Entre mis letras

Capítulo Sesenta y seis. Dudas, miedo y rencor.

Cuando terminé de leer el dossier y toda la información que tenía para mí, cogí las fotografías y las miré de cerca, tratando inconscientemente de encontrar en ellos rasgos similares a los míos; algún lunar, la forma de la nariz, el color de ojos, entre otras cosas que se pueden heredar, o tal vez había heredado algún talento o gusto por algo, Susan es editora y Jacobo trabaja en efectos especiales, tal vez eso lo heredé de ellos, de mis padres. El simple hecho de pensar en esa palabra me hacía sentir un sin fin de emociones, nerviosismo, felicidad, ansiedad, euforia y resentimiento, antes de todo, debía saber el por qué me dejaron y después, llenarme de alegría por tenerlos. Nuevamente el miedo se apoderó de mí, ¿Qué tal si no querían tenerme y por eso me dejaron? ¿Cómo pretendía llegar después de casi veinte años? Tal vez aún no estaba lista para saber su versión, pero la curiosidad siempre es más grande que todos los miedos.

Una vez la biblioteca, comencé a sudar frío, mi respiración se volvió agitada, me sentía nerviosa y llena de miedo; mientras caminaba por los pasillos, las sensaciones eran más fuertes y podía jurar que estaba pálida, sentí un leve cosquilleo en la cara y noté como mis manos temblaban, el cosquilleo comenzó a avanzar por todo mi cuerpo, el cual poco a poco dejé de sentir, caí de rodillas al suelo mientras llevaba mi mano al pecho, el cual comenzaba a punzarme; traté de calmarme, estaba a punto de tener un ataque de pánico y no quería llegar a ese extremo, hice varias respiraciones profundas y me senté con las rodillas pegadas al pecho, volví a hacer inhalaciones profundas y largas y sentí como poco a poco mi respiración se normalizaba, o al menos eso quería creer.
Cuando pude sentirme bien, me levanté apoyándome de los estantes y aún sujeta a ellos, comencé a caminar lentamente hasta llegar al lugar acordado, para mi mala suerte, Lupita aún seguía ahí, quien al verme en ese estado corrió a sujetarme de la cintura.

-¿Qué sucede?- preguntó alarmada.

-Tuve un mareo- mentí.

Me sentó con cuidado en una silla y ella se sentó del otro lado
-Imagino que tienes dudas-

-Imaginas bien- dije irónica -¿De dónde sacaste esa información?-

-De una página del gobierno-

-¿Cómo?-

-Con ayuda de una amiga-

-¿Por qué dices que ellos son mis padres?- hice una pausa -¿Quién lo confirma?-

-Busqué tu historial en el orfanato, y saqué tu información básica, tipo de sangre, enfermedades, alergias, cosas como esas que te hacen en los hospitales- hizo una pausa -Parti desde tu tipo de sangre y alergias, después de ahí, comencé a investigar, fue un trabajo de meses y varios intentos fallidos, pero hace unos días, por fin dimos con ellos-

-¿Los conociste?-

-No, pero...-

-¿Entonces cómo coños sabes que son ellos?- interrumpí -¿Qué te hace pensar que realmente son?-

-Una persona los vio y puso una denuncia-

-¿Cómo supieron eso?-

-Al meter sus nombres en la base de datos del gobierno apareció toda su información y una denuncia por abandono infantil, pero jamás procedió- pensó -La misma persona que puso la denuncia, describió las cosas-

-Creo eso tiene sentido- admití.

-Cuando quieras podemos ir a buscarlos- sonrió y se acercó más a mí -Yo puedo acompañarte gustosa- puso su mano en mi pierna.

-Gracias, pero prefiero ir sola-

-Sabes que para lo que necesites estaré para ti-

-Gracias- me hice un poco para atrás, su comportamiento comenzaba a ponerme nerviosa
-Tengo más dudas, pero ahora no me siento bien para saberlas todas-