Capítulo Treinta y nueve. Hora de la verdad.

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Llegué a los campos de fútbol americano, me senté en las bancas y traté de normalizar mi respiración, me sentía nerviosa e insegura, no podía sacame de la mente la idea de que Mariel supiera eso, “¿Cómo?”, esa era la única pregunta que resaltaba de entre las demás. No quería creer que Mariel era de esas personas acosadoras, no lo parecía y mucho menos lo demostraba, era tímida y a la vez decidida, valiente pero se consumía en miedos, con una sonrisa tan grande que iluminaba, pero su forma de pensar era demasiado opaca, era tan transparente, pero difícil de leer. Abracé mis rodillas y recargué mi barbilla en las mismas mientras cantaba una canción en mi mente y salía un leve sonido de mis labios.

-¿Podemos hablar?- la voz de Mariel me hizo dar un brinco del susto.

-¿Cómo?- fue la única palabra que salió de mi boca.

-La fotografía de tu habitación me la mostraron tus padres cuando tu estabas dormida, en realidad yo les pregunté sobre ti y tu papá sacó esa fotografía de su cartera, ahí fue donde la vi- comenzó a hablar -A ti te vi así hace unos días, estabas tan ajena a todo que no notaste que te estaba viendo-

Algo de mí quería creele, pero mis pensamientos gritaban “Miente”. -Creo tiene sentido- dije después de pensar unos minutos.

-Te juro que es verdad, tu padre fue el que me mostró la fotografía, estás tú al lado de la ventada, sentada en el suelo jugando con un rompecabezas...-

-Con un vestido rosa- agregué.

-Sí- sonrió -No soy una acosadora, me gusta verte- cogió mi mano entre las suyas -Pero solo cuando no me ves, solo así tengo el valor de mirarte-

-Eso suena acoso-

-Admirar la belleza no es acosar-

Quité mi mano de entre las suyas -Tienes fotografías mías en tu cámara, ¿Por qué?- solté de pronto.

-Me gustas, Jennifer, ya no sé de que manera decírtelo o demostrartelo-

-Lo que pasa es que...- hice una pausa -Mariel, es complicado- me levanté y comencé a caminar lejos de ella.
-¡Espera!- me cogió de la mano
-¿Por qué?- me miró directamente a los ojos -¿Qué es lo complicado?-
-No lo entenderías- negué con la cabeza.
-Tal vez entienda más de lo que creés- bajó la mirada.
-No lo sé- me safé de su agarre y me alejé de ella.

Después de varios metros, giré la cabeza para ver que me seguía, pero solo se había quedado sentada, viendo la nada, hasta que a tientas sacó una cajetilla de su chaqueta y puso un cigarrillo entre sus labios para después encenderlo. Me recargué en la pared para que no me viera y la miré con mayor detalle, como fumaba, tan lento, se perdía más en ver como se consumía que en fumarlo, era raro, normalmente las personas fumaban rápido, ella no, ella lo admiraba, hacía que fumar fuera un arte digno de admirar.

“Me gusta fumar, pero repudio el olor del cigarrillo, suelo perderme más en cómo se consume que sentirlo dentro mío”.

Esas palabras se reprodujeron automáticamente en mi cabeza, eché la cabeza hacia atrás y sacudí mi cabello, estaba tan confundida respecto a todo que estaba asociando a Mariel con mi admiradora secreta, las quería a ambas, no podría decidir y en el fondo deseaba poder estar con las dos.

Fui a la biblioteca de la universidad y me senté en uno de los sofás, saqué el libro de pasta oscura y continué leyendo.

«Reír hasta que duele la barriga es una de las mejores sensaciones de la vida, reír a carcajadas, sin que te importe lo que piensen los demás, recordar algún hecho feliz en tu vida te sacará una sonrisa gigante, aunque estés solo, aunque sea un mal día, un buen recuerdo puede cambiar tu estado de ánimo en segundos.
¿Has visto a la gente que va por la calle y ríe sola? Esa persona recordó un momento lleno de alegría, un buen chiste, la broma de un amigo, una salida con la familia, sea cual sea el motivo, esa persona es feliz, sonríe, no le importa lo que diga la gente, o si lo juzgan de loco, él puede reír hasta que se le vaya el aire, puede reír hasta que sus rodillas no soporten y llegué al piso, nada le prohíbe ser feliz.
Ahora piensa en ti, en algún recuerdo feliz de tu pasado, cierra los ojos y recuerda con exactitud el día, los sonidos, los aromas, recuerda que te hizo sonreír, piensa las palabras exactas que te hicieron estallar en risas, ¿Las recuerdas? Inconscientemente formaste una sonrisa en tu rostro y sientes como en tu interior nacen las ganas de reír, dejate llevar, abre tus ojos y mira a tu alrededor, el recuerdo era tan real que te hizo sentir como la vez en que sucedió...».

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora