Capítulo. Ochenta. Todo pasa por algo.

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Llegué a la sala de espera y noté que había varias personas y las observé unos minutos, estaban algunos llorando, otros con la cabeza gacha, unos pocos dormidos, y dos o tres personas esperando pacientemente.
Vi a una señora de edad levantarse de un sillón y caminar hacia la pequeña capilla que estaba frente a mí, imité su movimiento y caminé hasta donde fue, la vi sentarse en una banca de delante y me quedé viendo como rezaba, espere a que saliera y entre yo.
Me senté en la última banca, y después me inqué en un pequeño cojín en el suelo, puse mis manos entrelazadas frente a mí y recargué mi frente en las mismas.

-Amm, Dios- comencé -Sé que ni siquiera debería estar aquí, sé que no tengo los puntos para venir a pedir ayuda, pero...- hice una pausa -Ni siquiera sé como rezar, soy una lesbiana huérfana, amante del nudismo y no me arrepiento, aunque sé que debería- dejé salir el aire en un suspiro -No sé que estoy haciendo aquí, solo... solo- sentí un nudo en mi garganta
-Ayudala, no por mí, por ella, ella siempre creyó en ti, ayudala a ella- dije entre sollozos.

-Señor, te pido por Rosario Fuentes, ayudala a que no sufra, dale la oportunidad de no tener dolor y dale la fuerza necesaria para que pueda salir adelante-
Levanté mi vista para ver a Jennifer y me dedicó una mirada tranquilizadora

-Gracias- sonreí.

-Ven aquí- estiró un poco sus brazos a los costados.

-¿Creés qué pueda besarte aquí?- pregunté sobre su cuello.

-No lo sé- apretó el abrazo -Pero por si las dudas, mejor vamos fuera- cortó el abrazo.

-Vamos, quiero estar con ella-

POV. Jennifer.
Entramos nuevamente a la habitación y Mariel se sentó en la silla que estaba cerca de la cama, cogió una de sus manos entre las suyas, dejó un leve beso en su dorso y apoyó su cabeza en la cama, caminé hasta ella y comencé a sobar su espalda.

Ella levantó la cabeza y la giró para verme -Tengo miedo-

-Tranquila, no te dejaré sola-

-Joder- soltó su mano y me abrazó aún sentada, recargó la coronilla de su cabeza en mi abdomen.

Comencé a peinar su cabello -Ya, amor-

Mariel apretó el abrazo -¿Por qué me pasa todo esto?-

-Para hacerte más fuerte-

-Pues ahora me siento la mujer más débil y destrozada del mundo-

-¿Mariel?- escuchamos una voz realmente apagada.

-Mamá Rosa- se apartó de mí rápidamente y giró para verla
-Oh, joder, está despierta-

-Tu vocabulario, por favor-

-Lo siento- agachó la cabeza.

-Imagino que tú eres Jennifer- me miró.

-Sí, un gusto conocerla- sonreí tímidamente.

-Mariel hablaba demasiado de ti- sonrió.

-¿Cómo está?- Mariel preguntó preocupada.

-He estado mejor- puso cara seria -He escuchado a los médicos decir que no duraré mucho...-

-Podemos seguir un tratamiento y...- interrumpió.

-Mariel, no interrumpas, es falta de educación-

-Lo siento- agachó la cabeza.

-Como decía, soy una persona mayor, ya he vivido lo que tuve que vivir, y sé que un tratamiento podría ayudarme, pero también existe la posibilidad de que no- hizo una pausa -No quiero que te quedes aquí a ver como muero-

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora