Capítulo Cincuenta y siete. Motivos.

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Comenzaba a volverme loca, el apartamento tenía todo en su lugar, no había ningún rastro de polvo, ni de Mariel. No sabía que era peor, si su desorden o su orden y eso, en realidad me confundia demasiado al grado de desquiciarme. Empecé a dejar cosas fuera de su lugar, para ver cómo reaccionaba, olvidaba meter las cosas al frigorífico o movía las cosas de la alacena, sorprendentemente Mariel solo devolvía las cosas a su lugar, son decirme nada, sin reclamarme, solo suspiraba pesadamente y acomodaba las cosas nuevamente. A cada momento pensaba que sí yo también era así, si era tan apegada a tener todo limpio. No, yo no era así, yo era peor.

Me acerqué a la puerta de Mariel y golpeé varias veces, no hubo respuesta, pegué mi oído a la rendija, escuché unos leves susurros y el sonido suave de una guitarra, me senté en el suelo y recargué mi espalda en la puerta a escuchar la leve serenata que yo misma me había dedicado.
Volví a golpear la puerta después de varios minutos pero tampoco recibí respuesta, mis golpes parecían ocultarse tras el sonido de la melodía, tal vez así era lo mejor, dejarla, tal vez ella ya había aprendido a vivir sin mí, el problema era que yo no quería vivir sin ella.

Mariel seguía preparándome el desayuno por las mañanas y la comida por la tarde, la cena últimamente me tocaba a mí y cenar sola, puesto que ella salía a cenar todas las noches con quién sabe quien y llegaba después de media noche, varias veces llegué a pensar en que salía con alguien más, pero al investigar indirectamente en la universitarias, decían que ella les comentaba que: "No quería nada serio, solo pasar el rato", y cualquiera aceptaba gustosa; me daba pánico preguntar si se había acostado con ellas, no sabía cual sería mi reacción, así que preferiría quedarme con las dudas.

-¿Segura qué no quieres saber?- Salma preguntó después de varios minutos de silencio.

-No- hice una pausa -¿Qué tal y si lo hace?-

-Estaría en su derecho- levantó los hombros -Un derecho que tú misma le diste-

-Pues no pensé que se lo tomara en serio-

-No es de que se lo haya tomado en serio, si no de que, la tienes en un tira y afloja tan feo que tal vez se canso de jalar-

-¿O sea que se canso de mí?-

-Eso no quise decir, solo que, a cualquiera le molestaría que un día la traten bien y al otro no, la inestabilidad ahuyenta a todos-

-¿Y yo soy inestable?-

-Algo así, realmente no sabes lo que quieres con Mariel, dices quererla, pero la alejas de ti...-

-Porque dicen que yo no la hago feliz- interrumpí.

-Si dejaras de pensar y hacer lo que dicen los demás y te pusieras a hacer lo que realmente quieres, te hubieras ahorrado todo ese tiempo de drama entre tú y ella- hizo una pausa -Estarían felices y follando todas las noches y los días también, lo cual sería excelente, he escuchado buenas críticas de ella...-

-¡Salma!- le di un leve empujón
-Necesito pensar en todo, asimilar cada información y decidir que hacer, debo tomar una decisión- me levanté -Gracias por la charla- sonreí y comencé a caminar.

Llegué a las canchas de fútbol americano y vi Mariel fumar a lo lejos, tenía su espalda apoyada en la banca trasera, una pierna cruzada en forma de escuadra y sus codos recargados en la banca de atrás, de vez en cuando movía su mano derecha para darle una calada al cigarrillo y la volvía a poner en su lugar segundos después de inhalar. Pensé en acercarme y hablar con ella, pensé en hacer las pases y volver a iniciar, pensé en mil y un cosas para decirle, pensé en todo, hasta que gestos haría, y justamente cuando tuve el valor de ir, una mano detiene mi primer paso.

-Quiero hablar contigo antes de que hables con ella-

-Antonio- susurré.

-Acompáñame, por favor- rogó.
Giré sobre mis talones y asentí
-Vamos-

Él sonrió y comenzamos a caminar, llegamos a unas bancas de almuerzo un poco más alejadas que las demás, me senté y después él.

-Jennifer, sinceramente tú no me caías bien- comenzó -Pero era porque no sabía tus motivos para actuar, nunca los vi, para mí todo el tiempo Mariel fue la víctima, pero era obvio, es mi mejor amiga, pero ahora que cambio de lugar y veo las cosas desde tu punto de vista, me doy cuenta que sufres igual o más que ella- hizo una pausa -Es difícil decidir entre mi bien y el bien de la persona que quiero y tú actuabas por su bien, indirectamente le hacías bien a Mariel al alejarte, pero un poco de daño se ponía por encima de tus razones y pensábamos que solo querías dañarla, cuando solo la protegías-

-¿De qué?- pregunté.

-Del momento, no era el momento para estar juntas, si hubieran sido pareja desde el principio se hubieran odiado por los problemas básicos que tenían, ahora, cómo arreglaron eso siendo "Enemigas"-hizo comillas con los dedos -Sabrán más fácilmente cómo solucionarlo siendo pareja-

-Ya entendí, inconscientemente la estaba protegiendo-

-Exacto, y por eso fuiste la mala, porque los beneficios llegarían después, comienzan a llegar ahora- sonrió -No eres mala, solo no supiste hacer bien las cosas-

-Gracias, gracias por entender- imité su gesto -Jamás pensé que me ayudaras-

-Yo tampoco, pero no voy a ayudarte, quieras o no cometiste un error, es tu obligación repararlo- me dio una palmada y se fue.

-¡Espera!- lo alcancé en varias zancadas. Él giró para verme
-Gracias por la charla- lo abracé.

-Soy bueno con eso- cortó el abrazo -No tienes que agradecer, también soy tu amigo-

Sonreí ampliamente y lo despedí con la mano, él imitó mi ademán y continuó caminando.

Después de esas charlas pude entender más o menos lo que había pasado, mis acciones por fin darían sus frutos y posiblemente mi oportunidad de estar con Mariel.

POV. Mariel.
Me encontraba aseado, mi nuevo y obligado pasatiempo, era acomodar mis libros por orden alfabético, esta semana tocaba de la Z a la A, y la próxima de la A a la Z, cuando dejé el último libro en el librero, la puerta de mi habitación se abre de golpe, dejándola ver con el cabello revuelto y los puños cerrados, entró completamente decidida y sin dejar de mirarme, cogió un porta lápices y lo arrojó al suelo, me jaló de la mano y me llevó a su habitación, mi estado de confusión era tan alto que no podía ni hablar, una vez dentro comenzó a tirar algunas cosas al suelo, me miró y pude notar que estaba llorando, apretó sus puños y se los llevó a la cabeza.

-¿Estás... estás bien?-

-No- se acercó a mí.

-¿Qué necesitas?-

Puso sus manos en mis mejillas
-Desordename la vida- susurró antes de besarme -No quiero que seas lo que quiero, quiero que seas tú misma, no es lo que debas ser, es lo que eres y me enamoré, de tus desastres, de tu desobediencia, de tu mala memoria, de tus letras, de tus palabras confusas, de tus malas costumbres, de tus hábitos, de tus frases, me enamoré de ti, me atrapaste, estoy entre tus letras- dicho todo esto volvió a besarme.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora