Día 52: Poliamor

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Se me había olvidado contarles. Como ayer vino a verme Cata, platicamos también de su vida y lo que ha hecho mientras he estado internado en el manicomio. Resulta ser que por fin dejó de ser puta y se fue a vivir con Patricio. Fue raro, porque por primera vez en mi vida, me alegré por la suerte de otra persona. ¡Estúpidas pastillas! Si sigo así terminaré siendo como una niñita rosa.

-Con los ahorros que tengo, quiero colocar un salón de belleza, ese ha sido mi sueño desde pequeña... Bueno, y tener un par de tetas, pero como ves, eso ya lo he cumplido...- terminó bajándose la blusa y mostrándome sus falsas ubres.

-Cata.... Andas sin sostén.- le dije bajito, o bueno, eso intenté, porque al final todos escucharon y voltearon a verla semidesnuda.

-Ay chico, es que antes de salir follé con Pato y se me olvidó ponerme esa cosa.... De todos modos me gusta andar libre...- respondió normalmente la pelirroja, sin siquiera inmutarse porque los locos de mis compañeros la vieran con deseo y hasta babearan al tener la boca abierta.

Está bien... Sé perfectamente que quieren saber sobre el psiquiatra. Bueno, ese es un tema complicado, porque... ¡Está loco! En serio, y que lo diga alguien tan demente como yo, significa que verdaderamente no está bien.

Ayer por la noche ingresó a mi habitación, supuse que quería intimar como siempre y no me molestó, sólo que al encender las luces me percaté que no estaba solo.

-¿Así que te interesa este gordo también? Pues veamos con quien gimes más...- es lo que mencionó el doctor, mientras señalaba a Ernesto.

Y sí, accedí a lo que pedía... Digo, no tenía nada mejor qué hacer. Entre aburrirme y follar con dos hombres, está claro cuál es mejor opción.

Primero fue el feo, quien tiritaba por la idea de estar obligado por Pablo. Se sacó la ropa y comenzó a tocarse.

-¿Eres hombre o no?- gritó el rubio, y es que el pobre de Ernesto no podía al una erección, estaba demasiado presionado.

-No eres más que un tarado... Mira y aprende...- haciéndose el machote, Pablo se bajó los pantalones, enseñó su gran polla y me penetró sin compasión. ¡Idiota! Me dolía mucho al principio.

Gemí normal, saludable como cualquiera ramera de la calle. Grité el normal: "más papi, dame más" o el "así... así... Sigue". Ya saben, lo que todos decimos en esas situaciones.

Se suponía que el feo no podía "entusiasmarse", sólo que al ver al doctor haciéndolo, parece que le ayudó para relajarse. ¡Maldito voyerista! El muy puto me cogió después que terminara Pablo y sin compasión me golpeaba en las nalgas.

-Así perra... Yo sé que te gusta... Mueve ese culo...- y yo quedé helado, ¿no que me amaba? Si al final todos los hombres son iguales.... Digo, yo soy uno y me calentó mucho la situación. ¡A la mierda el amor! ¡Viva la cochinada!

Tenía una polla por detrás y otra en la boca, porque el tarado del psiquiatra volvió a interesarse en mí después de escuchar a Ernesto. En ese momento pensé... ¿por qué conformarse con uno si puedo tener dos?

-Chicos... He decidido que voy a enamorarme de ambos. Desde ahora los tres somos una pareja, y punto en boca... Pobre aquel que no le guste, que me he pasado la vida sufriendo y ahora me toca a mí ser feliz, ¿vale?- Fui tajante, tendrán que aceptarlo o bien deberé conseguirme cloroformo para dormirlos.

Sí señores, el futuro no es el matrimonio, sino que el poliamor.

Diario de un Soltero GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora