William
-¡Demonios! ¡¿Otra vez tú?! - William rodó los ojos al ver a esa castaña de ojos furiosos abrir la puerta del ático - ¡¿Algún día podrías dejar de venir a molestar?! ¡Déjanos en paz y olvídate de mi bebé! -
William tomó una amplia respiración, antes de volverse loco del coraje. Esa mujer que tiene delante de él, es como esos clientes furiosos que no aceptan que iran a la cárcel, solo que por lo regular él nunca es bueno convenciendo a las mujeres y todo los que dice siempre las hace enojar más y esa chica que rechina los dientes y tiene sus manos hechas puño lo detesta con todo su corazón, si es que tiene. William se pasó las manos por el cabello y mostró su mejor sonrisa.
- ¿Mel? ¿No? ¿Amelie? Si ese es tú nombre, lo siento mucho, pero no vine a molestarte a ti, vine por esa bebé que no es tuya, por mi hija y... - William observó el interior de ese horrible ático, París es tan bonito y ellas tienen que vivir en él lugar más horrible que puede estar frente a la Torre Eiffel - ¿Dónde esta Florencia? -
- ¡Qué te importa mi novia! - esa castaña está loca de celos y esas manchas de pinturas oleo que cubren su rostro la hacen ver como un pequeño demonio. William se recargó en él marco de la puerta temiendo que la madera se desbarate con su peso.
- Bueno, ella si es la mamá de mi hija y se supone que ella tendría que darme a la bebé, no me importa ir a la perfumería, mientras tú no estés ahí - William le guiño el ojo divertido - ¿Podrías darme a mi hija, por favor? -
William está seguro que esa mujer quiere darle un fuerte puñetazo en él rostro para borrarle esa sonrisa burlona, pero se contuvo, porque esta seguro que Florencia le dijo que no empeorará las cosas y porque la pequeña bebé comenzó a llorar, como no podría hacerlo, si siente las malas vibras de esa mujer que dice ser su mamá de mentira. Amelie le dio el portabebé con todo el dolor de su corazón.
- Muchísimas gracias, eres la mujer más amable que he conocido - él tono sarcástico de William logró irritarla aún más - Ahora me llevaré a mi hija, todo el fin de semana como planeamos su mamá y yo. Oh si, dile a Florencia...
- ¿Qué le digo a mi novia? ¡¿Qué por fin vas a dejar de verle el trasero?! - Amelie tiene una pincel en la mano, sino fuera porque tiene a la dulce y preciosa Paris, se lo encajaría en el brazo - ¡¿Dime, por fin dejarás de verles los senos cada vez que abraza a la bebé?! ¡Porqué Florencia es mi novia!
William se cargo la pañalera al hombro y tomó el portabebé de su bebé. ¿Qué puede decirle a esa loca mujer? ¿Qué no mira a su querida novia? Claro que lo hace, todo el tiempo que está con ella. No sé puede negar su atractivo, pero esa atracción y ese deseo por ella se acabó, no puede mirar a Florencia de otra manera más que como madre de su hija, sin deseo, sin perversión, sin nada, más que la mujer que le dio a su hija. Es hermosa, pero es lesbiana, y la mamá de su hija está locamente enamorada de otra mujer, así que ni siquiera se fija en él y a William solo le gustan las mujeres que desea estar con el sexo masculino.
- No estoy interesado en mujeres lesbianas, no me gusta esa clase de mujeres que se besas con otras mujeres - William comenzó a bajar las escaleras con su portabebé rosa - ¿Ame? Dios, siempre olvido tú nombre, como sea. Como ya sabes que no miro él trasero de tu chica, no te preocupes es toda para ti, solo dile a Florencia que la llamaré después -
William no pudo dejar de reír por esos celos femeninos hasta que tocó de nuevo el suelo londinense. Pensar que tendría a su bebé para él solo todo un fin de semana, era un sueño imposible, pero resulta que es él mejor abogado y siempre convence a los demás, por eso logró convencer a Florencia.
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La Perfumista De París [Saga Las Perfumistas Parte 1]
RomanceFlorencia Bellerose sigue la tradición familiar con su tienda de perfumes en París. Le encanta su vida y tiene todo lo que necesita, su viejo ático, sus perfumes y una cena romántica junto a su novia mirando la Torre Eiffel, esa es su vida perfecta...