El resto de la semana continúe con mi juego contra Mariel, debo admitir que adoraba verla cuando se frustraba cuando la provocaba o cuando fingía indiferencia pero la pillaba viéndome por el rabillo del ojo.
Me encontraba aseando la habitación, no había clases en la universidad así que tenía tiempo libre, me puse un short hasta media nalga y un top que solo cubría mis pechos, dejando al descubierto mi abdomen. Eché toda la ropa sucia a un cesto y lo arrastre hasta llevarlo fuera de la habitación. Estaba tan concentrada usando mi fuerza en jalarlo que no noté que estaba Mariel hasta que choqué con ella.
Rápidamente me agarró de la cintura y me pegó más a ella
-Deberías tener cuidado-Me incorporé haciendo que sus pechos chocaran contra mi espalda -Sí, lo haré-
-¿Qué harás?- susurró en mi oído.
-Lavar ropa- traté de safarme, pero apretó su agarre en mis caderas.
-Deja de flirtear conmigo- susurró contra mi cuello.
Solté una carcajada -Por Dios, Mariel- me safé rápidamente -No flirteo contigo-
-Oh, ¡venga ya!- sonrió ampliamente -Te arreglas cada vez que llego al apartamento, usas ropa corta cuando estamos aquí, eres un poco más sensual cuando estamos solas y tratas de darme celos- soltó una leve risa
-¿Cómo dicen ahora?- pensó
-Tirar la braga- chasqueó los dedos.-Cállate- comencé a arrojarle la ropa del cesto.
-¿Qué coño?- comenzaba a quitar la ropa de su cara -Jennifer, ¡joder para!- quitó un trozo de tela de su cara -¡Una mie...!- examinó la prenda de cerca
-ostia puta- comenzó a reír
-Literalmente me haz tirado la braga- rió a carcajadas.-¿Qué?- me acerqué a ella y le quité la prenda -Diablos- la arrojé nuevamente al cesto.
-Ahora que lo haz aceptado, ¿qué haremos al respecto?- comenzó a caminar atrás de mí.
-Nada, déjame en paz- seguí caminando.
Ahora que sabía mis intenciones me sentía completamente indefensa, había perdido la partida y era su turno de jugar.
-No quiero dejarte- dijo simplemente.-¿Entonces qué quieres?- giré para verla.
-Estar contigo, solo eso-
-No puedo- sentí un nudo en la garganta.
-¿Por qué?- se acercó más a mí.
Giré para ver la lavadora -No lo entenderías- dejé la ropa sobre la tapa.-Por favor, puedo tratar de entender- se acercó más.
-Mariel, no por favor- cerré mis ojos con fuerza.
-Vale, iré a por la comida- besó mi hombro y se fue.
Me quedé unos minutos viendo la lavadora, como si los botones pudieran darme una respuesta
-Rápido, fussy, jeans, enjuague y centrifugado, ¿Qué debo hacer?- pensé unos minutos -Tal vez si le quito los jeans y le hago un fussy rápido, ella me enjuague en centrifugado- dije en un susurro. Golpeé mi cabeza contra la tapa
-No sé que hacer-Terminé de lavar y fui a la terraza a tender la ropa, mientras tendía, pensaba en alguna solución para estar solo con una sin que la otra salga lastimada, ninguna de las opciones que tenía era lo suficientemente buena, una de las dos saldría sufriendo y era difícil elegir cual. Me sentía imponente, incapaz de controlar una situación que yo misma había dejado salir de control, mi control; ya nada tenía salida, las puertas se habían cerrado y para salir, tendría que romper una, pero ¿Cómo? ¿Cómo decidir entre dos corazones? ¿Cómo escoger quién debe sufrir? ¿Por qué tendría que elegir? Y lo peor de todo, debo decidir a quién lastimar. Ningún ser humano debería pasar por esta situación y mucho menos plantearse el mismo dilema, pero a veces por azares del destino, terminamos enfrascados en problemas cerrados al vacío, sellados, que para poder abrirse no basta con unos golpecitos en la tapa o agua caliente, para abrirlo se necesita romper el frasco y eso debía hacer yo, el problema, no sabía cómo hacerlo. Ninguna de las dos merecía sufrir, no por mí.
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Entre mis letras
De TodoElla era excesivamente ordenada, yo en cambio era el desastre mismo. Lo único que nos unía, era la pasión por la literatura, ¿Qué pasa cuando dos tipos de caos colisionan?, ¿Se mueren, o se unen para crear algo nuevo?