nada!... No lo amo, simplemente no puedo amar a nadie más que no sea Ernesto. Él fue el amor de mi vida y ahora no puedo serle infiel... Le debo fidelidad aunque esté muerto...- y por fin había brotado aquella oscuridad que me estaba dominando sin querer.

Esa era la razón, ese era el miedo que me dominaba y que me hizo dejar la mansión de Fernando la primera vez también. Ernesto ha sido mi alma gemela, yo ya he vivido mi romance soñado y no puedo pretender ahora deshonrar su recuerdo.

-¡Eres tan estúpido! Siempre has sido un imbécil... Dejaste que tu padre y yo nos quedáramos callados mientras sabíamos lo que tu abuela había hecho... Seguiste a nuestro lado y regresaste después sin importar cuánto daño te hicimos... ¿Por qué te gusta tanto sufrir? Siempre pensé que te rebelarías, que nos dirías lo mierda de personas que fuimos y en vez de eso, preferías destruir tu vida con tal de evadir la realidad... He sido la peor madre de este mundo y por eso quiero que ahora no cometas un nuevo error, que no termines como yo, sola y amargada por ser una miedosa, una hija de puta que por pánico se casó con el hombre que no amaba y que no encaró a su propia madre cuando dañó a su hijo... Ernesto te quiso y siempre estará en tus recuerdos, pero ya se fue... falleció y no volverás a verlo nunca más en tu vida. El amor llega simplemente y tienes que ser muy tarado para rechazarlo, y más encima si es la segunda vez que te topas con él... La vida te está dando una nueva oportunidad y vas a estar con Jaime aunque tenga que derribar esta puerta y llevarte jalando de la oreja hasta que te encuentres con él de nuevo...- y así fue, la anciana empujó la estructura de madera y entró a mi habitación.

Tal como hacía cuando era pequeño y cometía una travesura, me llevó tirándome del lóbulo de la oreja hasta la calle.

-¡Detente! ¡Si no te casas con mi hijo te prometo que te corto la pinga y me la como en un pan!- gritó mi madre al ver que Jaime estaba ya bastante lejos con su equipaje.

Supongo que tuvo mucho miedo, y es que rápidamente regresó hasta donde nos encontrábamos. El hombre estaba asombrado, aunque debo reconocer que sus ojos brillaban con inocencia, con la pasión de volver a recuperar una ilusión perdida.

-Ya... dile lo que tienes que confesar...- me volvió a gritar la anciana.

Me dio mucha vergüenza,  estaba rojo como un tomate, como nunca antes había estado.

-Está bien... Lo voy a decir...- aclaré mi garganta para proseguir.- Jaime... yo... te amo...- y era verdad, eso es lo que siento por él. Me enamoré de nuevo.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora