Navidad 2020 - Mirio

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Bufandas

Consiguió un permiso para pasarse un rato por Heights Alliance donde habló amenamente con Midoriya, y saludó a Eri y la cargó sobre sus hombros para simular que era un avión mientras ella se aferraba a su cabello quizás un poquito aterrada hasta que Aizawa tuvo que intervenir. Los demás chicos de la clase le dieron algunos regalos y se lamentaron cuando les dijo que no podía estar con ellos para la cena. A pesar de que le encantaría quedarse allí, respirando el dulce aroma de la admiración que destellaba en los ojos de cada uno de ellos y aferrándose a la esperanza que depositaba en Eri cada vez que la veía, era hora de regresar a los dormitorios del salón 3-A.

Si le preguntaban, eran muy pocos motivos por los que quería regresar a su dormitorio. Estaban sus amigos, claro, pero no podía obviar las miradas de lástima y los susurros de algunos compañeros de clases. Decían que estaba arruinado sin un kosei, pero lo cierto era que él podía seguir derrotándolos con la misma facilidad antaña. No tenía energías para lidiar con ellos y ya estaba lo suficientemente consciente de lo que implicaba perder su kosei y su mentor como para que vinieran a recordárselo cada vez que lo veían.

Un suspiro se escapó de sus labios y observó la voluta de aire elevándose por el aire hasta difuminarse en el níveo paisaje. Se frotó las manos y sorbió su nariz, sopesando la idea de extender su estadía afuera unos minutos más con un paseo por una de las áreas boscosas que rodeaban la zona de los dormitorios.

De mejor humor, emprendió una nueva caminata sin rumbo. La sensación de paz que lo embargaba con cada inhalación lo tranquilizaba. Las ramas caídas de los árboles crujiendo bajo sus pasos, el movimiento eventual de las aves y el tenue aroma de la naturaleza, alivianaron sus hombros y difuminaron todo su estrés por completo. Ni siquiera cuando los primeros copos de nieve del día empezaron a descender perezosamente, se detuvo.

No se percató del momento en el que se aproximó tanto a la salida con su gigantescas columnas infranqueables bajo el sistema estricto de seguridad que reforzaron. Si llegara a traspasar la puerta de U.A. se metería en problemas y lo que quería, por los momentos, era pasar desapercibido.

Alzó la mirada para dejar de patear la piedrecilla que lo acompañó todo el camino y se encontró con unas oscuras pupilas al otro lado de la puerta. Cargaba varias bolsas y el vaho se escapaba de sus labios. Tenía una bufanda alrededor del cuello, y el tibio tono carmesí creyó que les sentaba bien a sus mejillas sonrosadas.

Se miraron un par de segundos y se sintió completamente estúpido. La idea de verse a sí mismo con expresión atontada, golpeando una piedra y con la cabeza en las nebulosas le era tan desconocida en sí mismo, que no supo cómo recomponer su postura correctamente. Sin embargo, la chica, en cuatro largas zancadas, estuvo frente a él, parpadeando estupefacta.

—Mirio, ¿qué haces por aquí? La temperatura ha bajado un montón y tú llevas solo un suéter. Puedes enfermarte si no regresas pronto.

A Mirio se le escapó el aire cuando ella encerró sus dedos alrededor de los de él, a pesar de que la lana de sus guantes poco podía hacer para juntar sus pieles, para frotarle las manos. Cuando creyó que pudo aliviar sus ateridos dedos, encerró la mano más pequeña alrededor de la de él y anduvieron así un largo trecho. De repente, a ella se le escapó una interjección como si una epifanía le hubiera aterrizado en el cerebro.

—¡Ya sé! —Sacó algo de una de las bolsas que colgaban de su otro brazo—. ¿Puedes ponerte esto?

—¿Eh? —dijo, mirando la bufanda de lana mullida que le tendía, y no pudo evitar fijarse que el patrón de esta y de la que ella llevaba alrededor del cuello eran iguales—. ¿No deberías darle eso a alguien especial?

—¿Qué dices? Eres especial para mí.

Se encogió de hombros como si no fuera importante, y, cuando procesó el significado de las palabras que acababa de pronunciar, un violento sonrojo trepó a su rostro. A Mirio le sorprendió que ella no apartara la mirada como solían hacerlo las chicas que conocía, más bien el vehemente rubor solo afianzó la convicción refulgiendo en sus brillantes ojos.

—Está bien —aceptó, sonriéndole para tranquilizarla—. No tienes que colocármela, puedo hacerlo solo.

—¡Quiero hacerlo! —dijo, estirando los brazos.

Mirio inclinó la cabeza para facilitarle la tarea, mirándola fijamente para no perderse ni una de sus expresiones, sin prestarle atención a que su rostro había enrojecido tanto que hacía un evidente contraste con su cabello. Aun así, deseó prolongar el instante en el que el calor irradiando de sus cuerpos se entrelazó.

—¿Así estás un poquito más caliente?

—¡Cielos, hay muchas razones por las cuales estoy caliente en este momento!

Ella se echó a reír y, sin que dijeran nada, él volvió a tomarla de la mano. Se cubrió la nariz con el tejido porque estaba feliz. Llevar bufandas a juego, aunque anodino, se le presentaba como algo especial. Imaginó que muchos de sus compañeros no se ahorrarían las especulaciones a viva voz.

—Mirio, me gusta cuando sonríes. No has estado haciéndolo con frecuencia... —dijo como si hablara del clima.

—¿En serio? —pregunto, haciéndose el tonto porque sabía que era cierto. Cambió el tema sin vergüenza—. Aunque no lo creas, mejoraste por mucho esta noche... Lo digo por la bufanda. Bueno, te la devolveré luego, pero aun así me hace feliz que hayas querido...

—Puedes quedártela —interrumpió, meneando la cabeza y sin querer insistir en lo primero que mencionó—. Será divertido escuchar las suposiciones de todos.

—Suposiciones...

—¡A menos que no quieras que lo sean, claro! Yo... Bueno, me gustas desde el año pasado, pero... ¡Espera! No debí haber dicho eso. ¡Por todos los dioses del Olimpo! Zeus, lánzame un rayo y...!

—¿Dioses del Olimpo? —se carcajeó Togata.

—Es para no lastimar susceptibilidades.

—Ya veo... —Se cubrió los labios, divertido—. Tú también me gustas desde hace mucho.

—¿En serio? Pensé que Nejire y tú... Ella me dijo un millón de veces que no, pero...

—Solo somos amigos.

—Oh... ¿Entonces...?

—Me encantaría que saliéramos, pero en este momento soy un desastre y...

—Mirio, no te preocupes. Sé que necesitas tiempo para ti. —Curvó los labios, quizás un poquito decepcionada—. Por los momentos, me conformo con esto. —Los señaló con una sonrisa, apretando su mano solo un poco—. Aunque, déjame decirte que no eres ningún desastre.

Mirio la contempló y deslizó una sonrisa enérgica. No sabía cuánto necesitaba esas palabras hasta escucharlas de sus labios. Balanceó sus manos entrelazadas con felicidad irrefrenable. Sus amigos lo aceptaban tal y como era, y su valor como persona no disminuía por tener o no un kosei; sin embargo, a veces necesitaba que alguien importante se lo recordara.

Porque unas sencillas palabras bastaban para aliviar muchas de las penas de su corazón.

¡Muchas gracias por leer!

N/A: Sigo sin entender por qué me cuesta tanto escribir sobre Mirio, pero siento que este quedó bastante decente. Me gusta escribir sobre Mirio en modo depresivo por alguna extraña razón xD Me hubiera encantado que Hori profundizara más en eso.

Muchas gracias a zsanzs por recomendar a Mirio ^^

¡Espero estén teniendo unos felices días!

¡Plus Ultra! >.<

Quiero estar a tu lado || My Hero Academia x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora