William
William no necesitó que algun consejero matrimonial le dijera que su matrimonio se fue a la mierda después del nacimiento de su hija. Le hubiera gustado que su historia fuera diferente, que Annie y él hubiera salido del hospital sonrientes y contentos con su nueva bebé en brazos, pero en lugar de eso, desde hace meses tiene que escuchar llorar a Annie todos los días, a todas horas.
Es como si Annie no estuviera en casa. Su madre viene a visitarla, porque no recibe a sus hermanas, no quiere saber de niños. Su esposa se pasa los días tomando pastillas y tomando siestas tan largas que su piel se ha vuelto más pálida por no salir al sol. William la mira desde su vestidor mientras abrocha los últimos botones de su camisa. Está sentada en la cama, con su ropa holgada y su cabello hecho un desastre. Su rostro perdió ese brillo especial, bajó sus ojos tiene ojeras y parece estar enferma. No simplemente está así porque su pequeña bebé nació muerta, sino porque Annie no podrá tener un bebé jamás.
— ¿Piensas irte de nuevo con unas de tus putas? — William trató de ignorarla. Se dio la vuelta, se puso su reloj y acomodó su saco, pero siente la mirada de Annie sobre él — Quizá una de ellas pueda darte el bebé que tanto quieres. Desde ese día en el hospital, nos has dejado de ver a una mujer diferente cada noche... parece que no te duele la muerte de nuestra bebé —
William se recargó en el marco del vestidor mirando a su esposa. La quiere tanto que no quiere dañarla más. Pero Annie no se ha llevado la peor parte de esto. Ella sólo se encerró en su pequeño mundo de dolor, pero él, es quien tuvo que enterrar el pequeño cuerpo junto al de su hijo, es quien tuvo que escuchar esas estupidas palabras de aliento y recibir los abrazos, tuvo que pararse a la mañana siguiente a defender ante el juez a uno de sus clientes y tiene que cuidar de Annie. Él tiene que hacer todo eso mientras recuerda a sus hijos muertos.
— No te preocupes Annie, no pienso tener más hijos y menos con una mujer que no conozco. Tú eres la mujer con quien tuve mis hijos — Annie tomó una nueva pastilla, dejó el vaso de agua con manos temblorosas — Pero necesitamos seguir con nuestras vidas. Necesitas tomar el sol o dar un paseo por el parque —
— ¿Para qué? ¿Solo para ver a mujeres con sus pequeños bebés? —
— Si, Annie para verlas a ellas. No necesitas pensar en bebés, sólo tienes que ser la misma de antes, ven, vayamos a esa cena. Sal de está habitación —
Annie se puso de pie y se pasó las manos por el cabello. Apenas puede controlar su respiración mientras llora desconsoladamente, pero sus ojos están furiosos, llenos de ira y coraje.
— Ir a esa cena contigo ¿Para qué? ¿Para ver a tus putas a tu alrededor esperando a qué yo me vaya para mostrarte las bragas? — Annie avanzó tan rápido que lo golpeó en el pecho repetidas veces, está desesperada — ¡Tú me engañaste, tú nunca me quisiste! —
— Eso no es verdad — la tomó de los brazos para impedir que siga golpeándolo y acuno su rostro entre sus manos. La adora de la misma manera que aquel día que la conoció en esa vieja cafetería junto a su universidad — Te amo y lo sabes Annie. No voy a tener hijos con nadie más, estamos en esto juntos. ¿Quieres adoptar un bebé? Hagámoslo —
— ¿Como me puedes pedir que quiera al bebé de otra mujer? Eso es horrible — Annie se soltó de su agarre y arrojó al suelo todo lo que estuvo a su alcance, las joyas, sus perfumes, la foto del día de su matrimonio, las fotos de James, todo esta por el suelo. Esta enloquecida y grita con desesperación — ¡Llegará el día que te canses de mi porque no puedo darte un hijo! ¿Crees que no lo notó? Hasta las malditas vecinas te miran y te desean. Quizá ya no me quieres y solo estás conmigo por lastima —
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La Perfumista De París [Saga Las Perfumistas Parte 1]
RomanceFlorencia Bellerose sigue la tradición familiar con su tienda de perfumes en París. Le encanta su vida y tiene todo lo que necesita, su viejo ático, sus perfumes y una cena romántica junto a su novia mirando la Torre Eiffel, esa es su vida perfecta...