William
William estacionó su auto fuera de su casa después de dejar a su asistente y sus reuniones, donde en lugar de revisar casos, tienen sesiones de besos intensos. En realidad aquella mujer de piernas de infarto que lo acompañó a París, le sirve mejor para tener sexo que para ser secretaría.
Tomó un gran respiró antes de bajar de su auto y caminar hasta su casa. Esa moderna mansión que antes era su hogar, ahora sólo son paredes frías. En esté momento deja de ser el hombre soltero, cuando se pone de nuevo su anillo de matrimonio, ahora es él hombre casado.
Tiene una gran sonrisa en el rostro tratando de buscar a su esposa por toda la casa. No lo malinterpreten, su esposa es la única mujer de la que está enamorado. Se conocieron en un carnaval de la universidad cuando tan sólo eran unos adolescentes, inexpertos y enamoradizos. Ella mesera de su cafetería favorita y él un chico universitario de Oxford. Sus citas era en los pasillos oscuros de la ciudad, lejos de su familia.
¿Cómo un chico de las familias más ricas de Inglaterra se pudo enamorar de una chica pobre?
Fácil, fue su sonrisa. Ella siempre tuvo esa sonrisa resplandeciente que combina con su cabello rubio igual que el oro. No fue difícil saber que estaban enamorados a primera vista, la adoró desde el primer momento y no podía dejar de pensar en ella, después de unos cuantos meses de verse a escondidas, se casó a escondidas con el amor de su vida.
Oh eso creía.
Su casa está a oscuras. Pero la conoce de memoria, es espaciosa, por lo tanto no tiene miedo a golpearse con un mueble. Miró a su alrededor. Hace dos años, llegar a su casa era lo mejor del mundo. Contaba las horas del día para dejar de ser abogado y solo llegar a casa y más cuando su pequeño James dejaba sus juguetes al verlo y corría gritando papá antes de arrojarse a sus brazos.
Después de encontrar a su pequeño hijo de seis años muerto en la piscina, llegar aquí es el infierno.
Su casa tiene todos los recuerdos de su hijo, las fotografías de su hijo colgadas en la pared, algunos juguetes de recuerdo y su habitación, que por lo regular siempre esta cerrada.
— ¡Annie! — la llamó al ver la habitacion que era de su hijo abierta y con la luz prendida. Su esposa no se ha recuperado de la muerte de su hijo, llora y llora sin parar.
Para William, su hijo James sólo fue un regalo que pudo disfrutar seis años. Lo quiso desde el primer momento en que lo tuvo en sus brazos. Su hijo siempre fue un niño enfermizo, Annie lo sobreprotegia, pero lo querían demasiado, era la alegría de sus vidas y la muestra de su amor consumado. El día que lo encontraron en la piscina muerto, ese día todo se fue al infierno.
Se fue al infierno su matrimonio.
— ¿Que haces Annie? — se recargó en el marco de la puerta sin dejar de mirar su esposa. Lleva su cabello rubio en un moño despeinado. Esta arrodillada en el piso buscando en un enorme caja — No deberías de estar aquí. Vamos a cenar a algún lugar, salgamos —
— ¿Te divertirte con tu asistente en París? ¿Sólo quieres olvidarte de James? — su esposa tiene ese tono filoso en la voz — Se que sólo fuiste a pasar tus vacaciones románticas con ella —
— Quizá — sonrió de lado. Ya no esconde su infidelidad — Pero traje algo especial para ti —
A veces ni siquiera puede ver a los ojos a su esposa. Es tan parecida a su pequeño James, con su mismo cabello rubio, sus ojos alegres y su belleza en el rostro. Ama a su familia, pero le enseñaron a no llorar, así que después de tratar de revivir a su hijo, no soltó ni una lágrima. Tiene tanto rencor y coraje guardado, que lo único que puede hacer para olvidarse del rostro deformado de su hijo, es el sexo.
Se ha convertido en un mujeriego, una mujer diferente cada noche, sin importarle quien es, ni de donde sea. Tiene sexo con Annie, pero la mayor parte del tiempo ella está perdida en sus pensamientos.
— ¿Que me trajiste? ¿Otra postal para que recuerde que mi esposo se acuesta con prostitutas? — Annie le sonrió de lado, se puso de pie y le dio un beso en la mejilla — Te extrañé —
Ni él mismo entiende su maldito matrimonio.
— Te va a gustar Annie — besó a su esposa tiernamente, pero al alejarse un destello divertido en sus ojos le recordó a esa pelirroja parisina — Compré el mejor perfume de París para ti —
— ¡Dios William es perfecto! Muchas gracias — su esposa se echó sobre sus brazos. — Creo que es el regalo perfecto para celebrar, porque yo también tengo un regalo para ti —
Si tan solo pudiera dejar de pensar en esa señorita que no quiso decir su nombre. La blancura de sus senos, su estrecha cintura y su blanca piel que contrasta con su cabello del color del fuego. Fueron sus mejores días en París.
Jamás se había sentido atraído por una mujer que no cumpliera sus requisitos y mucho menos que sea menor que él, pero esa joven tenía algo en su sonrisa, en el olor de su cabello, que le recordó lo alegre que era su vida antes de que todo se perdiera.
— ¿Que quieres decirme? — tocó su sedoso cabello — ¿Volverás a la universidad? —
Annie se cubrió el rostro emocionada, su sonrisa es amplia y sincera, esta tontamente nerviosa y feliz como tenía dos años que no lo estaba.
— No, no volveré a la universidad, ahora menos porque no tendré tiempo — Su esposa soltó un par de lagrimas —
¡Estoy embarazada! Vamos a tener otro hijo —William miró la prueba de embarazo positiva. Esa noticia lo hizo él hombre más feliz de todo el mundo, volverá a recuperar su vida de nuevo, a vivir otra vez.
— Entonces seremos tres, otra vez. Otro bebé — dijo emocionado.
Pero en ese instante supo que tendría que olvidar a esa señorita que no puede sacar de su mente... su perfumista de París.
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La Perfumista De París [Saga Las Perfumistas Parte 1]
RomanceFlorencia Bellerose sigue la tradición familiar con su tienda de perfumes en París. Le encanta su vida y tiene todo lo que necesita, su viejo ático, sus perfumes y una cena romántica junto a su novia mirando la Torre Eiffel, esa es su vida perfecta...