POV. Jennifer.
-¿Y dónde voy a pasar la noche?- pregunté totalmente molesta.
-Con Salma- dijo con total tranquilidad.
-Claro, mientras tú te enrrollas por todo el apartamento-
-Jenny, por favor, desde preparatoria que no me enamoraba de nadie-
-¿Enamorado?- pregunté irónica -!Han pasado dos semanas desde que se conocen!-
-¿Y desde cuándo el tiempo influye en los sentimientos?- dijo levemente dolido -Yo siento, Jennifer, siento el amor, siento la esencia de la otra persona, no siento el tiempo- hizo una pausa
-El tiempo no te dice que sentir, eres tú, ni la gente ni el tiempo ni nadie, tu cuerpo te dice a gritos lo que siente, y yo los escucho, no como tú, que te haces la sorda--No estamos hablando de mí-
-Pues, deberíamos- se cruzó de brazos -Desde que llegó Joshua has estado molesta conmigo, y sé la jodida razón- respiró profundo -Echas de menos la atención que te daba, pero, ¿Qué creés? Mi atención está en alguien más, y si fueras mi mejor amiga te alegrarías por mí y no te molestarías por la puta falta de atención- comenzó a caminar lejos de mí -Joshua llega a las ocho, quédate o vete, ya da igual- fue a su habitación y escuché un portazo.
Fui a mi habitación y metí poca ropa en la valija, pasé por la habitación de Alfredo y me sentí la persona más miserable al escuchar como sollozaba, dejé una nota pegada a su puerta y salí rumbo a casa de Salma. Al llegar a su apartamento, golpeé la puerta varias veces, no recibiendo respuesta alguna, pegué la oreja a la puerta y escuché unos leves gemidos.
-Con Salma no será- giré sobre mis talones y tomé rumbo hacia el único lugar que me quedaba.
Al llegar a mi antiguo apartamento, una sensación extraña inundó mi cuerpo, me sentía nerviosa y ansiosa mientras mi mano se acercaba a la puerta, mi corazón latía a mil por hora, abrí la puerta lentamente y escuché varias risas provenientes de la habitación de Mariel, me acerqué lentamente y segundos después escuché leves gemidos, una oleada de coraje se apoderó de mí y abrí la puerta sin permiso, lo que vi después me dejó completamente atónita y avergonzada.
Mariel estaba viendo una película.-¿Jennifer?- se levantó de la cama -Qué sorpresa- sonrió levemente.
-Vengo a pasar la noche aquí-
-No tienes que dar explicaciones, es tu apartamento también- pasó por un lado mío y salió de la habitación -¿Ya cenaste?-
-Emm, no-
-Haré de cenar- se metió en la cocina.
Caminé hacia mi habitación y noté que todo estaba tal y como lo había dejado, incluyendo el libro de pasta negra, el cual había abandonado en la mesita de noche; me tumbé en la cama y cogí el libro, lo abrí en la página marcada y comencé a leer.
«Palabras que se ahogan en una garganta muda.
Acojo en mi hogar, palabras que he encontrado abandonadas en mi palabrera, examino cada jaula y allí, narrando vocales y consonantes, encuentro a sucios verbos que lloran después de ser abandonados por un sujeto que un día fue su amo y de tan creído que era prescindió del predicado.
Esta misma semana han encontrado a un par de adjetivos trastornados, a tres adverbios muertos de frío y a otros tanto de la raza pronombre que sueñan en sus jaulas con ser la sombra de un niño.
Se llama entonces a las palabras que llevan más días abandonadas, y me las llevo a casa, las vacuno de la rabia y las peino a mi manera, como si fueran hijas únicas, porque en verdad todas son únicas.
Acto seguido y antes de integrarlas en un parvulario de relatos o canciones, les doy un beso de tinta y les digo que si quieres ganarte el respeto nunca hay que olvidarse los acentos en el patio
A veces les pongo a mis palabras diéresis de colores imitando diademas y yo solo observo como juegan en el patio de un poema.
Casi siempre te abandonan demasiado pronto, y las escuchas en bocas ajenas y te alegras y te enojas contigo mismo como con todo lo que amamos con cierto egoísmo.
Y uno se queda en casa, inerte y algo vacío, acariciando aquel vocablo mudo llamado silencio, siempre fiel, siempre contigo.
Pero todo es ley de vida.
Como un día me dijo el poeta Halley, si las palabras se atraen, que se unan entre ellas y a brillar, que son dos sílabas».
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Entre mis letras
De TodoElla era excesivamente ordenada, yo en cambio era el desastre mismo. Lo único que nos unía, era la pasión por la literatura, ¿Qué pasa cuando dos tipos de caos colisionan?, ¿Se mueren, o se unen para crear algo nuevo?