Capítulo. Setenta y ocho. Espacio mental.

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Estando en el apartamento llevé a Mariel a su habitación, la recosté en la cama y me tumbé a su lado minutos después, besé su mejilla y me acerqué más.

-¿Me dirás qué pasó?- susurré.

Se giró en la cama dándome la espalda -Ahora no- dijo en un tono lleno de rabia.

-Anda bueno, estaré en mi habitación-

-Como sea- dijo sin mirarme.

Dejé salir todo el aire de mis pulmones y salí de la habitación, cerré de un portazo y caminé.
Una vez en la cama, saqué el libro de pasta negra y lo observé unos minutos, hacía ya varias semanas que no lo leía, y tal vez, ya había perdido el hilo de la trama.

-Este libro no tiene no tiene secuencia- dije después de unos minutos.

Abrí el libro y comencé a leer, abriendo los ojos como platos al ver que era un capítulo con título, ninguno de los anteriormente tenía.

«Retorcido espacio mental».

Que te llame una persona a mitad la noche, diciendo que es un asesino serial, solo para preguntarte si eres feliz, da miedo. Pero aterra más el saber que responder, si decir que no lo eres y esperar a que te asesine, o decir que eres feliz y él sepa que mientes y te torture por mentirle. De las dos formas morirás, en ambas partes temerias por tu vida, estarías lleno de pánico al salir a la calle o charlar con alguien, y a cualquier sonido encenderás tus alarmas, vivirás aterrado, pensarás si te sigue o no, si busca el momento adecuado para asesinarte o te ha dejado libre, dudas llenarán tu cabeza y serás desconfiado, te cerrarás ante la gente mientras te abres ante el miedo. Te volverás loco, todo te dará miedo, desconfiaras de todo.

Desde el otro lado de la ventana, una persona vestida de negro observa tus movimientos con unos prismáticos, sonríe al ver como te meces en el suelo mientras abrazas tus rodillas, saca el móvil desechable y vuelve a llamar, sin dejar de observarte.
Brincas del susto y te arrastras por el suelo, te quedas viendo el teléfono unos segundos y lo descuelgas, lentamente lo llevas a tu oreja mientras tu cuerpo tiembla y tu respiración es agitada.

-¿Alguna vez has visto Saw?-. Habla con una voz tan tranquila que no sabes si tranquilizarte o temer más.
-Sí.

-Bien, juguemos-. Ríe a través del teléfono -Te estoy viendo, no intentes girar o podría asesinarte.
-¿Qué quieres?

-Te doy a elegir, te asesino yo, o lo haces tú mismo-. Hizo una pausa -Yo puedo hacerlo lento y doloroso o rápido y doloroso, de ambas formas dolerá, tú puedes matarte con fármacos para dormir, sin dolor, decide, tienes hasta media noche-. Escuchas un ruido continuo y despegas el teléfono de tu oreja.

Dejas el teléfono con cuidado en su lugar, lo ves unos minutos y te armas de valor para levantar tu vista y ver el reloj de pared "11:43", la habitación que hace minutos era enorme parece reducirse a cada segundo, te mareas, tu respiración es anormal y sudas frío; intentas levantarte pero tus piernas flaquean y caes de rodillas al suelo. No sabes que hacer, si abrir el botiquín y sacar los fármacos o esperar a que él venga y te asesine. Te levantas apoyado de la pared y vas con lentitud al baño, sacas un bote de fármacos y regresas a la habitación.
Te sientas en el suelo de frente al reloj de pared encima de tu cama, tienes el teléfono a un lado y el frasco entre tus manos, esperando pacientemente la muerte.
"11:59", el teléfono suena y la tranquilidad que tenías se esfuma rápidamente, descuelgas el teléfono y lo pegas a tu oreja.

-¿Qué has pensado?

-Tengo miedo-. Admites.

-Todos tenemos miedo, unos más que otros, pero, hay que saber apreciar la belleza del miedo.

-¿Cómo se hace eso?

-Vas a morir esta noche, pero piensa en la persona que más amaste, en tus momentos felices, vamos, te doy unos minutos-. Dijo sin dejar de mirarte con sus prismáticos.

Cierras tus ojos y piensas en todo lo que te hizo feliz -Puedo verlo-. Esbozas una sonrisa y sientes algo tibio en el pecho, después ardor y un terrible dolor.

-Muere feliz, Frank.

Son las últimas palabras que escuchas antes de sumirte en un sueño permanente.

«Fragmento de una retorcida imaginación».

-Oaah- dejé caer el libro en mis piernas y miré hacia delante
-Realmente es retorcida-

POV. Mariel.
Me quedé viendo la pared, las manchas de colores que había en ella, encontrando figuras en las formas abstractas, no encontré nada.

Me levanté de la cama y saqué el saco de box, lo colgué y busqué los guantes en los cajones. Una vez lista, comencé a golpearlo con todas mis fuerzas, lo golpeaba mientras por mi mente se reproducían todas las palabras que me habían dicho.

"En realidad, sabíamos que todo era mentira desde el principio", "Lo único que buscaba era venganza", "Yo quería golpearte donde más te doliera", "No puedo creer que hayas caído tan fácil", "Eso te mereces por jugar con nosotras".

Continué golpeando el saco, cada vez con más fuerza, podía sentir mis lágrimas nublar mi vista y correr por mis mejillas, escuchaba mi llanto ahogado en golpes huecos y notaba mi respiración agitada, abracé el costal y lloré, lloré mientras soltaba gritos ahogados, fui resbalando poco a poco hasta que caí al suelo de rodillas, apreté mis puños y me levanté de un salto, arranqué el costal y lo arrojé a una parte de la habitación, dejé salir un grito casi gutural y sentí un cuerpo sobre mi espalda, unas manos abrazando mi pecho y una respiración agitada debajo de mi nuca.

-Tranquila- su voz estaba quebrada -Por favor- me abrazó con más fuerza -Estoy aquí-

-Déjame sola, puedo lastimarte- agaché la cabeza.

-No importa, no te dejaré sola- aflojó un poco sus brazos.

Giré rápidamente y la abracé con todas mis fuerzas mientras mis lágrimas mojaban su hombro -Lo sabían- comencé a hablar -Sabían que todo era mentira y aún así me hicieron creer que era verdad- dije entre sollozos.

-Tranquila- comenzó a sobar mi espalda.

-Dijeron que querían hacerme daño, por jugar con ellas, y que mejor manera que donde más me duele- levanté mi cabeza para verla -Me jugaron una mala broma, me hicieron daño solo por venganza- dije con rabia y miré a otro lado.

-No- Jennifer sujetó mi cara entre sus manos y me obligó a mirarla -No generes rencor hacia personas que ni siquiera merecen eso de ti- juntó nuestras frentes -Mejor ignoralas, que sepan que eres más fuerte ahora-

Dejé un pequeño beso en su frente -Que sepan que estás conmigo- me separé un poco
-Que todo el mundo sepa que te quiero-

-Tal vez ya lo sepa- me abrazó -Te quiero- susurró en mi oído.

Rodee su cintura con mis manos
-Te quiero también- apreté un poco el abrazo y la alcé, haciendo que sus piernas rodearan mi cintura, caminé, me dejé caer en la cama con demasiado cuidado y hundí mi cabeza en el hueco de su cuello.

-Deja que duerma así- susurré.

Ella asintió y dejó caer suavemente sus piernas a mis costados, mientras con sus manos daba leves masajes a mi espalda, nuca y cabeza -Duerme- besó mi cuello.

Abracé su cintura y cerré mis ojos, quedando dormida casi al instante.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora