Traición (III)

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Tenía ahora disponible el hechizo Telekinesis, con el que podía mover objetos a distancia, aunque sin mucha rapidez o fuerza. Era útil para robar objetos, pero no para desarmar al contrario.

Había recuperado la habilidad racial Encantadora. Haciendo uso de la sangre, los vampiros podían parecer más atractivos gracias a su esencia, aunque eso no significaba que pudieran hechizar completamente a cualquiera. No obstante, ser objeto de todas las miradas no era difícil. Excepto en algunas misiones de infiltración, apenas lo había usado en el juego, aunque lo había leveado igualmente a 10.

Además, ahora tenía algo más de sangre disponible, la que había obtenido el día anterior.



Quedaban dos menos, pero era lejos de ser suficiente. Así que borró sus huellas e invocó a dos mastines para que dejaran las suyas y se llevaran los cadáveres. Las heridas eran demasiado evidentes para atribuirlas a un animal, pero las pisadas y los cuerpos arrastrados dejando un rastro de sangre eran mucho más convincentes.

Gjaki guardó los cadáveres un rato después, para no dejar pistas, y poder extraerles la sangre.

Cuando, preocupados porque no regresaban, fueron a buscarlos, se encontraron con sus armas, signos de lucha, pisadas y sangre. Gjaki no esperaba que siguieran el rastro, aunque deseaba que lo hicieran para poder atacarlos. Sin embargo, con desearlo no era suficiente. Esta vez, cuatro se quedaron vigilando mientras uno cubría los cuerpos de los gorilas con tierra.

Eso significaba que quedaban siete atacando la cueva, suficientes para mantener a raya a los que se escondían en el interior. Seguían siendo más, y de algo mayor nivel.



Sin previo aviso, sobre la mano del impotente y desesperado guerrero, aterrizó un Murciélago. Se levantó de golpe, sobresaltado, cogido por sorpresa ante algo que no esperaba, pues aquel ser había pasado totalmente inadvertido hasta entonces. No tenía el poder necesario para que le prestaran más atención que a un insecto.

Lo que le dejo más atónito fue que aquel extraño ser había dejado un papel que había caído al suelo. Se quedó mirando por un momento al Murciélago mientras éste llegaba al techo, se colgaba boca abajo y se envolvía con sus propias alas. Sus ojos rojos observaban al guerrero.

Éste vaciló un instante antes de coger el papel. Cuando leyó lo que estaba escrito su corazón dio un vuelco. Inmediatamente, dejó a su moribundo amigo por unos momentos, y se dirigió hacia sus otros compañeros.

–¡Kroquia, Krinia, Kruloz, tenéis que leer esto!

Los otros tres lo miraron extrañados, pero aun así leyeron el papel, Kroquia con algo más de dificultad, pues tenía que mantener la defensa de su escudo. Si dejaba de imbuirle maná, no podría aguantar, maná que no duraría para siempre.

La nota decía:

Os daré una oportunidad. Temporalmente sólo hay 7. Los distraeré para que podáis atacarlos. Yo os apoyaré. Asentir a mi familiar si estáis de acuerdo. Cuando él salga de la cueva, atacad. No os preocupéis por los perros, no están vivos. Atacad sin compasión.

–¿Qué familiar?– preguntó Krinia.

–Será ese bicho. Me dejó la nota– señaló Krongo al Murciélago.

Todos miraron por un momento hacia el techo, hacia dos pequeños ojos rojos que les devolvían la mirada.

–¿Podemos fiarnos? Puede ser una trampa– dudó Kruloz.

–¿Tenemos otro remedio?– respondió Kroquia, decidida.

Se volvieron a mirar. No lo tenían. Si era una trampa, simplemente morirían un poco antes. Si no lo era, tendrían una oportunidad. Así que asintieron, mirando al extraño ser que había en el techo.

Gjaki observaba nerviosa. Sólo sintió un ligero alivio cuando asintieron, mas sólo ligero. Ahora llegaba lo más peligroso.

Usó Oscuridad para acercarse un poco más, aunque sólo un poco. Sus enemigos estaba en una zona despejada, por lo que no era fácil cogerlos por sorpresa. Además, los cubría una barrera. No era muy fuerte, pero suficiente para alertarlos si algo la cruzaba.

El Murciélago se descolgó del techo y se acercó al grupo que estaba dentro de la cueva, poniéndose justo detrás del escudo, para su sorpresa, en especial de Kroquia. Ahora que podía verlo de cerca, era evidente que era un ser casi hecho de maná, con un poco de olor a sangre. Resultaba un tanto tétrico, pero no podían sino prepararse. Sin duda, aquello era el primer aviso.

Unos segundos más tarde, salió del escudo y se dirigió hacia el frente. No tardó en ser pulverizado por un hechizo, pero eso no impidió que el grupo avanzara. Kroquia era la primera, cubriéndolos, mientras que el resto iban detrás.

En cuando salieran de la cueva, podrían ser atacados por los flancos, por lo que era un riesgo considerable. Sin embargo, cuando lo hicieron, nadie los atacó. Apenas un vistazo fue suficiente para que descubrieran la caótica situación.



Gjaki había invocado siete Mastines de sangre a la vez, lo que suponía un gran consumo de sangre y maná. No obstante, no esperaba mantenerlos mucho rato. De hecho, probablemente serían eliminados pronto.

Los mandó atacar al mismo tiempo que usaba Telekinesis para acercar las lámparas, y así hacer más visibles a sus enemigos a ojos de sus aliados. A la vez, ordenó moverse al Murciélago.

Cuando los mastines cruzaron la barrera, estaban en carrera, por lo que apenas les dio tiempo a los lagartos humanoides a reaccionar. Por suerte para ellos, no eran muy poderosos, bastante por debajo de su nivel. Por desgracia, los estaban entreteniendo a todos a la vez.

Kruloz no vaciló en disparar sus flechas contra una maga enemiga, imbuyéndolas con todo su poder. Krinia lanzó Tormenta Eléctrica, alcanzando a tres enemigos a la vez. Si bien no fue letal, los aturdió, lo cual fue aprovechado rápidamente por Krongo para saltar sobre ellos.

Kroquia, por su parte, Cargó hacia el frente con el escudo. No causó mucho daño, pero contribuyó a crear caos y restringir los movimientos de sus enemigos.

En apenas un instante, Kruloz había acabado con uno, y entre Krongo y Krinia con otros dos, mientras que un tercero estaba en una mala situación.

Los otros tres enemigos habían acabado con los mastines y se volvieron contra ellos. Su nivel era algo mayor, pero ahora tenían la desventaja en número.

–¡Maldita sea! ¡Posición defensiva!– gruñó Krijo.

Inmediatamente, un mago alzó un poderoso escudo de maná, que se alzó frente a ellos. Logró empujar a Kroquia hacia atrás, y detener un par de flechas y un Rayo. Mientras, el propio Krijo lanzaba una bengala de aviso, y Krongo remataba al último de los tres afectados por el hechizo eléctrico.

–¡Krijo, lo vas a pagar!– aseguró Kroquia.

–¡Maldita lagartija! ¡En cuanto lleguen los demás, acabaremos con vosotros!–amenazó éste.

Lo que no vio, a diferencia de los cuatro que estaban frente a él, fue la aparición de una figura de cabello rojo, con el rostro oculto bajo una capucha. Otra pieza de tela cubría su boca y nariz, solo siendo visible unos ojos verdes.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora