Último jefe (I)

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Encontró al jefe de planta antes de llegar al nivel 26, pero decidió subir de nivel primero, lo que le costó un día más.

Había desbloqueado Discernir Ilusiones, un hechizo que permite lograr lo que su nombre indica. Hace difícil poder ser engañado por ilusiones si está activo, a no ser que sean de un nivel mucho más alto.

Como habilidad, había recuperado Artes Marciales Intermedias, con la que profundizaba su conocimiento en ellas. No sólo tenía a su disposición nuevos movimientos del juego, sino que sentía que, con ese conocimiento, podía extender el que había heredado de su mundo natal. Además, podía enlazar con facilidad dos movimientos casi sin pensar, sin tener que entrenarlo, sabiendo la mejor forma de hacerlo, tal y como lo había hecho en el juego.

Hasta ahora, a pesar de poderlo hacer conscientemente, necesitaba entrenar cada combinación para lograr esa pericia. Ahora, dicha información estaba en ella como si siempre la hubiera poseído.



Como era habitual, el jefe final de la mazmorra era una versión gigante de los habitantes de aquella planta. La esfera de cuatro metros de diámetro flotaba inerte en el centro de la caverna, con catorce pinchos saliendo de ella. Si fuera un cubo, podría decirse que salían de las caras y las aristas.

Sin duda, era intimidante, pero su tamaño resultaba una ventaja para la vampiresa en lugar de lo contrario.

Es cierto que la fuerza de sus ataques podía intimidar a un jugador haciendo de tanque aun portando un poderoso escudo, pero también que daba igual la fuerza si no era capaz de alcanzarla.

Gjaki se acercó a su enemigo oculta en Oscuridad, hasta que, de pronto, usó el látigo para Agarrarse a la base de uno de sus pinchos. Era resbaladizo, pero dos Dagas Fugaces se habían clavado previamente en dicho pincho, e impedían que el látigo resbalara.

Ayudada por el arma y como si de un columpio se tratara, Gjaki tomó impulso para saltar sobre el enorme erizo, se impulsó sobre una de las púas, y llegó hasta donde estaban clavadas las dagas.

El jefe final había empezado a rotar sobre sí mismo, pero aún no había ganado velocidad cuando la vampiresa se sujetó a su enemigo con sus uñas, mediante Arañar, tan sólo el tiempo suficiente para recuperar las dagas nivel 25 y clavarlas en el cuerpo esférico.

Usó las dos dagas nivel 20 con Daga Sorpresa para clavarlas con los pies, y luego Endurecer en estos para, con patadas, introducirlas más profundamente. También llevaba Aura Tenebrosa, con lo que continuamente dañaba al ser al que estaba agarrada.

Empezó a acelerar, mientras ella cogía una espada y la clavaba más y más profundamente para tener un mejor punto de agarre. Luego cogió una de las dagas y empezó clavarla y desclavarla, a moverla arriba, abajo, a los lados, a rotarla o a usar Doble Filo, añadiendo siempre el daño de Toque Tenebroso.

–Me voy a marear– se dijo preocupada.

La esfera rotaba más y más rápido, lo cual empezaba a ser inquietante. Su agarre era sólido y podía aguantar la fuerza centrífuga, pero su cuerpo empezaba a sufrir dicha fuerza. Parecía como si una gravedad varias veces la habitual quisiera empujarla hacía fuera. Incluso Autorregenerar tenía que actuar, disminuyendo la ya escasa reserva de sangre.

Tras haber subido de nivel, había aumentado la capacidad y la calidad, por lo que ahora ya no le quedaba más que la que tenía, y estaba tan sólo tres cuartas partes llena. Aun así, no se soltó y siguió girando junto al erizo como si de un tiovivo desbocado se tratara.

–Ahora sé lo que sienten las peonzas– murmuró.

Por suerte, el jefe no tenía modo de alcanzar a Gjaki. Su única opción hubiera sido golpearse contra la pared, pero los propios pinchos la hubieran protegido.



Cuando finalmente llegó al 50%, se detuvo para separarse en dos.

Gjaki se dejó caer, pero no pudo mantenerse en pie al llegar al suelo, por lo que cayó aparatosamente. Tanto rato girando, no sólo la había mareado un poco, sino que había afectado su sentido del equilibrio.

Aunque algo desorientada y sintiendo que la cabeza le daba vueltas, no tardó en usar Oscuridad para ocultarse. Trató de ponerse en pie, pero se tambaleaba, así que no pudo sino quedarse un rato agachada, mientras invertía un poco de sus reservas de sangre en crear dos Murciélagos.

Inmediatamente, se dirigieron sobre los dos erizos, que habían empezado a rotar de nuevo, pero aún no habían acelerado lo suficiente. Estos inmediatamente identificaron a los enemigos, y se abalanzaron contra ellos para destruirlos.

Sin embargo, no sólo estaban protegidos por los propios pinchos del jefe sobre los que estaban, sino que estaban girando, por lo que era difícil acertar en ellos. Así, pronto los dos jefes se habían clavado el uno contra el otro y seguían empujándose, penetrando más y más profundamente.

Gjaki creo entonces varios Muros Tenebroso y se apartó aún tambaleándose, ordenando uno de sus exploradores a bajar hasta dichos Muros. Uno de los jefes lo siguió, y el otro fue arrastrado. Con ello, no sólo se estaban hiriendo mutuamente, sino que también los Muros lo hacían.

Ella se mantenía escondida. El único problema era que los Murciélagos gastaban sangre, y sus reservas habían ido bajando continuamente. Cuando se volvieron a separar, sólo le quedaba un 5%, aunque la vitalidad de los jefes estaba al 25%.

No necesitó de aquellos dos Murciélagos más que seguir sirviendo de cebo para que se volvieran a clavar los unos en los otros, a profundizar continuamente sus heridas, a bajar hasta los Muros Tenebrosos. Sin embargo, no podría sostener por mucho rato a sus Murciélagos.

Así que salió de su escondite y saltó sobre uno de los erizos, que ahora eran de poco más de dos metros y medio de diámetro. Sin detenerse, empezó a clavar las dagas y a usar Aura Tenebrosa.

Siendo su presencia más poderosa que la de los Murciélagos, se convirtió en el principal objetivo, así que eran innecesarios y los desinvocó.

Dado que estaban clavados los unos a los otros, no podían moverse con libertad. Así que los otros tres erizos empujaron hacia ella, llevando al que la tenía encima contra la pared de roca.

Los pinchos la protegían, pero poco a poco iban cediendo, al mismo tiempo que se dañaban entre sí. Si acababan de ceder antes de que el jefe colapsara, estaría en peligro.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora