Después de ese día, mis padres fueron un poco distantes con Mariel, me preguntaba si era por su reacción el otro día o porqué pensaban que en realidad era malo ser huérfano.
Toqué la puerta de mi habitación y entré encontrándolos leyendo un libro cada quien.-Mamá, Papá, ¿Puedo hablar con ustedes?-
Mi padre bajó su libro -¿Qué sucede, cariño?-
-¿Tienes algún problema?- mi madre agregó.
-Sí, sucede algo y es un problema- respiré profundo -¿Por qué desde que supieron que Mariel es huérfana cambiaron totalmente con ella?-
Mi madre dejó el libro a un lado
-No hemos cambiado con ella--Hija, lo que sucede es que, al no tener padres puede que no tenga valores inculcados-
-¿Es en serio?- dije molesta
-Desde que llegó, ha hecho el desayuno, lava dónde todos comemos y en ocasiones limpia la mesa, es educada y aunque ustedes la evaden, jamás les faltó el respeto--Tal vez solo son apariencias para que creamos que es buena- mi mamá se cruzó de brazos.
-Entonces debe ser actriz de tiempo completo, porque desde que llegué ha cuidado de mí y jamás me ha faltado al respeto, aunque yo la insulte- admití
-Mamá, tú me enseñaste que no debo juzgar a las personas hasta conocerlas realmente, y eso estás haciendo tú- hice una pausa -Y tú, papá, hace unos día me dijiste que si me gustaba lo intentara con ella--Hija, lo que pasa es que...-
Interrumpí -No, solo piensen lo que les dije, si Mariel no hubiera dicho que es huérfana, su trato con ella sería el mismo, aunque lo nieguen- salí de la habitación y me encontré con Mariel sentada afuera de su habitación con la espalda recargada en la puerta.
-¿Qué haces ahí?-
-Esperaba que salieras-
-¿Para qué?-
Se levantó y me abrazó fuertemente -Gracias- susurró en mi oído.
-¿Por qué?- corté el abrazo.
-Haces muchas preguntas- sonrió -¿Te gustaría salir?-
-¿Ahora?- abrí los ojos como platos.
-Sí, a menos de que estés ocupada-
-No, solo me arreglo y...-
-No- me cogió de la mano antes de que pudiera avanzar -Así te ves hermosa- acarició el dorso de mi mano con su pulgar.
Sentí como mis mejillas ardían
-Gracias- bajé la mirada.-Vamos- me jaló levemente y me llevó a la puerta.
-Espera, no pedí permiso- traté de detenerme.
-Entonces hay que fugarnos- sonrió ampliamente y me jaló con más fuerza pero sin lastimarme.
Fuimos al centro comercial, caminamos por todo el lugar hasta que llegamos a un pequeño café, entramos y pedimos un café y un postre.
-Lamento el comportamiento de mis padres- dije mientras jugaba con la cucharilla dentro del café.
-No tienes porque disculparte por el comportamiento de los demás- dijo simplemente.
-¿No te molesta?-
-Digamos que estoy acostumbrada- comenzó a hacer círculos imaginarios en la mesa con su índice -Vivimos en una sociedad donde todo lo fuera de lo ordinario está mal visto, básicamente nos impusieron la mediocridad, por todo te juzgan, prefiero ser juzgada y a mi modo, que normal pero a decisión de los demás- levantó un poco su cabeza para verme por encima de las gafas -¿Tú qué opinas?-
-Que tienes razón- sonreí.
-Eso pensé- regresó su vista a la mesa.
Al llegar al apartamento nos encontramos con mis padres sentados en los sofás (la semana pasada habíamos comprado el resto de los muebles), papá con los brazos cruzados y mi madre con sus manos descansando en su regazo, ambos mirándonos completamente inexpresivos.
-¿Pasa algo?- pregunté mientras cerraba la puerta.
-Sí- mi madre miro a mi papá
-Gordo, ¿algo qué decir?-Mi padre abrió los ojos como platos, totalmente sorprendido
-¿Qué?- dio un carraspeo -Vale, primero que nada, de parte de los dos...- suspiró -Queremos disculparnos con Mariel por nuestra nefasta actitud los últimos dos días, estamos totalmente apenados por ofenderla de ese modo--Mariel, te rogamos aceptes nuestras disculpas- mi madre comenzó a hablar -¿Puedo abrazarte?- se acercó a Mariel rápidamente y la envolvió en un abrazo.
Cortó el abrazo después de unos segundos -No hay porqué disculparse- sonrió débilmente
-Si me disculpan, iré a la habitación- comenzó a caminar rápidamente.Mi madre se acercó a mí -Creo que no está acostumbrada a los abrazos- susurró.
-¿Por qué?-
-Se puso demasiado tensa y cuando sobe su espalda la sentí temblar- me miró preocupada
-Deberías hablar con ella- señaló con la cabeza la habitación.-Iré ahora- comencé a caminar
-Buenas noches- Al llegar abrí la puerta sin tocar antes, entré y al no ver señales de Mariel me alarmé por completo, cerré la puerta y observé toda la habitación -Mariel- me acerqué a la ventana y escuché unos leves sollozos -Mar, ¿Estás aquí?- pregunté mientras abría la puerta del armario.-No- susurró mientras abrazaba sus rodillas.
-Mariel, ven aquí- me puse en cuclillas. Ella solo negó con la cabeza -Al menos mírame- rogué.
Levantó su cabeza y me miró unos segundos, tenía los ojos rojos y llenos de lágrimas, el ceño fruncido, su mandíbula estaba apretada pero los labios le temblaban -Listo- volvió a esconder su cabeza.-Sal de ahí, por favor, hay que hablar-
-No- susurró.
-Por favor, quiero que estés bien- toqué su brazo.
Levantó su cabeza y chocó su nuca contra la pared del armario -¿Sabes? Por más dieciocho años, jamás recibí un abrazo "Maternal".- hizo comillas con los dedos -Y hoy, tu madre me abraza como si fuera... no lo sé, es difícil explicar-
-Ven a la cama y hablemos-
-Aquí me siento segura- dijo viendo sus dedos.
-¿Por qué?-
-Cuando estaba en el orfanato, la primera vez que nadie me adoptó un chaval más grande, dijo que quedarse aquí era horrible que el mundo siempre querría lastimarme, me sentía terrible, tenía cinco años... creo, el punto es que me sentía insegura, creí que todo me haría daño, así que entré a la habitación de trastos y había un armario, quería esconderme de lo que sea que me siguiera, así que me metí en el armario y de una forma u otra, me sentía completamente a salvo, a salvo del mundo y eso me hizo sentir tranquila- hizo una pausa -Y desde ese día cada vez que me sentía así, iba al armario- sonrió débilmente.
-Ahora entiendo porqué eres gay- solté una leve risa.
-Jamás había pensando en eso, es un buen término- imitó mi risa.
-Ven a la cama- sonreí -Ya sal del armario-
-Vale, por milésima ocasión- rió nuevamente.
Nos acostamos en la cama, yo tumbada boca arriba y ella entre mis piernas abrazando mi cintura, con su cabeza en mi ombligo; yo revolvía su cabello y lo volvía a peinar, pasaba mis dedos desenredando su cabello, tarareando una canción que sabía de memoria. Mi madre abrió la puerta y puse un dedo en mis labios para pedirle silencio, puso cara rara al vernos en esa posición, pero sonrió tímidamente después de unos segundos para después irse, bajé mi mirada después de un largo tiempo y vi a Mariel dormida, se veía tan tranquila e indefensa que tenía unas ganas inmensas de besarla, pero solo la contemplé hasta que me venció el sueño.
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Entre mis letras
De TodoElla era excesivamente ordenada, yo en cambio era el desastre mismo. Lo único que nos unía, era la pasión por la literatura, ¿Qué pasa cuando dos tipos de caos colisionan?, ¿Se mueren, o se unen para crear algo nuevo?