Capítulo. Ciento catorce. Cosas sin pensar.

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Llegamos al apartamento y me senté en la mesita de madera para que Jennifer pudiera sentarse en nuestro único sofá, estaba ansiosa, asustada y podía jurar que tenía miedo.

-Bien, hablemos- dije después de varios minutos de silencio.

-¿Dónde nos quedamos?-

-En tu egoísmo y que planeabas irte sin avisar-

-No me iría sin avisar-

-¿Entonces?-

-Lo haría unos días antes-

-Oh entiendo, para no darme tiempo a reaccionar y tú pudieras irte con la seguridad de que no te seguiría-

-Mariel, no-

-¿Entonces?-

-Es complicado-

-Admitelo-

-¿Qué?-

-Admite que no quieres que vaya contigo por el miedo a que arruine tus planes-

-Yo... yo...-

-Es la verdad, lo sé y tienes razón en tener miedo, soy un caos- hice una pausa -Pero no por eso tenías el derecho de irte sin avisar-

-¿Y tú qué?-

-¿Yo qué?-

-Sé también que te iras a Canadá, ¿Tampoco pensabas decirme?-

-Tú te irías primero-

-¿Qué te hace pensar eso?-

-Lo supuse-

-No supongas- hizo una pausa
-Me iba a ir terminando la universidad, uno o dos meses después, mientras tú, tú te vas en tres semanas o menos-

-¿Ahora soy la culpable?-

-No lo sé, tú dime-

-Te ibas a ir- dije después de varios minutos -¿Qué querías que hiciera?-

-Te estás vengando-

-No, estaba también considerando un futuro sin incluirte en mis planes-

-Parece venganza-

-Tómalo como quieras- hice una pausa -Igual, nada de mis cosas te importa realmente-

-¿Qué no me importa?- dijo totalmente irritada -¿Y las veces que fuimos a buscar tus padres o cuando te acompañaba a los lugares perfectos para una fotografía? Me importan, Mariel, porque estuve contigo- hizo una pausa -Al contrario, ¿Tú cuándo decidiste acompañarme a algo que me importa?-

-Nunca me lo pediste-

-¿Tenía qué hacerlo?-

-Sí, porque yo no sabía si querías que te acompañara o lo harías sola- hice una pausa -Yo siempre te pedía que fueras-

-Ahora es mi culpa-

-Yo no dije eso- me crucé de brazos.

-Es imposible tener una conversación importante contigo- dijo en un susurro -El día que madures y veas las gilipolleses que has hecho y te des cuenta que por inmadura la has cagado, no te lamentes-

-¿De qué hablas?-

-De que siempre debes tener la razón, siempre uno debe adaptarse a ti, siempre yo soy la mala, y tú eres la pobrecita niña huérfana, tú lastimas sin darte cuenta...-

Interrumpí -¿Estás segura qué hablas de mí?- dije totalmente dolida.

-Sí-

-Qué raro, parece si te estuvieras describiendo, a excepción de lo de "huérfana".- caminé a la puerta -Me largo, cuando quieras hablar bien, me llamas, estaré dispuesta a escuchar, aunque solo sean insultos- caminé hacia la puerta.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora