Marabunta (II)

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La prohibición de pelear en el área de descanso era raramente rota, y nadie lo hacía una segunda vez. El motivo no era el castigo por romperla, pues no lo había, sino que se consideraba un tabú, o se conocían las consecuencias.

El área de descanso no sólo estaba protegida contra los seres de la mazmorra, sino que poseía un sofisticado encantamiento imposible de resistir. Aquellos que podían hacerlo no tenían normalmente permitida la entrada.

Dicho encantamiento devolvía la fuerza de una agresión al agresor, es decir, en cierta forma acababa siendo golpeado por sí mismo. Por ello, Gjaki no había dudado en provocarlo, queriendo darle una lección.

El aventurero se levantó del suelo, con la mano en el mentón, doliéndose del fuerte golpe que él mismo se había dado, sin acabar de entender qué había sucedido. Lo que sí sabía era que aquella aventurera misteriosa tenía algo que ver. Podía sentir su sonrisa burlándose de él tras la ropa que cubría su rostro.

Sin embargo, aunque bruto, no era tan estúpido como para atacar por segunda vez sin saber qué había pasado.

–Supongo que el estúpido nariz torcida ya ha dejado de ladrar. ¿Comemos algo?– se dirigió a sus compañeros.

Ellos la miraban sin saber si reír, si regañarla o felicitarla.

–Tú... Maldita...– masculló el aventurero.

–¡Oh! ¿Quieres más?– lo amenazó con desdén.

Si las miradas mataran, la vampiresa hubiera muerto una docena de veces. Quería atacarla y apalearla, pero estaba intimidado por aquella fuerza misteriosa que no sabía si venía de ella.

–Espera, hay algo raro. Algo oí una vez de que, si peleabas aquí, la propia sala actuaba. No lo entendía entonces, pero ahora tiene sentido– lo detuvo uno de sus compañeros.

–¿Quieres decir que ha sido la sala quien le ha pegado?– preguntó otra.

–Eso es lo que parece.

Todos se miraron, y luego a Gjaki, suspicaces. Era evidente que ella lo sabía.

–Vaya, se ha acabado la diversión– lamentó está.

–Maldita mamífera. Verás cuando salgamos de aquí. Te estaré esperando fuera– la amenazó el aventurero con la nariz rota.

Gjaki se volvió hacia él y activó Sed de Sangre. Dado que no hacía daño real, no estaba limitada por el hechizo de la sala, lo que en el juego se consideraba un pequeño exploit.

–¿De verdad quieres encontrarte conmigo fuera? ¿Tanta prisa tienes por morir?– lo intimidó con una voz gélida y su aura.

Tanto él como sus compañeros dieron un paso atrás. Lo cierto es que no podían ver a través de ella, que no sabían cuán poderosa era. Su nivel parecía algo mayor, pero su aura era aterradora. Más de uno tragó saliva, amedrentado.

–Si... Si no queréis colaborar, vosotros os lo perdéis, nosotros tenemos otras cosas que hacer– finalmente se rindió el líder, llevándose a su grupo al otro extremo.

Habían querido intimidar a aquel grupo para poder usarlos, para que les abrieran camino y hacerles la vida más fácil. Sin embargo, aunque podían sentir animadversión hacia la vampiresa, el miedo que habían sentido era real.

Sed de Sangre no sólo asustaba, sino que dejaba entrever que ella era la cazadora y ellos su presa, su comida. De alguna forma, si su nivel no era suficientemente alto, podía despertar un terror primigenio en ellos.

–Eso ha sido espectacular. Te mereces un pastelito de crema– ofreció Krinia.

–¡Eh! ¡No la consientas tanto!– bromeó Kroquia.

–Lo dicho, dicho está. Dame mi pastelito– exigió Gjaki, medio en serio medio en broma, y ante las risas de todos.

Aquel tono relajado aún humilló e intimidó más al otro grupo. Era evidente que no les tenían ningún miedo, por lo que quizás eran más poderosos de lo que parecían. Incluso empezaban a temer que pudieran tomar represalias.



–Se han ido. Parece que los asusté demasiado– anunció la vampiresa, encogiéndose de hombros.

–¿Se han ido de la mazmorra?– quiso confirmar Krongo, incrédulo.

–Sí, han usado los portales– aseveró ella.

–Ja, ja, se lo tienen merecido. Un problema menos– rio Kroquia.

El grupo que los había querido intimidar había salido antes que ellos de la sala. Gjaki había salido poco después para vigilarlos con un Murciélago, y había sido testigo de cómo desaparecían.

Aquel grupo llevaba ya unos días allí, estaban cansados y no les quedaban muchas provisiones. El enfrentamiento con Gjaki y su Sed de Sangre había destrozado su moral, su voluntad de seguir unos días más. No obstante, cabe decir que era una mejor decisión que intentar tenderles una emboscada, como uno había sugerido. De hacerlo, no sólo hubieran sido descubiertos, sino que igual no hubieran podido afrontar las represalias.

Limpiaron en una dirección las hormigas antes de ir hacia la otra. Así, no tendrían problemas si querían retirarse.

Sin duda, las miles de hormigas resultaban agobiantes, pero también eran una gran oportunidad. A pesar de estar un nivel por debajo, podían enfrentarse a ellas con cierta facilidad, aunque a expensas del gasto de maná y energía.

Durante el primer día, volvían a la sala de descanso para recuperarse, pero resultaba una pérdida de tiempo, y Protección de las Sombras era igual de eficiente y más cómoda. En ella, no tenían que encontrarse con otros aventureros, así que podían usar las cómodas habitaciones de huéspedes del castillo-tienda de Gjaki sin que les vieran.

Poco a poco, fueron avanzando hacia la sala del jefe, acumulando experiencia y perfeccionando habilidades, hechizos y usos de algunas armas, Y Gjaki crecía mucho más rápido que ellos, a pesar de estar un nivel por encima. Había llegado a 39 después de la masacre de muchos miles de hormigas.



Cómo hechizo, había recuperado Aparición, una ilusión de aspecto aterrador que usaba a menudo en el juego para asustar a otros jugadores, en especial a Goldmi y Eldi. Usado junto a Gruñido y Ventrílocuo, aún era más efectiva, como no tardó en comprobar. Y en ganarse una bronca de Krinia y Kroco, mientras el resto aguantaban la risa como podían.

La habilidad Tieso le permite endurecer cualquier parte del látigo mientras se invierta maná para ello. En el juego, su principal utilidad era hacer tropezar a alguien, pero el límite estaba en la imaginación para hacer uso de la habilidad. De hecho, puede incluso crearse una silla con el látigo, aunque requiere mucho maná mantenerla, y pericia crearla.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora