Capítulo. Ciento quince. Daño.

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Pasaron varios días en los cuales yo no veía a Mariel, lo único que sabía, era por Salma y algunas respuestas por parte de Antonio, el cual venía cada tres días por ropa limpia para Mariel.
En todo ese tiempo, me había puesto a pensar, siempre era lo mismo, discutíamos y ella se iba por varios días, perdiendo todo contacto conmigo, y cuando regresaba, un poco más tranquila, teníamos la oportunidad de hablar nuevamente, está vez más tranquila. Ese era nuestro ciclo, si queríamos que funcionara, teníamos que buscar ayuda de pareja.
Sí, todo ese tiempo pensé en mi futuro y mis planes, y me di cuenta que inconscientemente, había incluido a Mariel, había pensado que ella tomara las fotografías para mi primer libro, que me acompañara si tenía que hacer algún tipo de investigación, realmente estaba en mis planes, solo que no lo había notado, no hasta ahora.
La frase "Nadie sabe lo que tiene hasta que me lo pierde", es un sinónimo de "Sabías lo que tenías, pero no supiste valorarlo", lo que a su vez, nos da a entender que realmente, no sabemos valorar.
Había terminado de leer el libro de la pasta negra, y eso me había dado lo que necesitaba para tomar una decisión, fui a mi habitación y busqué una hoja entre mis cosas de la escuela, cogí un bolígrafo y me puse a escribir, pensando que, en algunos días vería a Mariel y personalmente le daría la carta y en el mejor de los casos, estaríamos bien.
Pasaron varios días más, y aún seguía sin saber de ella, tenía miedo, realmente estaba asustada, por mi mente no salía la idea de haberla perdido y eso empeoraba por la pequeña razón, de que en menos de dos días, posiblemente ella se iría a Canadá. Cada noche pensaba en irla a buscar, y algunas ocasiones llegué a ir al apartamento de Antonio en busca de unos minutos para hablar con ella, pero al estar en la puerta, Salma o él, no dejaban que entrara "Aún no está lista para verte, Jennifer, lo siento", esas palabras me decían las veces que intenté verla, y esas mismas palabras me hacían ver la porquería de persona que era.

-¿Jennifer, estás aquí?-

La voz de Salma me sacó de mis pensamientos -Ya voy- me levanté de la cama y salí al recibidor -¿Pasa algo?-

-Vengo por ropa para Mariel-

-¿Más?- pregunté totalmente sorprendida -Ya casi se la lleva toda-

-Es lo mismo que le digo yo-

-¿Cómo está?- pregunté mientras la seguía.

-Está mejor, y sí, también pregunta por ti-

Sonreí levemente al darme cuenta de que me había leído la mente -Gracias-

-Te echa demasiado de menos- dijo después de varios minutos de silencio -Pero está demasiado dolida para aceptarlo y lo suficientemente arrepentida como para hablarte-

-¿Arrepentida?-

-Porque siempre te orilla a explotar, es como esa pequeña chispa que te detona-

-No es su culpa-

-Lo sé, es de ambas- terminó de meter las cosas a la valija y me miró -Dijo que le mandaras el libro que estaba leyendo-

-Ah, sí, está en su habitación- caminé hasta allá y me detuve en la puerta -¿Creés qué pueda pedirte un favor?- pregunté mientras me mordía el labio inferior.

-Adelante- sonrió levemente y entramos a la habitación.

Después de que Salma se fuera y terminaramos de planear las cosas, se fue con la promesa de llamar si algo pasaba.

POV. Mariel.
Me encontraba catalogando los libros del apartamento de Antonio por cuarta ocasión en el mismo día, estaba ansiosa y necesitabas distraerme con algo, el sonido de la puerta me hizo girar rápidamente en esa dirección y ver a Salma entrar con una valija entre las manos.

Entre mis letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora