Capítulo. Setenta y cinco. Sin morbo.

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Al despertar había una nota en la almohada, me estiré sobre la cama y la cogí.

«De líneas nacen los trazos, de los trazos los patrones, de tus lunares crecen dibujos abstractos y de ellos se aprecian las constelaciones».

Sonreí ampliamente y me senté en la cama, provocando que la sábana cayera sobre mis piernas y dejara al descubierto mi pecho, al igual que los trazos que Mariel había pintado en mi cuerpo, sonreí ampliamente y seguí una línea con mi dedo índice, cerré mis ojos unos momentos y al abrirlos estaba Mariel recargada en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa de medio lado.

-Siempre he pensando que el autoerotismo es normal pero, ¿No prefieres qué sea yo la que te toque?- bajó sus brazos y comenzó a caminar.

-Solo seguía los trazos- busqué la sábana y me tapé los senos.

Se tumbó en la cama -No te tapes- bajó la sábana -Conozco cada centímetro de tu cuerpo, no hay necesidad- besó mi lunar, el cual estaba justo arriba de la clavícula izquierda -Puedo verte sin morbo, Jennifer, puedo solo admirar la belleza de tu cuerpo sin sentir deseo- se metió en medio de mis piernas y abrazó mi cintura -No quiere decir que no te desee, o que no me excite estar contigo- bajó más la sábana hasta que llegó por encima de mi pubis -Quiero decir que, hay muchas formas de demostrar que quieres a alguien, además, que a veces, solo quiero admirar tu cuerpo desnudo, dormir abrazada a tu cintura, ayudarte en la ducha a lavar tu cuerpo, sentirte, solo sentirte- sonrió
-Quiero hacerte mía a base de miradas, tocarte con mis letras y amarte a través de palabras- besó justo encima de donde estaba la sábana.

-Eres muy cursi- peiné su cabello -Pero me encanta, me encantas- cogí su cara entre mis manos y la jalé hacia mí.

Nos unimos en un beso lento y rodeé su cintura con mis piernas, sujetandola en ese lugar -Hay que ducharse- susurró contra mis labios.

-¿Vas a ducharme?-

-Sí- sujetó mis piernas y se levantó de la cama conmigo pegada a su pecho -Estás pesada- dijo en un susurro.

-¿Me dijiste gorda?-

-No, yo soy débil- llegó hasta la ducha y abrió la regadera, aún sin bajarme.

-¡Dios!- grité -¡Está helada!-

-Es para que despiertes- dijo entre risas.

-Tu ropa se está mojando- dije al notar que ella estaba vestida.

-Se puede secar- levantó los hombros y me bajó -Pero no me puedo duchar con ropa- se apartó y comenzó a sacarse la ropa.

Cerró la regadera y me besó delicadamente, después se apartó y comenzó a frotar suavemente mi espalda con la barra de jabón, borrando con un poco de dificultad las líneas que anoche había dibujado.

POV. Mariel.
Después de ducharnos y borrar más o menos las líneas del cuerpo de Jennifer, nos dirigimos a la universidad, cogidas de la mano y con una sonrisa que reflejaba más que felicidad.
Una vez en el salón, me senté junto a Antonio y Nadia, quienes me miraron por demasiado tiempo.

-¿Qué?- dije cuando me sentí incomodada.

-No lo sé, dínoslo tú- Antonio habló primero.

-Me ama- dije simplemente.

-¿Te lo dijo?- Nadia preguntó sorprendida -¿Cómo?-

-Bueno, discutíamos, hablábamos, volvimos a discutir, hablamos más tranquilamente, me explicó el porqué de su actitud y platicamos sobre el mal entendido- hice una pausa
-Después me dijo que se sentía insegura por mi forma de ser, y le dije que no tenía porqué, porque la amaba solo a ella- sonreí con solo recordar -Y luego ella dijo que también me amaba-

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora