Día 63: Enojado como nazi en marcha por el orgullo gay

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Al final me dieron el alta médico y pude salir del hospital. Obviamente regresé al manicomio, para convivir con todos esos locos.

Me sorprendí cuando al entrar a mi cuarto, me encontré con el verdadero Pablo.

- Me casé contigo, así que ahora tienes que cumplir con tu parte del trato...- mencionó un poco enojado, como si no le hubiera gustado nuestra boda. ¡Maldito egoísta!

Como niño de colegio, me quedé con tarea para la casa. ¿Cómo podía hacer para que el rubio reconociera que no era el psiquiatra? Era bastante difícil, tendría que idear algo muy inteligente y es que dudo que el sujeto en cuestión quiera dejar la vida que lleva.

En aquellas largas horas de pensamiento, me acordé de Ernesto. ¿Seguirá enojado? La curiosidad me ganó, así es que fui hasta su habitación para corroborarlo.

Y no estaba, había un viejo en pañales en su lugar. ¿Y el feo? Le pregunté a todo aquel que se me pasara por delante. Nadie sabía nada de él, incluso muchos ni lo conocían.

Desesperado fui hasta el despacho del rubio estafador, que hasta ahora no sé cómo se llama. Tiene cara de Diego, o de Orlando, o de Calentón.

-Hasta que te dignas a aparecer. Te costó decidirte parece... ¿ahora sí estás dispuesto a hacerme pasivo?- pronunció tan sólo al verme. ¡Estúpido pervertido! Claro que no le daría en el gusto.

Le pregunté por el paradero de Ernesto, a lo que él me respondió tranquilamente que le había dado el alta.

- Me dijo que ya no le importabas y que no quería seguir siendo parte del trío. Me alegré por haberle ganado, así que lo dejé ir... Le afectó mucho tu boda. Por lo menos a mi no, con que quieras follarme me conformo...- el muy cabrón, así que fue éste quien lo alejó de mí.

No vayan a cofundir las cosas, es que me preocupo porque ya me encariñé de él, como un perro con sus pulgas o una anciana con su dentadura postiza.

- Eres un imbécil, pero ya me vengaré de ti.... Ya verás.- me retiré enfurecido.

Claro que lo iba a hacer, no me voy a quedar con los brazos cruzados. Al ver al rubio pasivo, recordé a otro que imaginé activo y resultó ser la reina de las maricas: La Papucha.

-Cata, escúchame bien, lo que te voy a pedir es de vital importancia... Tienes que ir a la cárcel y visitar a un amigo, dile que su mejor amiga maricona la necesita, que debe vengarse de un reconcha de su madre y él es el único que puede ayudarme...- llamé por teléfono a la pelirroja.

Estoy decidido a revelar su verdad, a quedarme con el verdadero Pablo, a recuperar a mi perrito Ernesto, a salir del manicomio, a bajar 15 kilos y subir las escaleras para subir el culo. Soy una cola suelta y enojada, así es que témanme.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora