Capítulo Ciento veintiuno. Nueva vida, nuevo hogar.

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Llegamos al lugar inspeccionando cada rincón, todo era tan vacío que comenzamos a llenarlo con nuestras ideas, un mueble aquí, una sofá por acá, cortinas de un color, la mesa de centro cerca del sofá.

- ¿Te gusta el lugar?

-Es... -pensé unos segundos- cálido, es como una hoja en blanco.

-Correcto, no tiene nada, podemos llenarlo con nuestras cosas.

-Eso mismo pensé yo, ya tengo en mente varios diseños.

-Entonces, hagámoslo.

Dejamos las valijas en el suelo y caminamos por lados separados, cada una apreciando cada rincón de la casa, imaginando todas las cosas que se podrían crear en ese lugar tan vacío, a la espera de ser llenado con nuestras experiencias.

-Jenn, corre, mira- escuché la voz de Mariel desde una habitación de la casa -Mira, el lavaplatos tiene una ventana que da al jardín- sonrío ampliamente.

-Tenemos jardín- imité su gesto

-Sí, bueno, por ahora solo es tierra y desechos, como este lugar- extendió ambos brazos a los costados -pero, dame unas semanas y el tiempo que estemos aquí, será un hogar-

-Nuestro hogar- caminé hasta ella -¿Sabías qué te amo?

-Lo sé- me envolvió en un suave abrazo -Yo también lo hago, cada vez que pienso que es imposible amarte más, te veo y me doy cuenta que a tu lado lo imposible no existe- besó suavemente mi mejilla.

-¿Esta casa tiene muebles?- corté el abrazo

-Que manera tan bella de romper el momento romántico- dejó salir un bramido.

-No, amor, solo...- di unos pasos hacia atrás -...quiero estar en la cama contigo.

Sonrió pícara -Vamos al segundo piso, a buscar un colchón.

Ambas corrimos a la escalera y al llegar al segundo piso, notamos tres habitaciones -¿Para qué queremos tres habitaciones?- pregunté mientras caminaba por el pasillo.

-Imagino una es el váter- Mariel caminó hacia la primera puerta y la abrió -Sí, es el váter.

-Creí que estaría dentro de alguna habitación.

-No en todos los lugares es lo mismo, Jenn- levantó los hombros.

-En fin, abre una habitación y yo la otra- fui hacia la puerta la izquierda del váter -Nada, vacío, también- cerré la puerta cuando observé que no había nada.

-¡Jennifer!- Mariel gritó desde dentro de la segunda habitación.

Corrí hacia la habitación dónde provenía el sonido y al llegar, sale Mariel con algo en los brazos -¿Qué llev...- me interrumpí.

-Tenemos que ir a un veterinario- dijo alarmada mientras bajaba corriendo las escaleras.

-¿Veterinario?- corrí detrás de ella, pero cuando llegué a la planta baja, ella ya había salido por la puerta
-Maldición- apreté el paso y la alcancé unas cuadras más adelante preguntando por una veterinaria
-Mariel, espera- la tomé del brazo -¿A dónde vas?

-A una veterinaria, Jenn- comenzó a caminar nuevamente -Quién sabe cuánto tiempo lleve ahí.

-¿Qué llevas cargando?

-Es un perro, o creo que es perra, no lo sé- continuó caminando -Pero, se ve muy débil, sé que está viva porque está respirando, pero, es apenas predecible.

-¿Dónde estaba?

-En la habitación, cerca del ventanal- me miró -Por cierto, está hermoso.

-Tenemos ventanal- sonreí ampliamente.

-Mira, la veterinaria, corre- Mariel corrió dejándome atrás.

-Espera- corrí tras ella.

Mariel entró a la veterinaria -¿Hola?

-Hola- salió de una pequeña habitación una mujer delgada, alta y rasgos faciales bastantes delicados, además de unos ojos grandes que resaltaban por su intenso color azul grisáceo.

-Buenas tardes, disculpe, tengo este perrito o perrita que encontré en mi nueva casa, no sé cuánto tiempo lleva ahí, pero sé que aún está viva, o vivo, ¿Cree qué pueda hacer algo por él o ella?- preguntó mientras extendía el bulto hacia la Doctora.

-Haré todo lo que pueda- tomó el pequeño bulto en sus manos -Pero, no me hables de usted, me siento vieja- sonrió ampliamente.

Nos sentamos en la sala de espera mientras la Doctora hacía su trabajo, Mariel no dejaba de tamborilear sus dedos en su pierna mientras tarareaba una canción para distraerse.

-¿Nos quedaremos con ella?- pregunté mientras tomaba su mano.

-Ya pensé en los nombres- sonrió ampliamente -¿Quieres hacer crecer la familia?- me miró.

-¿Cuáles son los nombres?- imité su gesto.

-Si es macho, será Albus, si es hembra será Minerva.

-¿Harry Potter?- levanté una ceja

-Exacto- soltó una carcajada.

-Quiero que esté bien- puse una mano en su espalda.

-Yo igual- soltó un suspiro
-Tendríamos un bebé-

-¿Estamos listas para esa responsabilidad?

-Sí, o bueno, aprenderemos sobre la marcha- Me acerqué para darle un beso, pero el sonido de la puerta me hizo brincar, Mariel se levantó de un salto y giró hacia la doctora -¿Cómo está?

La Doctora sonrió -Está bien, es una chica fuerte- dio unos pasos hacia atrás y caminó a un pequeño escritorio -Tenía un fuerte cuadro de deshidratación y bastante debilidad por la inanición, yo estimo a por lo menos una semana en ese lugar, sin comida, ni agua- bajó la vista para sacar un block de notas -Voy a recetar unos sueros y un alimento especial para el primer mes, tiene que recuperar mucha energía y peso- comenzó a escribir varias cosas
-Además de unas vacunas para eliminar cualquier tipo de infección- miró a Mariel -¿Cómo se llama?

-Minerva- Mariel sonrió.

-¿Y tu nombre?- la miró por encima de sus gafas de lectura.

-Mariel Morgado- estrechó su mano hacia ella -Un placer.

-Diana Torres, el placer es todo mio.

-Y ella es Jennifer Arredondo, mi novia- Mariel se hizo a un lado para que Diana pudiera verme.

-Mucho gusto- sonreí.

-El gusto es mío- imitó mi gesto -Muy bien, Mariel, Minerva se va a quedar unos días conmigo con suero vía intravenosa y proteínas, en lo que recupera un poco de energía para ponerse de pie, ¿De acuerdo?

-Entiendo, ¿Cuánto tiempo sería?

-Todo depende de cómo mejore los primeros tres días- hizo una pausa -Si gustas puedes venir a visitarla, el horario es de Lunes a Sábado de 09:00 a 21:00 horas.

-Vale, está perfecto- sonrío ampliamente -¿Puedo?- señaló la pequeña habitación dónde estaba Minerva.

-Adelante- me miró -¿Quieres pasar también?

-Sí, gracias- caminé hacia ella.

Entramos a la habitación, Mariel se acercó a ella y acarició su cabeza.

-Hola, Minerva- miró a Diana -¿Qué edad tiene?

-Es una hermosa Golden Terrier de cuatro meses- sonrió.

-¿Oíste?, Eres apenas una bebé- dejó un beso en la punta de su nariz -Debes ponerte bien, ser fuerte y no dejarte caer, ¿Vale?- Minerva entre abrió sus ojos -Vendré a verte en unos días- me miró -Jenn, ¿Quieres saludarla?

Me acerqué con cuidado -Hola, Minerva- acaricié su pata -Mariel y yo te vamos a cuidar, pero antes debes ponerte bien, ¿Vale?- hice una pausa
-En tres días venimos por ti, y si estás mejor, iremos al parque- Minerva movió levemente su cola.

-Creo que le gustó la idea- Diana agregó.

-¿Quién no ama el parque?- Mariel preguntó mientras se ponía de pie
-Mañana regreso a verte, Minerva- entrelazó nuestros dedos y caminamos hacia la puerta.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora