Capítulo. Ciento cinco. Déjame intentar.

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Pasaron varios días en los cuales yo atendía a Jennifer de la manera más atenta posible, pero sin perder la distancia de amistad que ella me había pedido, bromeaba con ella, la abrazaba por sorpresa, de vez en cuando dejaba notas en su puerta, me acercaba, pero con cuidado, cada paso estaba sumamente planeado, no quería cagarla, no otra vez.

-Buen día, Jennifer- le dije una vez la vi entrar a la cocina.

-¿Cómo es posible qué no hayas dormido nada y estés activa?- dijo mientras se servía un poco de café.

-Soy una persona muy activa, tú lo sabes bien-

Escupió el jugo y me miró -Eres una pervertida-

-¿Qué?- hice una pausa -Ah, ya, yo lo decía porque desde que vivimos juntas, duermo tarde y despierto temprano o a veces no duermo- levanté los hombros.

-Ah, sí, por eso-

-Lo que digas- reí levemente -Que tú tengas una mente pervertida no quiere decir que todos la tenemos-

-Cállate- dijo levemente irritada
-Iré a dormir otro rato en lo que está el desayuno-

-Vale, lo dejaré a un lado de tu cama-

-Gracias- levantó su puño con el pulgar arriba.

Terminé de hacer el desayuno mientras tarareaba una canción lenta.

Estando en la universidad, me senté en el lugar de siempre, Antonio no había ido, así que estaba sola. Saqué mi libro y comencé a leer en la parte marcada, sentí un cuerpo a mi lado y desvié la mirada del libro.

-¿Necesitas algo?-

-Mariel Morgado, un placer conocerte- la chica dijo sin dejar de mirarme.

-¿Quién eres?- me levanté del banco -¿Cómo sabés mi nombre?-

-Galilea Ruíz- sonrió -¿Cómo no saberlo? Eres famosa por aquí.

-Como digas- cerré mi libro
-Bueno, me retiro-

-No te vayas, no seas grosera-

-No te conozco y sinceramente no tengo ánimos de conocer gente- hice una pausa -Lo lamento, pero debo irme-

-No pensé que tuvieras tan pésimos modales, respecto a lo que decían de ti, esperaba más-

-No sé qué te hayan dicho de mí, pero sinceramente no me importa-

Se levantó -Admiro tu forma de rechazarme, y eso me excita- se acercó más a mí -Te aseguro que al final del mes, rogarás para estar conmigo-

-No asegures, no estoy interesada en otras mujeres- me acerqué a ella, casi rozando nuestros labios -Solo hay una mujer por la cual rogaría para estar con ella- di un paso hacia atrás y me alejé -Y no eres tú- levanté mis hombros y me alejé.

Comencé a caminar lejos de ella y noté que alguien me miraba a lo lejos, giré rápidamente y era Tania, me dedicó una mirada de desprecio y caminó dándome la espalda.
Al llegar al apartamento, fui a la habitación de Jennifer y la encontré tumbada en posición fetal, me acerqué ella y susurré.
-¿Estás bien?-

-Déjame sola- dijo totalmente molesta.

Salí de la habitación y miré el calendario, fin de mes, estaba en su periodo. Fui a la cocina y preparé su comida favorita, lasaña. Busqué algunas pastillas en el botiquín y salí del apartamento a comprar un poco de helado de chocolate.
Una vez de regreso, puse un poco de lasaña en un plato, dos comprimidos en un papel cerca de un vaso con jugo de uva, y una cuchara encima de la tapa del bote de helado, acomodé todo en la bandeja y fui nuevamente a su habitación, encontrándola sufriendo de dolor.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora