Mi último día

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-Podrías casarte en primavera, es la mejor estación del año...- me dijo Constanza al saber que me uniría en matrimonio con Jaime. Ella estaba muy emocionada con la idea.

Y así lo hicimos, porque tengo que informarles que ya me casé con mi macho, aunque tuve que hacer más mamadas de lo normal para ahorrar un poco de dinero y comprar la comida para el fiestón. Tampoco cobro mucho, así que decidimos colocar una carpa en el patio de atrás y ahí hacer la ceremonia. Pobre, pero con dignidad. Marica, pero con gusto.

Una de las cosas que hice, fue decorar las mesas con finos manteles de plástico color blanco invierno. Creo que eran blancos completos antes, pero como los compramos usados, ya venían un poco sucios. En cada mesa habían arreglos de flores de plástico, platos de cartón y palillos en vez de servicios. ¡Que los chinos comen así! Y son de lo más inteligentes.

Sin embargo, lo que más me gustó de mi decoración, fueron los gorritos que le di a cada uno de los invitados. ¡Madre mía! Es que eran lindos y tiernos, porque encima del gorro había un pene kawaii sonriendo y saludando con sus bolas.

-¿Por qué tienen que ser vergas?- me preguntó avergonzado Jaime cuando se los mostré.

-Porque me gustan... todos hacen bodas con temáticas de sus artistas favoritos, o películas, o animales... Por eso, yo lo haré de lo que más me encanta... la pija...- y eso no era todo, porque fui a una carnicería para comprar criadillas.

-Que ricas... ¿qué son?- me preguntó doña María en el banquete.

-Son bolas de toro... y la salsa es de crema, no vaya a creer que es el semen...lamentablemente en la granja no me quisieron ordeñar un par de toritos...- respondí un tanto triste.

¡Vaya! Que la boda fue todo un éxito, tanto que quedó comida porque los invitados estuvieron tan emocionados, que no quisieron comerse todos sus platillos. 

Fue una ceremonia civil, un sábado por la tarde. El ministro legal fue hasta nuestra casa e hizo el matrimonio un poco apurado. Se colocó en el altar improvisado que construimos en el patio, a ambos nos hizo entrar rápido, de hecho, fue él quien nos empujaba.

-...¿Aceptas a Jaime Sandoval como tu legítimo esposo?- me preguntó casi gritando.

Yo acepté y luego mi esposo lo hizo.

-Entonces los declaro unidos en matrimonio... Se pueden besar...- mencionó cerrando su libro, ese en el cual firmamos, para luego darse a la fuga. ¿Qué mierda le había sucedido al hombre?

Después nos dimos cuenta que doña Gracia le había estado acosando antes de la ceremonia y pude imaginar cuán asustado estaba el anciano, estaba completamente paralizado con la idea de ser capturado por una vieja como ella.

-Qué lástima, si era tan sexy ese papasote...- se quejaba mi amiga en su mesa.

-Mi amor... si me tienes a mí, ¿por qué buscas a más hombres?- le alegó Fernando, sentado a su lado en el banquete.

Y yo quedé de una pieza, congelado como bolas de reno. ¿Le dijo amor? ¿Acaso la vieja ésa había conseguido lo que tanto anhelaba y ahora era pareja del sin bolas? 

-Ay, es que a ti no te funciona la poronga... ¿Qué quieres que haga? A veces la ramas de palto no me satisfacen...¡Que soy una mujer apasionada! ¡Necesito sexo!- se enfadó la anciana, para luego caminar hasta el baño.

No podía creer lo que veía, los papeles se habían intercambiado y ahora era Fernando quien estaba interesado. Le pregunté a doña María sobre lo sucedido y ella me comentó que tras tanto insistir, el hombre terminó cediendo a sus peticiones.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora